Por Monserrat Acuña
Para Don Juan el sexo es como un ciclón que destruye a su paso el orden social, moral y religioso. Todas las obras en las que aparece interpreta el papel del conejo perseguido por unos perros de caza interpretados por mujeres despechadas, padres ofendidos y maridos cornudos. La carrera finaliza siempre con la muerte de la presa. Sin embargo, Don Juan no es un conejito inocente, él desvela su naturaleza, más allá de sus acciones, en su visión de la mujer: la encuentra como un trofeo, como un objeto el cual tiene cierto encanto antes de ser usado pero lo pierde inmediatamente después de poseerlo. A lo largo de la obra de Tirso de Molina, Don Juan, ese personaje paradigmático que muy probablemente es el más famoso del teatro español, seduce a cuatro mujeres. Mucho puede alegarse acerca de los modos seductores que distinguen a Don Juan: la temeridad que lo engalana, lo picaresco de su personalidad, su condición de libertino y su ideal de vida hedonista. Sin embargo ¿qué es posible apuntar sobre la retórica seductora de Don Juan? Esa retórica de la seducción se distingue no sólo por el cierto valor de belleza que pudiera o no poseer, sino por el juego de sentidos que establece con la palabra. La cual al ser un signo establece una relación espacio temporal con el autor que la utiliza y con la sociedad a la que éste pertenece logrando pues, esos juegos de lenguaje que remiten a usos y costumbres del momento del autor, a saber, el barroco. Así que no será sorpresivo encontrar que la certera palabra de Don Juan esté cargada de convencionalismos sociales y morales que remiten a una sociedad barroca, la cual dota a la palabra con un valor de juramento. De modo que veremos realizar a Don Juan en cada expresión verbal un malabar elocutivo perfectamente realizado. A continuación y de manera breve pretendemos señalar en esos malabares verbales una coreografía de la conquista. Nuestro método es el siguiente: ver sistemáticamente los pasos de su seducción y encontrar en ellos una relación de sentido con los valores que la sociedad barroca ponderaba: la movilidad social, el juego de las apariencias y el contraste entre el bien y el amor, así como entre el amor y el deseo. ¿Qué hará Don Juan con las palabras que logra una respuesta positiva en cuatro mujeres? ¿Qué elementos retóricos hay en ese lenguaje que puedan ser identificables? Don Juan seduce a las cuatro mujeres de la obra de modos diferentes. La primera en ser seducida es Isabel. Don Juan, aprovechándose de las sombras, la engaña en el palacio de Nápoles. Una vez que el rey lleva una vela, el burlador es alumbrado y expulsado de la oscuridad (donde puede llevar a cabo sus desaires). En este primer encuentro Don Juan hace uso del lenguaje seductor al decirle a Isabel “de nuevo os juro/ de cumplir el dulce sí”. En este sentido podemos hablar del valor que le otorgaba a la palabra la sociedad barroca; Isabel se entrega a Don Juan porque éste le hace una promesa y esto es porque ella valora las promesas del farsante como actos verdadero. (De Molina, 2004, pág. 21) Por otro lado, Don Juan se encuentra con Tisbea después de que Catalinón lo salva del mar. Como ella es pescadora, los usos retóricos de Don Juan son orientados hacia el campo semántico de lo acuático. Este fenómeno lo podemos revisar en la siguiente cita: Vivo en vos, si en el mar muero. Ya perdí todo el recelo que me pudiera anegar, pues del infierno del mar salgo a vuestro claro cielo. (De Molina, 2004, pág. 26) Sin embargo y a diferencia de Isabel, Tisbea no valora a la palabra como un juramento; por lo cual, para que Don Juan pueda poseerla éste decide hacer uso de otros de los valores que la sociedad barroca ponderaba: la movilidad social. Tisbea accede a estar con él porque éste le promete convertirse en su esposo: Si vivo, mi bien, en ti, a cualquier cosa me obligo, aunque yo sepa perder en tu servicio la vida, la diera por bien perdida, y te prometo de ser tu esposo.(De Molina, 2004, pág. 30) Sin embargo, en este diálogo seductor, Tisbea guarda, en un inicio, sus reservas: TISBEA: Soy desigual a tu ser. JUAN: Amor es rey que iguala con justa ley la seda con el sayal. TISBEA: Casi te quiero creer, mas sois los hombres traidores. (De Molina, 2004, pág. 40). Finalmente Tisbea cede a los encantos verbales de Don Juan y, como es de esperarse, éste la abandona y para huir roba dos yeguas que ella había cuidado. Una vez más una mujer es burlada por la retórica del sevillano a través de códigos que hablan de convenciones y valores ponderados por cierta época. ¿Qué prometería hoy un Don Juan? Considerando que aún tuviera que prometer algo. La siguiente conquista será diferente. Don Juan, a diferencia de las ocasiones anteriores, no se encuentra con Ana. Éste la conoce por la descripción que su amigo Mota hace ella. Para encontrarse con ella, Don Juan esgrime su astucia. Por situaciones azarosas, recibe un papel de manos de una mujer, el cual lleva el mensaje del encuentro entre Ana y Mota. La situación hace que Don Juan sienta deseos de la burla, como recordando lo que con anterioridad hizo con Isabel. Juan viola el discurso epistolar al instalarlo en la oralidad, demorando una hora el encuentro con Mota; al manipular el discurso, transgrede también la palabra de Ana y además, comete una falta más grave, a saber, la de atentar contra su honra:¿No hay quien mate este traidor/ homicida de mi honor? (De Molina, 2004. Pág.73) Finalmente con Arminta ocurre la burla favorita de Don Juan, pues ella es una mujer casada. “Hermosas manos tenéis / para esposa de un villano” (De Molina, 2004, pág. 86) es lo que le dice Don Juan a Arminta y ella, una vez con la idea del movimiento social, cae ante la seducción del poderoso, del caballero que posee un status que ella jamás tendrá. Don Juan juguetea con la fragilidad de las mujeres que, ante una colectividad opresora, se hallan expuestas a caer en su trampa con mayor facilidad. Don Juan hace uso de su retórica pero no sólo es ésta su mayor aliada; además de ella, él echa mano de las convenciones sociales y morales de su tiempo para conquistar a las mujeres. A la noble le da su palabra, sabiendo que ella no puede dudar de ésta si es pronunciada por alguien de buena estirpe. A Tisbea, la pescadora, le ofrece un esposo y movilidad social. A Ana la engaña manipulando su propio discurso y a Artina le promete el status que un villano jamás le otorgará. La garantía del discurso de seducción de Don Juan se finca en el imaginario social, sexual y moral que rige y moldea la vida de los integrantes de la sociedad de los personajes, Las cuatro mujeres son víctimas de un lenguaje manipulador y engañoso; pero el mismo hecho de que sean víctimas de esto nos habla de un hecho más importante: la sola existencia del burlador en la obra (a pesar del castigo que reciba), a través de su discurso de seducción, pone, sobre la mesa la incapacidad de un libre goce emocional y erótico de las mujeres. Hay una tendencia de las damas al discurso seductor de tipos como el libertino puesto que su lenguaje les da de forma adelantada (a través de una promesa pre-matrimonial) el cariño y la pasión que ellas sólo podrían disfrutar después del matrimonio. Bibliografía: Mandrell, James. "Language and Seduction in El burlador de Sevilla." Bulletin of the Comediantes 40.2 (1988): 165-80. Molina, Tirso de. El burlador de Sevilla. Ed. Alfredo Rodríguez. Madrid: Cátedra, 2004. Tournier, Mochel; El espejo de las ideas. Trad. L. M. Todó. Barcelona: Acantilado, 2001.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
PersonajesEspacio en donde los productos de la imaginación de los autores reclaman su autonomía y develan ante el lector las claves de su existencia. Archivos
Mayo 2015
Categorías
Todo
|