A ti, porque a veces las paralelas también se pueden unir. ![]() Desde que en 1927, Werner Heisenberg, al formular su célebre “Principio de incertidumbre”, le puso nombre, a través de la Física, a todo aquello que humanamente ya sabíamos desde aquel hipotético primer saludo que un hombre y una mujer intercambiaran entre el Tigris y el Éufrates probablemente a través de un imaginario diálogo que bien pudo empezar con un «Bella Señora», pronunciado por Adán, al que Eva habría respondido con un «Hermoso amigo». Estábamos esperando a que una novela pudiera mostrarnos la lógica de la caótica naturaleza (no es un oxímoron) de las relaciones amorosas. Pues si el principio de Heisenberg, en el que se afirma que no se puede determinar, simultáneamente y con precisión canónica o arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son la posición y el momento lineal, nos había ofrecido ya un mapa para situarnos en medio de lo improbable; físicamente hablando. Sin embargo, hacía falta también que alguien pusiera en palabras humanas el desconcierto, tan carnal y espiritual al mismo tiempo, en el que en cuestión de amores todos sabemos otro tanto. Óscar de la Borbolla ha tenido un feliz intento cuando al hacer gala de su literatura siempre ontológica, ha logrado construir una historia que nos recuerda que el amor feliz no tiene historia —quizá porque parece imposible calcular algo más que la incertidumbre que hay en un momento del tiempo que se vuelve tan elástico que llega a pertenecer a dos contemporáneamente hasta hacerlos decir, a solas y entre las gentes, un inconmovible y esperanzador “nosotros”—; y así, fruto de esas consideraciones el ucrónico autor ha mostrado su propia versión del principio de incertidumbre frente al cual, en lo que al amor se refiere, y analizando las complejas circunstancias en las que se desenvuelven las relaciones amorosas en nuestro propio tiempo, sólo podemos saber que El futuro no será de nadie, tal como el autor de Las vocales malditas titula su cuarta novela, publicada bajo el sello editorial de Plaza y Janés. La curvatura constante de las relaciones amorosas que han tomado por asalto nuestros días queda perfectamente bien plasmada en esta hiperbólica novela de Óscar de la Borbolla, quien es capaz de poner en papel el lenguaje vivo de la historia de un perdedor glorioso como Pablo, matemático que por la inercia de la vida tiene que abandonar su propia utopía que tomaba cuerpo en el deseo de resolver ingeniosamente a Fermat, teniendo que pensar, en lugar de ello, en calcular números y funciones para una aseguradora de la ciudad de México. Pablo es un hombre casado, quien vive junto a Nadia, su esposa, el drama más terrible quizá por el que toda pareja puede pasar: el absurdo de vivir solamente entre las fronteras de lo cotidiano, lugar del tiempo y momento en el espacio en el que todo es tan gris y frío como la mesita metálica del desayunador del departamento que comparten (o que a ratos solamente cohabitan). Pero El futuro no será de nadie es también la historia de Lola, una pintora que sueña con exponer en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, mientras ensaya trazos que luego se vuelven bocetos, desde un edificio viejo de la colonia Anzures en la siempre inhóspita y bienaventurada ciudad de México. Lola es una mujer que es en sí misma una urdimbre de hilos que teje tras de sí historias que parecen interminables siempre, y de muchas de las cuales ella quiere recortar su propio tiempo y rehacer así su historia sin el pesado yugo de la fatídica sonrisa de su madre que no pierde ocasión para que tras la hipotética rendición de Lola ante la vida, ella pueda al fin decir un ansiado “te lo dije”, tal y como ocurre con el propio Pablo e incluso con Nadia, calculadora secretaria ejecutiva del peculiarísimo señor Guzmán: un anciano de mirada otoñal que sabe que el mar es siempre triste. Óscar de la Borbolla explora en esta novela alguna de las obsesiones que han acompañado a sus anteriores incursiones filosóficas y literarias: ese deseo profundo por encontrar un punto de tensión en el que la voluntad y la fortuna arman secretamente la trama de la existencia que a nosotros, seres expuestos a los vaivenes de la vida que a veces parece excluyente y otras bastante más amable; así el autor de La libertad de ser distinto muestra esa fase del encuentro amoroso en el que un día uno solamente quiere vivir el binomio “Tú-yo” que exponencialmente se expresa quizá de mejor manera cuando sabemos que 1+1 = ∞, y describe con vehemencia cómo por entonces da igual que Gödel vea hundirse a las matemáticas enteras, o que Willes le gane una o todas las batallas a Fermat; pero también describe con ahínco en esta obra la manera en la que un día aquel nosotros pronunciado como una pequeña victoria particular frente a la derrota colectiva del mundo, se torna algo difusa, y así de pronto y ante el fracaso, el espacio de las relaciones amorosas pasan de estar en un espacio euclidiano a estar en el espacio elíptico de Riemann donde las líneas más rectas son las geodésicas y donde las paralelas, a pesar de todo, y a pesar de todos, se van siempre alejando, como aquel “nosotros” que se desintegra, volviendo incomprensible el binomio “Tú-yo” ahí donde uno se empeña en ser cada vez más “Tú” y otro se obstina en ser más cada vez más “Yo”. Aunque sobre todo, El futuro no será de nadie es una novela en la que Óscar de la Borbolla insiste en que cuando dos se encuentran se construye un mundo que suplanta al otro, y donde nada está escrito por entero aún, por lo que quizá los siguientes días sigan siendo terribles y grises, o acaso luminosos y veraniegos, pero por eso mismo el amor, palabra tan vacía y tan llena, tan de ella siempre, pero tan mía antes que suya, será como esa carrera que empezamos queriendo alcanzar el horizonte que, como en el verso de Serrat, entre más de prisa vamos más lejos queda, y por lo cual, la vida entera en el encuentro amoroso es ese tránsito en el que siempre se está en busca de un sitio, cual aves en mudanza, en el que no nos alcance el invierno, con la utópica mirada puesta en un paraje donde siempre sea verano. Pablo, Nadia, Lola, un trinomio humano anclado a un pasado y un presente que dejan huérfano al futuro, y donde todo lector puede medianamente reconocerse o incluso reconocerse por completo. Porque a veces el amor no es la distancia más corta entre dos puntos, y El futuro no será de nadie de Óscar de la Borbolla expone esta encrucijada que sigue siendo una emblemática, profunda y sorprendente cuestión: el amor se ha terminado cuando es la voluntad quien trata de sostenerlo. BIBLIOGRAFÍA: BORBOLLA, Óscar de la. (2011). El futuro no será de nadie. México: Plaza y Janés.
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Julio 2015
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