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El materialismo histérico de Xavier Velasco

28/7/2015

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Por Héctor García.

La explosión del mercado, el consumismo y la globalización han llevado al hombre a reflexionar sobre  la banalidad de sus nuevas preocupaciones; inversión y derroche se han vuelto palabras tan constantes en el intercambio coloquial que generan una conclusión sobre esas misma reflexiones: el ser humano rebasó su cualidad de ser social para convertirse, inevitablemente, en un ser capital.

El dinero, el efectivo, el capital, el crédito, insertados en la vida cotidiana, permean las distintas historias de esta antología en la que Xavier Velasco, desde la voz de sus protagonistas, nos permite ver las consecuencias que desencadenan el deseo, la avaricia,  los excesos, las enfermedades y el placer producidas por la aspiración de la trascendencia monetaria.

Un libro, que se ofrece a nosotros como objeto que refleja nuestra misma realidad sin ser un espejo; las existencias transformadas que reviven a nuestros pecados capital-es; fieles entregados al dios Dinero que  arroja la eterna y falsa promesa de que, bendecidos con un poco de su gracia, ya sea en monedas o billetes, todo estará mejor.

A la par de desplazarnos con los personajes, sudar su desesperación y contagiarnos de su deseo, como si camináramos por la calle, la voz de un vendedor ambulante se abre paso entre las páginas del libro ofreciéndonos el producto milagroso: La Maja Barata; el último recurso y la última alternativa, de la cual se nos asegura, volverá, felizmente, a las preocupaciones en espectros del pasado.

Un libro que resucita a los monstruos del pasado para traerlos a un presente económica y desconsoladamente ennegrecido. Son los fantasmas de las ofertas atacándonos con una mercadotecnia que es imposible de ignorar; la serie de productos nuevos acechándonos y alimentado nuestras ganas de poseer lo innecesario; las casas embrujadas disfrazas de bancos y los vampiros crediticios en forma de tarjetas de plástico. El ser espeluznante de la estética que cobra vida por los objetos, la cantidad de plata y las tendencias de la moda.

Es a través del humor, del sarcasmo, de una voz y conocimiento desconcertante, de una desesperación y de un goce perverso, producto de la adrenalina que provoca el saberse al borde de la ruina por una deuda aún no saldada, que Velasco nos recuerda que al decir dinero no lo es todo, sólo nos estamos engañando.

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La Última Hoja

22/5/2015

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Por Carla María Durán Ugalde

¿Cómo gana la muerte por sobre la vida? Hay un momento en el que el cuerpo bien podría recuperarse pero ya es tarde. No es que hayan faltado medicamentos o cuidados para el convaleciente; la enfermedad, más allá de haber lastimado el cuerpo, ha debilitado el alma. La voluntad de sanar murió antes de que los pulmones dejaran de respirar.

El cuentista norteamericano, O. Henry, echando mano de la prosopopeya nos presenta lo devastador que puede ser el no tan educado caballero, el señor Neumonía, en el relato La Última Hoja. Cuento publicado en el año 1907 en la colección titulada The Trimmed Lamp.

Johnsy y Sue son unas artistas jóvenes comparten apartamento en Greenwich Village, Nueva York. Forjan su carrera en el arte ilustrando en revistas las pequeñas historias que escriben los escritores para forjar su camino en la literatura. La vida ha sido buena con ellas hasta que llega noviembre.

Johnsy cae enferma, tiene neumonía. El problema no es conseguir un doctor, lo que sucede es que él ya hizo todo lo posible. Las probabilidades de que sobreviva son una en cada diez y esa única depende de que Johnsy de hecho quiera recuperarse. Sue se queda a cargo de su amiga y hace lo posible por darle fuerzas para despertar otro día.

Desde la cama en la que reposa Johnsy se puede ver por la ventana un árbol que está perdiendo las hojas. Johnsy empieza a contar cuántas quedan en él. Sue no se percata hasta que sólo quedan cinco hojas. Es entonces cuando escucha de la boca de la enferma la ridícula idea de que va a morir cuando la última hoja caiga. Nada tienen que ver una cosa con la otra, pero irremediablemente la última hoja caerá y ya lo dijo el doctor: sin voluntad para vivir, Johnsy no se recuperará.

Se pone en juego la vida porque no hay enfermedad más pesada que el desgane. La muerte no viene por los enfermos de neumonía que hacen un esfuerzo diario por mejorarse, viene por los que se dejan morir. La voluntad de Sue es que Johnsy viva, no es suficiente. Pero bien puede ser que la voluntad de la hoja sea quedarse en el árbol.

O. Henry con su pluma fluida y sus finales inesperados nos regala un cuento delicioso para vencer a la muerte y combatir con todo el ímpetu por una vida que se considera más preciada que la propia.

Henry, O. (2001).The Last Leaf. En R. Gelshenen, & J. Kay, Discovering Fiction. A reader of North American Short Stories. (págs. 66-69). Nueva York: Cambridge University Press.


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La Plantación de Maíz

1/5/2015

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Por Carla María Durán Ugalde

El orden natural de las cosas indica que los hijos enterrarán a sus padres y será un dolor inmenso pero soportable puesto que está dentro de lo que es considerado usual. No transgrede ninguna norma, no se contrapone a lo que se espera de un futuro. Quién se queda sin padres es un huérfano, pero ¿cómo se le llama a quien pierde a un hijo? A ese dolor no le hemos puesto un nombre.

El escritor norteamericano, Sherwood Anderson (1876-1941), nacido en Camden, Ohio, escribe con una soltura elegante y casual la fragilidad de las personas sencillas. El genio de Sherwood no reside en haber recibido una educación formal muy culta (al contrario, estudió hasta los 14 años y fue soldado), sino en su capacidad para comprender  la naturaleza humana. La Plantación de Maíz es uno de sus cuentos en los que su talento retrata la pena de la gente de todos los días.

Los señores Hutchenson viven de la tierra. Sus pequeñas y arrugadas figuras trabajan su granja con devoción. Se casaron siendo ya mayores y únicamente tuvieron un hijo, Will. Sucede con Will lo mismo que con la tierra, es objeto de todo cariño, no presumen de él pero tienen mil maneras discretas para expresarse orgullosos.

La tierra y Will son lo único que tienen los señores Hutchenson. Una tierra fértil que permite la vida y un joven que va a permanecer en el mundo por más tiempo que ellos. La vida es buena y tranquila, su hijo es querido a dónde va y les escribe con frecuencia, el campo les da para comer. Los días pasan con ternura por las manos arrugadas que se entrelazan.

Pero hay un error, pensarlo todo en términos de vida, de futuro y prosperidad lleva a una difícil confrontación con la realidad cuando el porvenir no es el esperado. Sherwood lleva el relato por un camino dulce hasta llegar a un pesar amargo sin alterar en ningún momento las acciones silenciosas que revelan la delicadeza de sus personajes.

La Plantación de Maíz es un cuento para el dolor que se carga con suavidad y discreción, para la confrontación silenciosa de la vida con la muerte. Sherwood habla del consuelo que se necesita en una pena que sucede de repente, entre las personas comunes. Su pluma, con un estilo delicado, hace de un hecho terrible y ordinario una ficción bella que encanta a quién lee.

Anderson, S. (2001). The Corn Plantating. En R. Gelshenen, & J. Kay , Discovering Fiction. A reader of North American Short Stories. (págs. 28-32). Nueva York: Cambridge University Press.


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Purgatorio

10/4/2015

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Por Paul Peña.

En 2008 Tomas Eloy Martínez pública la novela Purgatorio, en la que se cuenta la historia de Emilia Dupuy, quien perdió a su esposo, Simón Cardoso, en manos de la dictadura militar argentina, y treinta años después lo encuentra en un restaurante en New Jersey. Este reencuentro, la forma en la que lo perdió y el estar buscándolo, son el argumento de la obra.

En esta novela converge la esperanza de Emilia con la necesidad de olvidar y aceptar la muerte que otorga el duelo. El significado que guarda el título es un  aspecto importante dentro de esta convergencia, se menciona sobre esto: “La iglesia católica creía que el purgatorio era la purificación que necesitan las almas imperfectas para entrar en el paraíso. […] El purgatorio es una espera de la que no se conoce fin.”[1] Simón desaparece de un momento a otro, furtivamente en manos de la dictadura; su esposa se niega a aceptar la pérdida, aunque haya indicios de que ha muerto. Esta negación y búsqueda de su marido será su estancia durante treinta años en el purgatorio.

¿Por qué estar tantos años buscando al ser amado? La respuesta a esto es la que se narra dentro del texto: la necesidad del duelo. Recuperando la propuesta de Sigmund Freud, de su texto Duelo y Melancolía[2], el duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción; no es un estado patológico, ya que puede ser superado pasado cierto tiempo. Sin embargo, cuando este proceso no puede desarrollarse normalmente, da lugar a un duelo patológico.

Tal caso se puede encontrar, en cierta forma, en la literatura clásica, por ejemplo está Príamo que suplica por el cuerpo de su hijo, ya que necesita realizar el rito fúnebre para que el alma de Héctor pueda ir a Tártaro, pero también necesita realizarlo para despedirse de él.

En las dictaduras militares los muertos son algo que se debe ocultar. Los muertos no son muertos, son desaparecidos: si no hay cuerpo, no hay crimen.

Acá no hay Dupín que valga. Esto es una guerra, ¿entendés? Si te mato ahora mismo doy la explicación que se me dé la gana. Que te quisiste escapar, que me manoteaste el arma para quitármela, lo que se me ocurra. Acá no tenés nombre, no existís. […]

Un desaparecido es una incógnita, no tiene entidad, no está ni vivo ni muerto, no está. Es un desaparecido. [3]

¿Cómo realizar un duelo a un desaparecido? He aquí lo patológico. Emilia pierde el sentido de la vida cuando el paradero de su esposo es una incógnita, no acepta la muerte él, no puede admitir eso ya que no hay cuerpo, no hay unos huesos a los cuales llorarles; debe dejar todo para buscarlo donde sea, cualquier pista es válida. No existe la despedida para un desaparecido, a estos se tiene esperanza de encontrarlos, ya sea vivos, ya sea sin vida, pero hallarlos, y entonces si poder terminar el duelo:

Simón está vivo. A los que no estamos metidos en nada no nos van a hacer nada. Yo no he perdido a nadie.
Sí perdiste, por supuesto. Vas a pasar el resto de la vida preguntándote por qué tu marido no aparece. Y cuando te convenzas de que ha muerto, vas a preguntarte dónde lo han enterrado. Yo quiero aunque sólo sea besar los huesos del mío.[4]

El comienzo de la obra plantea un juego interesante a este tipo de duelo: ¿Qué pasaría si el desaparecido reaparece? Él está ahí, frente a ella, un joven por el que no han trascurrido los treinta años, por el que nada ha pasado. Este reencuentro pertenece al campo de la ficción, la construcción literaria retorna lo que la realidad no puede dar, una ausencia que revive maravillosamente para realizar lo que la verdad negó: una despedida al ser amado que desapareció.

[1] Eloy, Tomas. El purgatorio. Alfaguara, Buenos Aires. 2008. pp. 62-63.

[2] Freud, Sigmund. Duelo y Melancolía. 1915. Versión web: http://www.herreros.com.ar/melanco/dymfreud.htm

[3] Eloy, Tomas. Op. Cit. pp. 40 – 47.

[4] Eloy, Tomas. Op. Cit. p. 21.

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INSENSATEZ: UNA ASIMILACIÓN DE LA VIOLENCIA

16/3/2015

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Por Andrea Domínguez Saucedo



¿Cuánta violencia se puede conocer sin volverse loco? La violencia se puede contagiar, como una gripe, como la viruela, como el herpes o como el sida. Se puede vivir la violencia y asimilarla como se asimilan las malas costumbres, llevarla en la piel y el pensamiento hasta volverse demente.

Horacio Castellanos Moya, escritor y periodista centroamericano, publica en el 2004 su novela titulada: Insensatez. En ella narra la historia de un periodista y escritor exiliado en Guatemala, quien acepta el trabajo de corrector de un archivo que documenta, por medio de testimonios, el genocidio de indígenas durante la guerra civil sucedida entre 1960 y 1996. A través de los doce capítulos que componen la novela, el narrador comienza a ser víctima de la violencia que el archivo en el cual trabaja lleva en cada palabra; se comienza a romper su mente y se encuentra sin sosiego, hostigado por el miedo, tanto de un real peligro como de otros que parecen imaginarios.

El personaje principal comienza a relacionarse en ese nuevo lugar de exilio a partir de la violencia que se contiene en lo que lee:

"Yo no estoy completo de la mente", decía la frase que subrayé con el marcador amarillo, y que hasta pasé en limpio en mi libreta personal, porque no se trataba de cualquier frase, mucho menos de una ocurrencia, de ninguna manera, sino de la frase que me dejó lelo en la primera incursión en esas mil cien cuartillas impresas casi a renglón seguido [...] (Castellanos, p. 13)

A partir de ese momento, cada una de las personas con las que él habla reciben un pedazo de ese sufrimiento, todos lo escuchan de boca del escribano que tienen enfrente. Él se vuelve la voz de los que sobrevivieron y están incompletos de la mente, como él. La violencia está en él, como está en todos. Imagina venganzas, en su mente humilla y tortura, mata y abandona al desasosiego a los que le desagradan; sea el personal administrativo del arzobispado, Pila, Fátima o él mismo y sus delirios (no tan delirantes) de persecución.


Su discurso y su flujo de conciencia comienza a ser una representación fragmentada, donde la violencia cabe en cualquier momento, de una sociedad que ha asimilado la violencia. Él se asombra de la insensibilidad que presentan sus interlocutores ante la lectura de las frases más desgarradoras que rescata en su libreta personal, y que a él le perturbaran tanto y, que aquel que recopiló los testimonios pareciera tan entero:

[...] frases como Entonces se asustó y enloqueció de una vez o Ese es mi hermano, ya está loco de tanto miedo que ha recibido; su mujer murió del susto también o No son decires sino que yo vi cómo fue el asesinato de él o ésta que tanto me impresionaba y decía Porque yo no quiero que me maten la gente delante de mí, frases que evidenciaban el grado de perturbación mental de los sobrevivientes y el peligro de que tal estado influyera en quienes trabajaban con ellos, que no era el caso de Joseba, quien a todas luces mostraba no sólo salud, sino un temple rezagante, el porte alto, recio, de pecho enhiesto [...] (Castellanos, p. 82)

Pronto aquellas frases que le marcan se vuelven parte de su vida, toda experiencia vivida le rememoran una de ellas, como rezos o como gritos de auténtica demencia, el narrador pierde la cabeza (o la recupera) en el reconocimiento de la violencia, mientras que los otros lo han asimilado como parte del pasado.

Hay una amnesia colectiva impuesta por el miedo, hasta los mismos testimonios suplican el olvido: “que se borre el nombre de los muertos para que queden libres y ya no tengamos problemas” (Castellanos, p. 144). Y el narrador se vuelve el ignorado, menospreciado y loco vocero de las víctimas del pasado, que repite a donde va los fragmentos de una violencia eterna.




Bibliografía:

CASTELLANOS M., Horacio. Insensatez. Ed. Tusquets: 2004.


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El Fantasma de Canterville

30/1/2015

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El escritor británico, Oscar Wilde, nacido en Dublín en 1854, se formó en Portora Royal School de Euniskillen, Trinity College de Dublín y en Magdalen College de Oxford. En 1882 viajó a Estados Unidos, ahí ofreció conferencias en las que sostenía la idea del arte por el arte. Wilde asciende a la fama aclamado por su ingenio y sus denuncias a la hipocresía de la sociedad de su tiempo.

El señor Otis, primer ministro de los Estados Unidos, adquiere el castillo de lord Canterville junto con el fantasma, todo por el mismo precio. Nadie le ha mentido al señor Otis, todos le advirtieron de los horreros de su nuevo hogar, pero él es un hombre de la actualidad, no de la niebla añeja de Gran Bretaña, por lo que a su parecer los fantasmas pueden ser comprados, incluso puestos en exhibición en museos.

¿Qué será de un fantasma de más de trescientos años cuando tenga que enfrentarse a una familia que no niega su existencia, pero tampoco le sorprende? La dignidad del fantasma de Canterville está en juego. Al principio, la familia Otis se sorprende de horrores del fantasma como si se tratara de una atracción de feria, y a la larga se convierte en parte de la cotidianidad. Incluso, los gemelos Otis, se dan el lujo de faltarle al respeto con sus bromas infantiles.

La familia Otis no se aterra de la mancha de sangre en el tapete de la sala, ni sienten escalofríos con el rechinar de sus cadenas por los pasillos, la mancha se puede quitar con un buen detergente y a las cadenas sólo les hace falta aceite. Todo puede ser resuelto con los productos americanos que taren consigo. Wilde, señala cómo se pretende ignorar el sufrimiento de un alma usando objetos con un estilo humorístico.

No pasa mucho tiempo para que el fantasma prefiera andar a hurtadillas por el castillo, aceitando sus oxidadas cadenas para no despertar a los señores Otis, prefiriendo pasar desapercibido porque llamar la atención de los niños implica un calvario. La pluma de Wilde siembra en el lector empatía por el rancio fantasma, quien, después de muchos años de arrancar gritos despavoridos de los habitantes del castillo, ahora es atormentado por mortales que nada comprenden de su oficio.

En El Fantasma de Canterville Wilde, une dos elementos opuestos: el materialismo de las sociedades modernas contra un espíritu atormentado. Llevado con humor cuando se trata de acusar las ocurrencias de los Otis y delicadeza cuando hay que comprender el color y el cansancio del fantasma, hacen del cuento una lectura deliciosa.

El cuento reclama el respeto hacia los espíritus atormentados casi olvidados en el diario existir. Replantea qué valor hay en las cosas y qué efecto tienen en lo no material. Para saber si aún se está dispuesto a regalarle un grito de horror a un antiguo fantasma o si es mejor regalarle un bote de aceite, nada como El Fantasma de Canterville.  

Wilde, O. (2011). El Fantasma de Canterville. México: Punto de Lectura.

 

 


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LILYHAMMER

25/1/2015

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Por Abraham Cortés Ronquillo.

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Hace dos semanas escuché por primera vez de Lilyhammer, la primera serie producida completamente por Netflix. En ella se nos presenta la historia de un ex mafioso italoamericano que entra al programa de protección de testigos, después de traicionar a la banda a la que pertenecía, para irse de la ciudad de Nueva York con una nueva identidad y sin antecedentes penales. Así es como llega a Lillyhammer con la intención de empezar una nueva vida.

En lo personal, soy fan de las películas de gangsters (El padrino, GoodFellas Reservoir dogs, Pulp Fiction, Scarface) y producciones como Los Soprano, pero ¿una serie producida por Netflix, en noruega, con actores inexistentes para Google? Éste coctel de directores vikingos despertó todas mis dudas y mi curiosidad; entonces empecé a ver Lilyhammer, tratando de ignorar todos los prejuicios negativos que tenía, si bien Netflix presenta una gran variedad de películas y series (ni tanto en realidad, pero siempre lo presentan así), de ninguna forma significa que puedan crear… no tenía nada de fe en ellos.

 “Let me tell you a little story about a hero of mine, Benjamin Siegel. Don't call him Bugsy. One day he decided to build the world's biggest club... in the middle of the desert. Everybody laughed. But today, that place is called Las Vegas.”

Lo primero que pude notar es la aparición estelar de Steven Van Zandt interpretando a Frank “the fixer” Tagliano, un personaje prepotente, inteligente, valiente, agresivo, impulsivo, pero sobre todo con mucha clase y con ganas de hacer dinero.

La serie de ninguna forma es perfecta, se encuentran huecos en la historia y errores de continuidad, pero cuando escuchas a Steven Van Zandt cantar “My kind of town” te das cuenta de que eso no es tan importante y que puedes relajarte y disfrutar  de una serie agradable con un toque delicado de comedia que revive a los clásicos delincuentes italianos que tanta falta le hacen al cine actual.

Al final resulta ser un trabajo recomendable, lleno de referencias interesantes a los clásicos del cine y con comedia política muy divertida; además del notorio cruce de culturas; nos deja descansar un poco de estar escuchando a gringos hablar inglés todo el tiempo y nos muestra muchas caras nuevas que con un trabajo dental podrían salir de esos teatros noruegos y tener una buena carrera en el cine comercial. Si llegan a tener 1080 minutos libres y disfrutan del cine de mafia, tienen que ver Lilyhammer y como yo darle la oportunidad a Netflix de sorprenderlos con su primera producción.


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BEN X

17/1/2015

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Por Giovanna A. Herrera


Ben X (2007)

Director: Nic Balthazar

Reparto: Greg Timmermans, Laura Verlinden, Marijke Pinoy

Obra ganadora de tres premios en el Montreal World Film Festival y uno en el Istanbul International Film Festival. Escrita y dirigida por el belga Nic Balthazar, Ben X muestra el mundo desde la perspectiva de un joven atormentado por la realidad a la que pertenece. Por medio de una narrativa que hace uso de saltos temporales, la historia se va develando. Después de que sus padres se separaran y su padre se volviera a casar, Ben y su hermano menor se quedaron con su madre. Como cualquier adolescente, debe ajustarse a vivir de acuerdo a las convenciones sociales, incluso si no está de acuerdo: debe asistir a la preparatoria, debe convivir con otros estudiantes, debe responder cuando alguien le habla. Todo es aprendido; Ben actúa de acuerdo a lo que los demás esperan de él.

Ben es parte del mundo, pero prefiere su propio mundo, el mundo del RPG. Allí, él es fuerte, valiente y respetado por todos; es un verdadero guerrero. Puede cambiar su apariencia cuando lo desea, puede equiparse con las armas que necesite, y lo más importante, puede ser él mismo y hablar con otros sin problemas. En ese mundo, además, está Scarlite, su compañera de campañas, y su única amiga; sólo ella lo acepta como es. En cuanto a sus padres, desde siempre se han dedicado a desfilar de un consultorio a otro tratando de descubrir por qué su hijo es tan diferente. Lo han visto tantos doctores, que enlistarlos sería una pérdida de tiempo. Su vista es perfecta, su oído no falla, es mucho más inteligente que el promedio. 

¿Entonces qué está mal con Ben? Pues que Ben habita el mundo, pero lo hace desde otro plano: el plano del autismo. Ben tiene Asperger. No entiende las reacciones humanas o las convenciones sociales. Para él es casi imposible saber cuándo sonreír o cómo ser un buen hermano mayor. Las personas son demasiado complicadas, y él sabe que nunca podrá entenderlas. Por ello se escuda en lo virtual. En lo irreal. Porque en lo irreal está a salvo y nada puede lastimarlo. Todo lo demás, sí. 

Estar en la escuela es casi insoportable. Ben es el blanco de las agresiones de sus compañeros. Es molestado por todos, traído a menos, tratado como un fenómeno y públicamente humillado. Las burlas se salen de control, y una tarde Ben es atacado por dos de sus compañeros. Inútilmente intenta defenderse, y es dejado a merced del mundo con la derrota a cuestas. En ese instante toma la decisión definitiva: abandonará este mundo tan lleno de egoísmo y maldad. Al igual que la protagonista de la novela de Tolstói, Ben decide entregarse a las mortales caricias de las vías del ferrocarril. Pero Scarlite tiene otro plan. Ella cree que Ben debe despedirse de este mundo dándole una cachetada a todos los que lo humillaron. Y así, emprenden un viaje hacia la mar, para limpiar todo el dolor y los malestares con el agua salada. Para borrar esa barrera entre él, el “marciano”, y los demás. Porque la realidad de los demás no está hecha para las personas diferentes; por eso Ben elige adentrarse al mar, como alguna vez lo hiciera Alfonsina Storni en 1938. Pero Ben no busca poemas; él busca el sosiego. Justicia. Que su historia sea escuchada. Que la verdad vea la luz del día y que todos puedan ver el daño y el desasosiego que causa la intolerancia.

Con una interesante fotografía, llena de matices y acercamientos muy detallados, Nic Balthazar manifiesta una propuesta muy interesante en los albores de su trabajo. Ben X es una obra que pone al descubierto una problemática muy constante en nuestra sociedad actual. Nos exhorta a sensibilizarnos ante las diferencias entre individuos y a volvernos empáticos con las distintas visiones del mundo que  se producen en la psique de cada persona. 

Calificación de IMDb: 7.5/10

Calificación de Rotten Tomatoes: 68%

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 Reseña: la Llamada de Ismael Serrano

10/1/2015

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por Monserrat Acuña
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Albúm: La llamada
Artista: Ismael Serrano

El día de hoy, a diferencia de las semanas pasadas en las que hemos reseñado libros o películas, dedicamos este espacio al nuevo disco del cantautor español Ismael Serrano: La llamada. La decisión de ofrecer un comentario a este disco no es casual, por el contrario, encuentro imprescindibles los temas que el músico español  aborda en su nueva producción sobre todo tomando en cuenta la situación que actualmente asola no únicamente a nuestro país sino al mundo. Dedicarse al arte, ya sea en la academia o a través de la producción artística, no puede ser únicamente un oficio de escritorio, debe ser además una labor social. Ismael Serrano nos refrenda ese papel a través de un disco cuyas letras son coyunturales no sólo a la situación de extrema tensión en México sino en todo el mundo.

Frente a la consabida crisis de los modelos económicos, políticos y sociales que imperan en la época contemporánea, el arte insta a cuestionar una vez más las preguntas que replantearon en otro tiempo los moralistas franceses del diecisiete, o las antiguas escuelas filosóficas contemporáneas a la decadencia de Atenas, es decir, aquellas que cuestionan cuál es la vida buena, que reclaman además la política como un modo de hacer un mundo en el que sea posible la convivencia. Pero sobre todo, en épocas en las que la interrupción del sentido nos amenaza, el arte no puede permanecer callado ante la necesidad de reconstruir las preguntas que puedan llevarnos a la otra orilla.

Este que es el noveno disco de estudio del músico es, fiel a su costumbre, un canto de esperanza que es capaz de transitar por las peores caretas de la mentira que hay en el poder y en los poderosos, sin olvidarse del amor y la belleza, y sin dejarnos saber, un poco como hacía Camus en su teatro y en sus novelas que, con todo, nada hay en el hombre que no nos haga saber que en él también hay cosas que merecen nuestra admiración por más que algunos merezcan nuestro desprecio.

La llamada reclama, como la poesía del Cono Sur, a la alegría como nuestra trinchera definitiva. Y hace un repaso de todas las quimeras del presente que pretenden arrebatarnos la idea de que podemos todavía sembrar una primavera nueva. Pues ante la crisis europea, el panorama desolador en México, las turbulencias en Medio Oriente, la hipocresía norteamericana y los opresores que envenenan lo mismo con la izquierda que con la derecha, frente a las amenazas que recibe la vida, aún nos queda la esperanza del amor, de la Literatura (esa que se escribe iniciando con una mayúscula), de las historias que nos contaron los viejos y la mirada puesta en un nuevo comienzo.

El mestizaje musical que hay en La llamada, compuesto desde los sonidos de Irlanda, el bolero, la ranchera y la bachata, nos recuerda que detrás de nuestras ideas y nuestras certezas, también se halla un vasto mundo que aunque a veces es diferente, también es nuestro y también nos invita a cruzar el puente. Se trata de un puente de las ideas, de la búsqueda de un mundo que pueda ser un lugar en el que haya sitio para todos: porque todos, desde sur al norte, y desde un polo hasta el otro, tenemos hambre de encontrarnos con el Otro, y porque a todos nos duele el dolor ajeno siempre y cuando sepamos renunciar voluntariamente a nuestra indiferencia.

Asimismo es posible encontrar en esta nueva producción diferentes temáticas. Por ejemplo, las canciones que retoman cuentos folclóricos que son renovados a través de una mirada socialmente consciente, éstas son “Rebelión en Hamelin” y “La casa y el lobo”, pues gracias a ellas enfatiza la conexión con todos lo que integran al pueblo. Igualmente, encontramos letras que nos hablan del cambio que implica a nivel ontológico la inclusión de una nueva vida, de un nuevo corazón que late en otro cuerpo (como bien lo hacen “Ahora que te encuentro” y “Te vi”). Finalmente, están aquellas que le cantan al desamor, como “Absoluto”, “Candombe para olvidar” y, acompañado de la voz de Natalia Lafourcade, “Mi problema”. Ismael Serrano nos recuerda que toda felicidad deja algún damnificado.

La llamada de Ismael resuena en todos los horizontes y nos insta a recuperar el asombro ante el fracaso, a indignarnos de los desahucios y el desempleo, a horrorizarnos de la injusticia, pero también a redescubrir la amistad e incluso la inspiración que podemos arrancarle a nuestras causas perdidas. Siempre hay un compromiso social en las letras de Ismael Serrano, una voz que se levanta para convocarnos a no ser cómplices de la maldad y antes bien, enamorarnos de la verdad y la belleza. Todavía  es momento para unirnos al grito de los cansados.



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AMERICAN PSYCHO

2/1/2015

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Dir. Marry Harron

Productora: Lions Gate Films

Año: 2000

Reparto: Christian Bale, Justin Theroux, Josh Lucas, Reese Witherspoon, Willem Dafoe.




American Psycho parece mostrarnos el mundo desde el punto de vista de uno de nuestros monstruos contemporáneos. Patrick Bateman es un yuppie típico (más bien, estereotípico) que amasa mucho dinero sin ensuciarse las manos en lo absoluto. De hecho, no queda muy claro a qué se dedica exactamente. Es un ejecutivo y se sienta cotidianamente junto a otros trajes para tomar decisiones muy importantes mientras desarrolla fetichismos extraños en torno a los restaurantes, la música pop de los 80 o las tarjetas de presentación. Las principales ocupaciones de su vida son él mismo, el asesinato y algún polvo perversón ocasional. 

Un día mata a un colega y desaparece el cadáver como de costumbre. La familia de su víctima contrata a un detective y Bateman comienza a verse cercado. La presión le conduce al agudizamiento de sus crisis asesinas y a un final, digamos, un tanto alocado. Los detalles son para verse más que para contarse. De cualquier forma, en el caso de esta película, la trama es lo de menos. Por ejemplo, no se enfoca en el duelo de inteligencias entre un detective (que suele ser un hombre atormentado, alcohólico, divorciado o con pecados ocultos… o todo junto) y una presa inteligentísima y autosuficiente. Éste no es un thriller. Tampoco es un estudio de carácter, lo cual puede ser una decepción dado el título de la película… de hecho, si decimos que la película es acerca de un sujeto adinerado que mata gente, creo que la caracterizamos decentemente. El filme se llama American Psycho y, bueno, hay un psicópata que, además, es gringo, así que ya está. No hay hondura humana. Todo parece demasiado pulido y, por lo mismo, superficial. Los demás personajes están ahí, pero como autómatas vistiendo fino y comiendo caro. Bateman se mueve deliberadamente enmascarado entre ellos, pero cuando le ves el rostro no lo entiendes ni más, ni menos. Al final de la película no hay comprensión hacia ninguno de los personajes. Tampoco hay redención, risa tonta, sensación de cachondez, aumento del sentido del asombro o alguna otra recompensa de ésas que te brinda el cine. Queda en su lugar cierta perplejidad. Esta circunstancia puede ser deliberada. Quizás lo que la película trata de establecer es que el mal es un misterio y que nunca lograrás comprenderlo por más que te acerques y tengas con él una intimidad de 102 minutos. Quizás quiera decirnos algo del estilo: “¿Quieres comprender cómo funciona la mente de un psicópata americano? Anda, echa un vistazo: no encontrarás nada. Porque el mal es un enorme vacío en el universo y en nuestra inteligencia…” Puede que la cosa vaya para allá, pero no lo creo. Para poner un contraste, quien sí lo hace es otro relato de psicópatas. En Henry, portrait of a serial killer (1986) hay una escena que vale toda la película: el protagonista nos ofrece la exposición que nos guiará a la comprensión de su personaje. Comienza a hablar acerca de su infancia, del abuso de que fue objeto y cómo aquello le llevó a apuñalar a su madre. Su interlocutora le dice “Otis dijo que la habías golpeado con un bat de béisbol”; el otro insiste en que la apuñaló y procede a dar cuenta de las circunstancias. Después de un relato sórdido termina diciendo: “Ella me golpeó con una botella de whiskey. Yo le metí un tiro. La maté.” Su interlocutora le dice: “creí que la habías apuñalado” y él dice: “ah, sí, cierto, la apuñalé.”  Aquí la cosa está clara: no hay por qué y preguntar no sirve de nada porque el demonio siempre miente. Nolan usará el mismo procedimiento en The dark knight cuando hace que su Joker nos ofrezca dos versiones distintas de su propia historia. En el caso de ambos, sus palabras nos los ocultan más y, mientras más los escuches, menos los entenderás. Quizás ése sea un tropiezo de American Psycho, aquí se pretende que las palabras del protagonista (la historia va narrada en una logorréica primera persona) nos revelen el personaje; pero semejante procedimiento para este personaje necesariamente caerá en el fracaso. Por ello, si la vemos como una parábola en vez de un estudio; si buscamos en ella tipos en vez de caracteres como en una comedia, a la película le puede ir mucho mejor. Esta película es más como un desmadre sangriento y, de hecho, hay quien la enfoca como una comedia de humor negro. Así ha sido vista y disfrutada por más de alguno. Su problema es que a veces trata de explicar de más y como comedia, realmente tiene poca gracia. El potencial cómico de la sangre es casi nulo en personas mentalmente válidas. Si es una diatriba contra una época cruel y egoísta como la nuestra, es más una sátira grave a lo Juvenal o Swift que una risueña a lo Horacio. 

Se habló de que el protagonista podía ser interpretado por Billy Cudrup, Edward Norton, Leonardo DiCaprio o James Woods. Al final quedó Christian Bale y no se extrañan los otros nombres, aunque nada en este mundo me hará decir que éste era un papel hecho a la medida para él (basta con imaginar qué hubiera hecho con ese material James Woods, por ejemplo). Parte de su éxito en esta película radica en que es la clase de actor que sabe cuándo abrir mucho los ojos, alzar la voz y ponerse a sobreactuar sin ocasionar pena ajena. Hay mucho de eso en American Psycho y se le agradece, porque se trata de las partes más entretenidas de la película.

El uso de la canción Walking on sunshine también es muy divertido.

La película ya tiene un status de culto. En la página de IMDB se la califica con un 7,6; en Filmaffinity aparece con 7 estrellas y Rotten Tomatoes le concede un 67%. Son  números muy altos. Acerca de estas valoraciones habrá mucho que discutir. Que cada cual juzgue por sí mismo.







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