por Carla María Durán Ugalde ![]() Un hombre hace una apuesta que implica llegar a tiempo por una suma impresionante de dinero. Es sencillo tener imprevistos en una travesía, perder el equipaje, que el buque se atrase en salir, que haya un tramo de vía en reparación y el tren no pueda continuar, el tiempo corre y se puede estar atorado en un mismo lugar indefinidamente. Si se apuesta viajar y llegar al mismo punto de la partida a tiempo, es casi suponer que no habrá retrasos de ninguna especie. Phileas Fogg se da el lujo de apostar veinte mil libras a que llega el día y la hora que el dispone y pasar por toda clase de contratiempos. Cualquiera en el lugar de Phileas Fogg se habría destrozado los nervios en el viaje en el que recorre el mundo la cantidad de días estima como el mínimo de tiempo en el que se puede dar la vuelta al globo terráqueo. No anda con el tiempo holgado, cuenta un mínimo y le apuesta a eso. Debe de emplear con cuidado sus minutos. “—Un Mínimo bien empleado basta para todo. —¡Pero a fin de aprovecharlo, es indispensable saltar matemáticamente de los ferrocarriles a los vapores, y de éstos a aquellos! —Saltaré matemáticamente.” (Verne, 2009, pág. 21) Fogg tiene la plena confianza de que logrará subir y bajar de cada transporte a la hora indicada, de acuerdo al itinerario. Desde el inicio cree en que sus cálculos están hechos para ser aplicados a la realidad. Todo el viaje está cimentado en la seguridad que tiene el caballero inglés, no se embarca arriesgándose a ciegas, viaja reposando su tranquilidad en los números que ha escrito. Pese a que las estimaciones de Fogg son correctas, ni con una bola de cristal hubiera podido predecir que un inspector de policía lo iba a perseguir todo el camino, que salvaría a una dama de ser quemada, o cuántas veces el clima estaría en su contra. En realidad no se sube a los barcos y a los trenes tan matemáticamente como había previsto, pero Mr. Fogg continúa su trayectoria como si nada estuviera pasando. “No viajaba, sino que estaba describiendo una circunferencia. Era un cuerpo grave recorriendo una órbita alrededor del globo terráqueo según las leyes de la mecánica racional.” (Verne, 2009, pág. 57) Quien se altera con los inesperados infortunios y se queda sin aliento frente a todo problema es Picaporte, él se encarga de reflejar en realidad cuan grave puede ser la situación. Phileas Fogg lleva consigo una libreta y si acaso anota unas dos cosas para saber cuánto tiempo tendrá que ahorrar en la siguiente parada. Sigue escribiendo, por cada variante genera nuevas supuestas constantes para el viaje. Las inhalaciones y exhalaciones de Phileas Fogg no son alteradas, todo está dentro del margen de tiempo que ha calculado. Con tener todo en papel Fogg se convierte en el amo y señor de una paciencia infinita. Le confía veinte mil libras a sus apuntes, y con eso le basta para estar peligrosamente armado de serenidad. Incluso hacia el final del viaje, ya con el tiempo encima Phileas va resolviendo las adversidades paso por paso, sin gritar, pagando lo que haya que pagar. Jamás pronuncia las temibles palabras “no vamos a lograrlo.” Phileas se apura a su propia manera: con sosiego. Hacia el final del viaje, cuando Fix ya lo ha arrestado y Fogg cree haber perdido la apuesta por ser ese el día ochenta y encontrarse encarcelado, tampoco pierde el temple. Por supuesto que golpea a Fix, pero sin prisa y solamente porque se lo merecía. Tal vez incluso conociendo que todavía había tiempo de ganar la apuesta lo hubiera golpeado porque en nada afectaba gastar unos minutos en desquitarse con el inspector. Phileas Fogg aun siendo minucioso como es, con su abandono hacia sus cálculos, se equivoca por un día, tenía un día más. Su tranquilidad que se sostenía en que aquello que estaba en papel fuera correcto, y no lo era. El triunfo de Fogg no está en los cálculos, eran más bien un pretexto para que el éxito llegara. Bastaba con confiar en ellos y acompañarlos de paciencia. Así, el tiempo reconoce al hombre paciente y lo compensa con un día más para que pueda ganar algo más que veinte mil libras, su honor. Verne, J. (2009). La Vuelta al Mundo en 80 Días. (J. R. T., Trad.) México: Epoca.
1 Comentario
Alfredo Durán
26/6/2015 11:55:15 am
Soy fan de Verne, me gusta tu pensamiento.
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PersonajesEspacio en donde los productos de la imaginación de los autores reclaman su autonomía y develan ante el lector las claves de su existencia. Archivos
Mayo 2015
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