![]() ¿Qué hombre no quisiera correr con una suerte como la que acompaña a José Arcadio? Esa suerte que lo acompaña a todas partes y en todos los momentos, en su vida llevada al límite dentro y fuera de Macondo. Es envidiable la relación que tiene nuestro personaje con las mujeres. Desde temprana edad, gracias a su notoria eminencia, despertó la inquietud de una mujer mayor —sueño de tantos— y no sólo eso, desató el deseo que le fue correspondido en la hamaca de un cuarto oloroso a cigarrillo, alumbrado por la madrugada, ambientado por el sueño del resto y amenizado por Pilar Ternera. Aún durmiendo con su hermano menor —Aureliano Buendía—, teniendo que escapar de casa, se aventuraba, mientras todos dormían, por las calles de Macondo siguiendo el olor a cigarrillo y correspondiendo a sus instintos masculinos en busca del placer brindado por Pilar Ternera —la primera en descubrir el potencial de José Arcadio— su amante nocturna y fugaz. Su amor parecía entregar felicidad a José Arcadio, incluso le propuso dar a conocer lo que nadie imaginaba, hacer público el amor que se tenían y que era producto de sus encuentros. Sin embargo, el tiempo de la magia y la dulzura terminó para ambos el día en que Pilar Ternera le dio a José Arcadio la abrumadora noticia que lo convertía en todo un hombre. José Arcadio se ocultó, evitó el encuentro con Pilar ternera, incluso de resguardaba en el laboratorio de alquimia de su padre y se olvidó de perseguir el olor a cigarrillo. Una noche, fuera de lo cotidiano, extraviado en la multitud de pobladores y gitanos que se reunían en Macondo descubrió la nueva oportunidad que le presentaba el destino. Aquella oportunidad tenía forma de mujer, de mujer joven y gitana, la mujer más bella que José Arcadio había visto. José Arcadio es oportuno, no suprime sus deseos, se lanza sobre ella, ella lo acepta y se dejan guiar por las pasiones y las ansias de dos cuerpos jóvenes. Aquella joven gitana fue el mar donde José Arcadio hundió su errado pasado y la fuga de José Arcadio no sólo fue terrible para los Buendía, la fuga de José Arcadio abrió las puertas de Macondo. Volvió a Macondo después de haber dado sesenta y siete vueltas por el mundo, fornido y tatuado. El mundo descubierto por José Arcadio lo enseñó a dormir de día y a vivir de noche, a hacer que las mujeres paguen rifas donde el premio es acostarse con él y a embriagar al pueblo por noche eternas. Volvió solo, mas poco tiempo le llevó encontrar una nueva concubina, Rebeca —quien estaba comprometida con Pietro Crespi— su presunta hermana, hacerla mujer y llevarla tres días después ante el altar. García Márquez Gabriel. (2012). Cien años de soledad. (9ª reimp) México: Diana.
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Mayo 2015
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