Por Esaú Frausto
En el cuarto planeta que visitó el Principito habitaba un hombre de esos que planchan un traje negro cada mañana; que suben, como por inercia, a su automóvil, compran un café instantáneo y un pan dulce en bolsa de celofán; que pasan el día detrás de números y un escritorio; una de esas máquinas con disfraz de humano a las que con prestigio llamamos “adultos”. Aquel adulto estaba solo en un planeta contando de uno en uno, sin hablar, sin moverse, sin encender su cigarrillo, sin prestar atención a el Principito. Se aplasta en una silla giratoria a sudar el respaldo toda la tarde, porque un hombre serio nunca tiene tiempo para “callejear”. El Principito conoció a un hombre de negocios que olvidó qué contaba, de qué le servía contar, un hombre que olvidó vivir, explorar, cantar y amar. Conoció un hombre al que su afán de comerse el mundo lo devoró. El hombre de negocios contaba estrellas como quien cuenta monedas y no las utiliza. ― ¿Y de qué te sirve poseer estrellas? ―Me sirve para ser rico. ― ¿Y de qué te sirve ser rico? ―Me sirve para comprar más estrellas si alguien las descubre. La belleza y la utilidad de las estrellas se resumieron en un papel de banco que afirma que, efectivamente, aquel hombre poseía la cantidad de 501, 622, 731 estrellas declaradas suyas por ser quien las descubrió en aquel planeta en el que habitaba una máquina de esas que dejan atrapar por el trabajo y la estúpida idea de la riqueza. Esas máquinas parecen estar de moda, parece que las anuncia la televisión o que las regalan en la compra de cuatro litros de refresco. Parece que el mundo está lleno de hombre de negocio, que se extinguieron los principios y que todos somos esos adultos que poseen artilugios que no disfrutan. Parece que vemos la vida como uno de esos artilugios.
1 Comentario
![]() Por Mariana Uribe S. “No salió de una madre ni supo de mayores. Idéntico es el caso de Adán y de Quijano. Está hecho de azar. Inmediato o cercano. Lo rigen los vaivenes de variables lectores” J. L. Borges de Sherlock Holmes. Desde “un Londres de gas y neblina” –como dice Borges en su poema–, sumida en la penumbra, entre madera, alfombras y escombro, vislumbramos una silueta, sólo iluminada por el fuego de una pipa. El emblemático detective consultor Sherlock Holmes trabaja en su diván. Se mesa la barba y arruga el entrecejo, las charolas con comida que ha preparado la señora Hudson, se amontonan fuera de su puerta, los teléfonos no dejan de sonar y Watson, preocupado, no deja de llamar. Es un caso difícil. Es hora de llamar a Mycroft. El mayor de los hermanos Holmes –corpulento y de mirada profunda y gris–, fina estampa del arquetípico inglés irá directo del Club Diógenes a Baker Street en busca y rescate de Sherlock, siempre interesado por la peligrosa vida del detective. A pesar de sus esporádicas apariciones en los relatos de Conan Doyle, sabemos que Mycroft Holmes posee mayores habilidades deductivas que su hermano menor y que, no obstante, tiene también un completo desapego en cuanto a lo que la ciencia detectivesca respecta. El mismo Sherlock declara en El intérprete griego cómo Mycroft ha demostrado ser “superior a mí (Sherlock) en observación y deducción”. Sin embargo, y lo dice el mismo personaje más adelante, para ser detective hacen falta más que resultados obtenidos mediante cálculos y conocimientos duros, “si el arte del detective comenzara y terminara en el razonamiento desde una butaca, mi hermano sería el mayor detective que jamás haya existido”. La entereza y el acervo de conocimientos de los que es poseedor el mayor de los Holmes, es quizás lo que hace falta a la figura del famoso detective, que afirma que algunos conocimientos son innecesarios, peor aún, ofuscan y entorpecen el proceso detectivesco pues saturan la memoria con datos inútiles. En El estudio escarlata, primer novela de la serie publicada por Conan Doyle, en el proceso de resolver el caso de un asesinato en Scotland Yard, el doctor Watson, maravillado y curioso acerca de las habilidades y métodos supuestamente infalibles de Sherlock, se propone elaborar una detallada lista acerca de los conocimientos que éste posee: “Si sabía un número de cosas fuera de lo común, ignoraba otras tantas de todo el mundo conocidas. De literatura contemporánea, filosofía y política, estaba casi completamente en ayunas […] Mi estupefacción llegó sin embargo a su cenit cuando descubrí por casualidad que ignoraba la teoría copernicana y la composición del sistema solar. El que un hombre civilizado desconociese en nuestro siglo XIX que la tierra gira en torno al sol, se me antojó un hecho tan extraordinario que apenas si podía darle crédito”. Por otro lado, si volvemos la vista nuevamente al Intérprete griego podemos atisbar el número de conocimientos peculiares y comunes que ofrece el diálogo de Mycroft con Sherlock en el Club Diógenes o a la importancia del primero en el Servicio de Inteligencia inglesa. Quizás Borges debió escribirle un poema a Mycroft que muchas veces “gobierna al gobierno” británico. Quizás a sus benditos padres, que lejos de ser reconocidos como los tutores de dos geniales hombres, son olvidados a lo largo de la narrativa Doyleana. ¿Por qué si Mycroft podría ser mejor detective consultor es Sherlock el héroe de Doyle? La respuesta es sencilla y no se debe en lo absoluto al cirujano Joe Bell (del que por el momento no nos compete hablar), sino que la personalidad y el enorme cuerpo inglés de Mycroft están fundamentalmente compuestos de una terrible e irremediable pereza. Estudio escarlata. (Última fecha de consulta 19/04/15) http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/doyle/estudio.htm Conan Doyle. Las aventuras de Sherlock Holmes. El intérprete griego. México 1984. Editorial Porrúa, S. A. Sherlock Holmes de Jorge Luis Borges, poema. (última fecha de consulta 19/04/15) https://belakarloff221b.wordpress.com/tag/jorge-luis-borges/ Por Monserrat Acuña Murillo
Usted también, lector, puede ser un hombre del subsuelo. Un individuo marginal, alguien que voluntariamente le da la espalda a la sociedad, un hombre anónimo. Alguien quien antes de tener un nombre tiene una profesión: ser funcionario. El hecho de que la carencia de nominativos no es fortuito, la novela se inscribe en toda una tradición de autores que se ocupan de la deshumanización ocurrida tras la irrupción de la Modernidad: Akaki Akakievich, Ivan Ilich, Gregorio Samsa, Bartleby. Todos ellos fueron hombres del subsuelo. Dostoievski pone en manifiesto un sentimiento que padecerá toda una época. Recordemos que la Rusia en la que escribe es aquella que se está enfrentando a un proceso de industrialización y a las políticas zaristas. El hombre del subsuelo encarna un hecho escalofriante: una vez que se ingresa a juego de sombras de los valores y los discursos propios de la labor de un funcionario público, es imposible salir. El hombre del subsuelo ha perdido su capacidad para convivir en armonía con sus semejantes. Así, durante cuarenta años el funcionario dedicó su vida a las actividades propias de su profesión, rechazándolas e inmiscuyéndose para lograr formar parte de ese grupo. Y aunque haya podido retirarse de la profesión gracias a una pequeña herencia, aún así quedó herido de muerte su sentido de la colectividad. La duplicidad del carácter del hombre del subsuelo es un hecho interesante: por un lado se siente culpable de su situación aunque otras veces se considera víctima de la broma malvada que es la existencia. El hombre subterráneo es alguien que pretende ser abiertamente malvado para así ser amo de su destino; no obstante, su conciencia se lo impide continuamente y fracasa. A veces se considera superior al común de la especie pero al mismo tiempo reconoce lo inútil y perverso de su vida. Estos binomios nos revelan la personalidad ambivalente del funcionario y es esta misma característica la que lo hace girar la espalda a la sociedad y recluirse en su propio juicio y compañía. La obra se encuentra en el punto en donde las fronteras entre Filosofía y Literatura se olvidan. En la primera parte de la novela el hombre del subsuelo expone los problemas éticos implícitos en su trabajo, además de añadir una cuestión a la discusión: él mira desde esa zona oculta donde sólo habita la pobreza y el abandono y donde se encuentran las fracturas de las contradicciones que sustentan al sistema. En la segunda parte “A Propósito del Aguanieve” es posible viclumbrar una serie de situaciones que delinean la vida del personaje. De entre todas ellas es importante recordar su encuentro con la joven prostituta Liza. Esto ocurre mientras corre detrás de sus compañeros, al cruzar una calle se encuentra con la muchacha y siente el deseo de estar con ella. El funcionario decide erigirse como la autoridad moral de la muchacha y emite un discurso sobre los valores y las instituciones sociales que han arruinado la vida de Liza. Liza, por supuesto, se echa a llorar. El encuentro con Liza significa algo más que la oportunidad de tener una compañía, significa también la redención. No obstante, el hombre del subsuelo, hombre cobarde, escapa ante la posibilidad de que Liza pueda conocer su pobreza, tanto moral como económica. Y así es como el hombre del subsuelo, de la misma forma en que le dio voluntariamente la espalda a la sociedad, decide hacer lo propio ante la posibilidad de salvación. Bibliografía Dostoievsky, F. (2006). Memorias del subsuelo. Madrid: Cátedra ![]() Pip, por supuesto, es el peor héroe de la Historia de las novelas de crecimiento. Es un chico torpe y poco apto para la supervivencia. Es indudablemente bueno, quizás demasiado bueno para el mundo moderno en el que habita. No obstante, sobrevive. Curiosamente su gran virtud es haber sido lo suficientemente torpe como para creer que si no alimentaba al criminal un joven le sacaría los sesos. Pip, igual que Copperfield, sólo poseen la virtud de agradar, además de poseer una gran pluma pues ambas novelas son narradas en primera persona. La gracia de Pip es que es un buen chico pero eso no siempre es lo apropiado en un mundo lleno de cabrones. Ahora bien, las Grandes Esperanzas de Charles Dickens no tienen que ver con el desarrollo de Pip a través de la educación, como sucedería en un bildungsroman en donde el protagonista madura gracias al apoyo de un maestro. En su lugar Pip tiene un benefactor secreto que apoya sus estudios de caballero. En efecto, la novela trata sobre la construcción y el desarrollo de Pip pero esto se logra a través del dinero. Las Grandes Esperanzas son las del criminal que quiere verse realizado a través de Pip, verle convertirse en el gran hombre que él no pudo ser. Aunque también son las de Pip que quiere ser digno de Estela. Pip pasa toda la novela pensando que su benefactora es Miss Havisham que quiere prepararlo para que una vez convertido en caballero sea el hombre perfecto para Estela. El chico peca de ingenuo pues en realidad Havisham lo acerca a Estela para que practique con él el arte de destruir corazones. Havisham quiere vengarse por haber sido abandonada. Hay un juego de malos entendidos en la novela. Es interesante que Pip mantiene su situación y su esfuerzo por ser un señorito cómico. Nada parece justificar las esperanzas que se tienen de él. Y, de hecho, todo fracasa. Pip no logra convertirse en el hombre que quería ser. Aquí es posible establecer una relación con la novela El gran Gatsby. Ambos textos tienen en común que la anécdota principal gira en torno a un hombre pobre que quiere hacerse digno de una mujer de una clase social superior. Sin embargo, Gatsby se reinventa y termina en una tragedia; Pip, por otro lado, es víctima de la circunstancia, a quien las cosas le ocurren. Y es tan víctima de la circunstancia que sólo es posible pensar en su historia a partir de la revolución industrial. Ya que el criminal al que Pip ayuda huye a Australia, amasa una gran fortuna con la promesa de usarla en Pip para que éste fuera un buen hombre. El tema de las grandes esperanzas es posible porque la nueva sociedad industrial que se está formando permite una gran movilidad social. Aunque es un detalle interesante que para Dickens esto no es posible en Inglaterra, eso ocurre en América o en Australia, los cuales son sitios utópicos en donde los personajes pueden reinventarse a sí mismos. Finalmente, es menester señalar que a diferencia de Copperfield (quien cultiva la escritura) Pip no desarrolla ningún talento en particular. Pareciera que la mediocridad de Pip es un punto importante de la novela, y que debe quedar claro que él no podría salir adelante sin la ayuda de su benefactor. Quizás el gran errpr de la adaptación de Cuarón es hacer de Pip un pintor talentoso. Él no es un superhombre, sus grandes esperanzas no se fincan en sus fuerzas sino en la circunstancia que le permitió salvar a un hombre que le estaría siempre agradecido. La belleza de Grandes Esperanzas radica en esas incertidumbres, al final la vida de Pip es misteriosa y sublime por todo aquello que le sucede. Pip logra merecer a Estela por el largo camino que tuvo que recorrer para llegar junto a ella. Pero no es un bildungsroman, Pip no habrá de convertirse en un héroe, ni en un señor, Pip será siempre Pip. Por eso es que Dickens nos regala un sugerente final abierto que nos hace pensar en las grandes esperanzas de Pip y Estela. BibliografíaDickens, C. (2006). Grandes Esperanzas. Barcelona: De bolsillo. ![]() ¿Qué hombre no quisiera correr con una suerte como la que acompaña a José Arcadio? Esa suerte que lo acompaña a todas partes y en todos los momentos, en su vida llevada al límite dentro y fuera de Macondo. Es envidiable la relación que tiene nuestro personaje con las mujeres. Desde temprana edad, gracias a su notoria eminencia, despertó la inquietud de una mujer mayor —sueño de tantos— y no sólo eso, desató el deseo que le fue correspondido en la hamaca de un cuarto oloroso a cigarrillo, alumbrado por la madrugada, ambientado por el sueño del resto y amenizado por Pilar Ternera. Aún durmiendo con su hermano menor —Aureliano Buendía—, teniendo que escapar de casa, se aventuraba, mientras todos dormían, por las calles de Macondo siguiendo el olor a cigarrillo y correspondiendo a sus instintos masculinos en busca del placer brindado por Pilar Ternera —la primera en descubrir el potencial de José Arcadio— su amante nocturna y fugaz. Su amor parecía entregar felicidad a José Arcadio, incluso le propuso dar a conocer lo que nadie imaginaba, hacer público el amor que se tenían y que era producto de sus encuentros. Sin embargo, el tiempo de la magia y la dulzura terminó para ambos el día en que Pilar Ternera le dio a José Arcadio la abrumadora noticia que lo convertía en todo un hombre. José Arcadio se ocultó, evitó el encuentro con Pilar ternera, incluso de resguardaba en el laboratorio de alquimia de su padre y se olvidó de perseguir el olor a cigarrillo. Una noche, fuera de lo cotidiano, extraviado en la multitud de pobladores y gitanos que se reunían en Macondo descubrió la nueva oportunidad que le presentaba el destino. Aquella oportunidad tenía forma de mujer, de mujer joven y gitana, la mujer más bella que José Arcadio había visto. José Arcadio es oportuno, no suprime sus deseos, se lanza sobre ella, ella lo acepta y se dejan guiar por las pasiones y las ansias de dos cuerpos jóvenes. Aquella joven gitana fue el mar donde José Arcadio hundió su errado pasado y la fuga de José Arcadio no sólo fue terrible para los Buendía, la fuga de José Arcadio abrió las puertas de Macondo. Volvió a Macondo después de haber dado sesenta y siete vueltas por el mundo, fornido y tatuado. El mundo descubierto por José Arcadio lo enseñó a dormir de día y a vivir de noche, a hacer que las mujeres paguen rifas donde el premio es acostarse con él y a embriagar al pueblo por noche eternas. Volvió solo, mas poco tiempo le llevó encontrar una nueva concubina, Rebeca —quien estaba comprometida con Pietro Crespi— su presunta hermana, hacerla mujer y llevarla tres días después ante el altar. García Márquez Gabriel. (2012). Cien años de soledad. (9ª reimp) México: Diana. Por Carla María Durán Ugalde
Lo terrible no es emprender un viaje sin rumbo, lo terrible es la carencia de dirección por no haber recibido una despedida de la mano y de las lágrimas de un ser amado, saliendo del lugar en el que no se es un extranjero. Los muertos se van sin conocer el camino a la otra vida, pero el rito de despedida que reparan los vivos alumbra el camino al descanso eterno. Al pueblo caribeño sin flores y con apenas veinte casitas, llegó Esteban. Su cuerpo pesado flotaba, el ahogado que andaba por los mares sin haber recibido un decoroso adiós. Navega abandonado y sin rumbo. ¿De dónde era Esteban? ¿De quién le faltó la despedida? El ahogado no tiene tierra que le haya llorado. Esteban llega al pueblo de jardines de piedra y es recibido. Los hombres salen a buscar de dónde es el ahogado, quién reclame su cuerpo y le llore. Mientras, no dejan el cadáver desatendido, las mujeres comienzan a prepararlo, se dan a la tarea de arrancar lo que el mar ha sembrado en su piel. “Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con fierros de descamar pescados.” (Márquez, 2012, pág. 44) Lo regresan a la tierra. Limpian su cuerpo y su rostro: es el hombre más grande y hermoso del mundo. Leen su nombre en su cara y notan los problemas de tamaño. Esteban debió de cargar con las dimensiones exageradas de su cuerpo por casitas demasiado frágiles para él. El ahogado más hermoso del mundo no tuvo lugar en tierra porque no cabía en ninguna parte. “Lo vieron condenado en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas manos de buey de mar (…) no se preocupe, señora, así estoy bien, sólo para no pasar por la vergüenza de desbaratar la silla (…) después susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso.” (Márquez, 2012, pág. 47) La compasión por Esteban comienza de las manos femeninas. Lo despojan de todo lo del mar y lo visten para ser un hombre de la tierra. Las mujeres adivinan los dolores que tuvo en vida y los sanan llorándole. Lo acogen como a uno de sus muertos. Cubren la cara de Esteban para que esté cómodo, sin que la luz le estorbe, como si estuviera dormido, preparándose para dejar el mundo. El funeral de Esteban queda a cargo de las damas del pueblo quienes se encargan de darle todo amuleto para su viaje al otro mundo. Y de la ternura femenina nace la capacidad de los hombres de reconocer a Esteban como uno de los suyos. Cuando regresan de preguntar a los pueblos vecinos si se les falta alguien y de recibir negativas, no comprenden el desgaste de las mujeres en el funeral de un desconocido. Pero ellas revelan el rostro de Esteban, al mirarlo ellos también saben que es de los suyos. Ahora el funeral es labor de todo el pueblo. Esteban no tenía pueblo, era el ahogado de ninguna parte. El océano lo había poblado de sal y percebes, se había adueñado de un terrestre porque nadie fuera del agua había querido despedirse de él. El tonto hermoso no era más que otro broche adornando el océano, apenas hombre, por su tamaño se podía confundir con una ballena, con un barco. Pero debajo de todo lo que el mar puso como marca de apropiación, está él. Las mujeres del pueblo no crean a Esteban, lo descubren. Bastaba con quitarle lo que ocultaba su identidad para conocer cómo había vivido. Todo es cierto: es el hombre más grande y hermoso del mundo, sufrió por serlo sin encontrar un lugar en el que cupiera, pero siempre fue amable y hermoso, hizo todas las hazañas que los demás hombres no harían en una vida y fue hermoso, y fue el hermoso Esteban. Una vez que es un hombre y que todos pueden reconocer, una vez que le dan un pueblo natal, un padre y una madre ya no es el ahogado, es su ahogado. Lo regresan al mar, no porque no pertenezca al pueblo sin flores si no porque en la tierra dura no pueden enterrarlo. De cualquier forma, ya no importa que regrese al mar, ya no va desamparado, el mar ya no va a hacerlo suyo, va a reconocerlo como alguien que en vida lo tuvo todo. Márquez, G. G. (2012). La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndira y su Abuela Desalmada. México: Diana. Por Mariana Uribe “- Profesor Mambrú, perdone que se lo diga, pero debería peinarse. -Los nidos no se peinan, señor director” Arciniegas. A lo largo de mi vida, he conocido distintas clases de profesores, y aunque, para mi desgracia, no todos eran buenos profesores, todos tenían un rasgo o modo característico que me permite, aún ahora, llevarlos conmigo en la memoria.
De los maestros rudos e inflexibles recuerdo el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho; de alguna maestra dulce aprendí mis primeras letras, y sé que por otra no tan dulce tengo en el corazón el amor por ellas. Recuerdo, también la risa sarcástica de un hombre bajito y calvo que me llamaba “licenciada” porque se creía ingeniero; pero sobre todo, cuando escucho la palabra “maestro” me viene a la mente un “profe” peculiar que conocí hace mucho años por Pamplona. A mí nunca me dio clases, pero sé de buena fuente que cuando los demás maestros no andaban cerca, el profe Mambrú les contaba a sus alumnos historias de princesas, les hacía oler las flores y la hierba fresca que crece en las tierras aledañas a los reinos. Les hablaba de la vida y se dedicaba, únicamente, a hacer reír a todos, con su didáctica inventada, mágica, con un método de estudios basado sólo en cuentos de final feliz. Dicen que Mambrú tenía un ave llamada Ambrosio viviendo en su sabia cabeza. He tenido profesores que usan corbatas graciosas o que intentan dibujar mapas en el pizarrón que parecen más un garabato que un continente, pero ninguno se compara con Mambrú, él se sostiene de “Ambrosio y se va, se va volando a casa”. Ninguno como Mambrú, que no hace planeaciones ni toma en cuenta los programas de la SEP. Arciniegas, Triunfo. El vampiro y otras visitas. “El profe Mambrú”. Fondo de cultura económica, A la orilla del viento: México, 2007. por Carla María Durán Ugalde ![]() Un hombre hace una apuesta que implica llegar a tiempo por una suma impresionante de dinero. Es sencillo tener imprevistos en una travesía, perder el equipaje, que el buque se atrase en salir, que haya un tramo de vía en reparación y el tren no pueda continuar, el tiempo corre y se puede estar atorado en un mismo lugar indefinidamente. Si se apuesta viajar y llegar al mismo punto de la partida a tiempo, es casi suponer que no habrá retrasos de ninguna especie. Phileas Fogg se da el lujo de apostar veinte mil libras a que llega el día y la hora que el dispone y pasar por toda clase de contratiempos. Cualquiera en el lugar de Phileas Fogg se habría destrozado los nervios en el viaje en el que recorre el mundo la cantidad de días estima como el mínimo de tiempo en el que se puede dar la vuelta al globo terráqueo. No anda con el tiempo holgado, cuenta un mínimo y le apuesta a eso. Debe de emplear con cuidado sus minutos. “—Un Mínimo bien empleado basta para todo. —¡Pero a fin de aprovecharlo, es indispensable saltar matemáticamente de los ferrocarriles a los vapores, y de éstos a aquellos! —Saltaré matemáticamente.” (Verne, 2009, pág. 21) Fogg tiene la plena confianza de que logrará subir y bajar de cada transporte a la hora indicada, de acuerdo al itinerario. Desde el inicio cree en que sus cálculos están hechos para ser aplicados a la realidad. Todo el viaje está cimentado en la seguridad que tiene el caballero inglés, no se embarca arriesgándose a ciegas, viaja reposando su tranquilidad en los números que ha escrito. Pese a que las estimaciones de Fogg son correctas, ni con una bola de cristal hubiera podido predecir que un inspector de policía lo iba a perseguir todo el camino, que salvaría a una dama de ser quemada, o cuántas veces el clima estaría en su contra. En realidad no se sube a los barcos y a los trenes tan matemáticamente como había previsto, pero Mr. Fogg continúa su trayectoria como si nada estuviera pasando. “No viajaba, sino que estaba describiendo una circunferencia. Era un cuerpo grave recorriendo una órbita alrededor del globo terráqueo según las leyes de la mecánica racional.” (Verne, 2009, pág. 57) Quien se altera con los inesperados infortunios y se queda sin aliento frente a todo problema es Picaporte, él se encarga de reflejar en realidad cuan grave puede ser la situación. Phileas Fogg lleva consigo una libreta y si acaso anota unas dos cosas para saber cuánto tiempo tendrá que ahorrar en la siguiente parada. Sigue escribiendo, por cada variante genera nuevas supuestas constantes para el viaje. Las inhalaciones y exhalaciones de Phileas Fogg no son alteradas, todo está dentro del margen de tiempo que ha calculado. Con tener todo en papel Fogg se convierte en el amo y señor de una paciencia infinita. Le confía veinte mil libras a sus apuntes, y con eso le basta para estar peligrosamente armado de serenidad. Incluso hacia el final del viaje, ya con el tiempo encima Phileas va resolviendo las adversidades paso por paso, sin gritar, pagando lo que haya que pagar. Jamás pronuncia las temibles palabras “no vamos a lograrlo.” Phileas se apura a su propia manera: con sosiego. Hacia el final del viaje, cuando Fix ya lo ha arrestado y Fogg cree haber perdido la apuesta por ser ese el día ochenta y encontrarse encarcelado, tampoco pierde el temple. Por supuesto que golpea a Fix, pero sin prisa y solamente porque se lo merecía. Tal vez incluso conociendo que todavía había tiempo de ganar la apuesta lo hubiera golpeado porque en nada afectaba gastar unos minutos en desquitarse con el inspector. Phileas Fogg aun siendo minucioso como es, con su abandono hacia sus cálculos, se equivoca por un día, tenía un día más. Su tranquilidad que se sostenía en que aquello que estaba en papel fuera correcto, y no lo era. El triunfo de Fogg no está en los cálculos, eran más bien un pretexto para que el éxito llegara. Bastaba con confiar en ellos y acompañarlos de paciencia. Así, el tiempo reconoce al hombre paciente y lo compensa con un día más para que pueda ganar algo más que veinte mil libras, su honor. Verne, J. (2009). La Vuelta al Mundo en 80 Días. (J. R. T., Trad.) México: Epoca. Por Monserrat Acuña
Para Don Juan el sexo es como un ciclón que destruye a su paso el orden social, moral y religioso. Todas las obras en las que aparece interpreta el papel del conejo perseguido por unos perros de caza interpretados por mujeres despechadas, padres ofendidos y maridos cornudos. La carrera finaliza siempre con la muerte de la presa. Sin embargo, Don Juan no es un conejito inocente, él desvela su naturaleza, más allá de sus acciones, en su visión de la mujer: la encuentra como un trofeo, como un objeto el cual tiene cierto encanto antes de ser usado pero lo pierde inmediatamente después de poseerlo. A lo largo de la obra de Tirso de Molina, Don Juan, ese personaje paradigmático que muy probablemente es el más famoso del teatro español, seduce a cuatro mujeres. Mucho puede alegarse acerca de los modos seductores que distinguen a Don Juan: la temeridad que lo engalana, lo picaresco de su personalidad, su condición de libertino y su ideal de vida hedonista. Sin embargo ¿qué es posible apuntar sobre la retórica seductora de Don Juan? Esa retórica de la seducción se distingue no sólo por el cierto valor de belleza que pudiera o no poseer, sino por el juego de sentidos que establece con la palabra. La cual al ser un signo establece una relación espacio temporal con el autor que la utiliza y con la sociedad a la que éste pertenece logrando pues, esos juegos de lenguaje que remiten a usos y costumbres del momento del autor, a saber, el barroco. Así que no será sorpresivo encontrar que la certera palabra de Don Juan esté cargada de convencionalismos sociales y morales que remiten a una sociedad barroca, la cual dota a la palabra con un valor de juramento. De modo que veremos realizar a Don Juan en cada expresión verbal un malabar elocutivo perfectamente realizado. A continuación y de manera breve pretendemos señalar en esos malabares verbales una coreografía de la conquista. Nuestro método es el siguiente: ver sistemáticamente los pasos de su seducción y encontrar en ellos una relación de sentido con los valores que la sociedad barroca ponderaba: la movilidad social, el juego de las apariencias y el contraste entre el bien y el amor, así como entre el amor y el deseo. ¿Qué hará Don Juan con las palabras que logra una respuesta positiva en cuatro mujeres? ¿Qué elementos retóricos hay en ese lenguaje que puedan ser identificables? Don Juan seduce a las cuatro mujeres de la obra de modos diferentes. La primera en ser seducida es Isabel. Don Juan, aprovechándose de las sombras, la engaña en el palacio de Nápoles. Una vez que el rey lleva una vela, el burlador es alumbrado y expulsado de la oscuridad (donde puede llevar a cabo sus desaires). En este primer encuentro Don Juan hace uso del lenguaje seductor al decirle a Isabel “de nuevo os juro/ de cumplir el dulce sí”. En este sentido podemos hablar del valor que le otorgaba a la palabra la sociedad barroca; Isabel se entrega a Don Juan porque éste le hace una promesa y esto es porque ella valora las promesas del farsante como actos verdadero. (De Molina, 2004, pág. 21) Por otro lado, Don Juan se encuentra con Tisbea después de que Catalinón lo salva del mar. Como ella es pescadora, los usos retóricos de Don Juan son orientados hacia el campo semántico de lo acuático. Este fenómeno lo podemos revisar en la siguiente cita: Vivo en vos, si en el mar muero. Ya perdí todo el recelo que me pudiera anegar, pues del infierno del mar salgo a vuestro claro cielo. (De Molina, 2004, pág. 26) Sin embargo y a diferencia de Isabel, Tisbea no valora a la palabra como un juramento; por lo cual, para que Don Juan pueda poseerla éste decide hacer uso de otros de los valores que la sociedad barroca ponderaba: la movilidad social. Tisbea accede a estar con él porque éste le promete convertirse en su esposo: Si vivo, mi bien, en ti, a cualquier cosa me obligo, aunque yo sepa perder en tu servicio la vida, la diera por bien perdida, y te prometo de ser tu esposo.(De Molina, 2004, pág. 30) Sin embargo, en este diálogo seductor, Tisbea guarda, en un inicio, sus reservas: TISBEA: Soy desigual a tu ser. JUAN: Amor es rey que iguala con justa ley la seda con el sayal. TISBEA: Casi te quiero creer, mas sois los hombres traidores. (De Molina, 2004, pág. 40). Finalmente Tisbea cede a los encantos verbales de Don Juan y, como es de esperarse, éste la abandona y para huir roba dos yeguas que ella había cuidado. Una vez más una mujer es burlada por la retórica del sevillano a través de códigos que hablan de convenciones y valores ponderados por cierta época. ¿Qué prometería hoy un Don Juan? Considerando que aún tuviera que prometer algo. La siguiente conquista será diferente. Don Juan, a diferencia de las ocasiones anteriores, no se encuentra con Ana. Éste la conoce por la descripción que su amigo Mota hace ella. Para encontrarse con ella, Don Juan esgrime su astucia. Por situaciones azarosas, recibe un papel de manos de una mujer, el cual lleva el mensaje del encuentro entre Ana y Mota. La situación hace que Don Juan sienta deseos de la burla, como recordando lo que con anterioridad hizo con Isabel. Juan viola el discurso epistolar al instalarlo en la oralidad, demorando una hora el encuentro con Mota; al manipular el discurso, transgrede también la palabra de Ana y además, comete una falta más grave, a saber, la de atentar contra su honra:¿No hay quien mate este traidor/ homicida de mi honor? (De Molina, 2004. Pág.73) Finalmente con Arminta ocurre la burla favorita de Don Juan, pues ella es una mujer casada. “Hermosas manos tenéis / para esposa de un villano” (De Molina, 2004, pág. 86) es lo que le dice Don Juan a Arminta y ella, una vez con la idea del movimiento social, cae ante la seducción del poderoso, del caballero que posee un status que ella jamás tendrá. Don Juan juguetea con la fragilidad de las mujeres que, ante una colectividad opresora, se hallan expuestas a caer en su trampa con mayor facilidad. Don Juan hace uso de su retórica pero no sólo es ésta su mayor aliada; además de ella, él echa mano de las convenciones sociales y morales de su tiempo para conquistar a las mujeres. A la noble le da su palabra, sabiendo que ella no puede dudar de ésta si es pronunciada por alguien de buena estirpe. A Tisbea, la pescadora, le ofrece un esposo y movilidad social. A Ana la engaña manipulando su propio discurso y a Artina le promete el status que un villano jamás le otorgará. La garantía del discurso de seducción de Don Juan se finca en el imaginario social, sexual y moral que rige y moldea la vida de los integrantes de la sociedad de los personajes, Las cuatro mujeres son víctimas de un lenguaje manipulador y engañoso; pero el mismo hecho de que sean víctimas de esto nos habla de un hecho más importante: la sola existencia del burlador en la obra (a pesar del castigo que reciba), a través de su discurso de seducción, pone, sobre la mesa la incapacidad de un libre goce emocional y erótico de las mujeres. Hay una tendencia de las damas al discurso seductor de tipos como el libertino puesto que su lenguaje les da de forma adelantada (a través de una promesa pre-matrimonial) el cariño y la pasión que ellas sólo podrían disfrutar después del matrimonio. Bibliografía: Mandrell, James. "Language and Seduction in El burlador de Sevilla." Bulletin of the Comediantes 40.2 (1988): 165-80. Molina, Tirso de. El burlador de Sevilla. Ed. Alfredo Rodríguez. Madrid: Cátedra, 2004. Tournier, Mochel; El espejo de las ideas. Trad. L. M. Todó. Barcelona: Acantilado, 2001. Por Carla María Durán En un castillo construido por las ventiscas de maravillosa belleza y vacías habitaciones habita la mujer que gobierna el invierno y sus tormentas. La Reina de las Nieves se pasea, magníficamente vestida de hielo y pieles, por los cielos del mundo en su carruaje llevando el frío a todas las ciudades, pueblos y campos. Nadie la acompaña en su viaje. La perpetua soledad es su única compañera.
En otras latitudes más acogedoras, ésas en las que el sol de vez en cuando se asoma y las sonrisas nunca escasean, vive Kay. Él es un niño amable que gusta de las estaciones cálidas del año porque puede salir a jugar con su amiga Gerda. Su abuela le cuenta sobre quien gobierna a los copos de nieve que evitan que juegue bajo el sol, el niño amenaza con sentarla sobre la estufa para que se derrita si entra en la casa. Esa noche la reina lo visita, ha llamado su atención, mientras él ve por la ventana aparece de un copo de nieve y lo llama con un gesto de su mano, Kay se asusta y ella se marcha. El corazón, la piel y los ojos de Kay son opuestos a los de la Reina de las Nieves, ella está helada y pese a ello vive, por el contrario el niño es el símbolo de la vida, es la calidez. La reina no puede llevárselo con ella siendo él tan distinto, sin embargo algo le hace el favor de enfriar el corazón de Kay. Al principio del cuento, Andersen narra la invención de un demonio, un espejo capaz de distorsionar toda hermosura acosas repugnantes. El espejo se cae cuando el demonio intenta subirlo al cielo, queda hecho trizas, algunos fragmentos son tan pequeños como un grano de arena. Estos, al ser llevados por el viento, podían insertarse en el corazón o en los ojos de las personas y hacerlos ver la vida tan horrible como si todo estuviera reflejado en el espejo. Un pedacito del maldito artefacto se mete en el ojo de Kay y otro se entierra en su corazón volviéndolo frío. Ahora el niño ya no es tan diferente de la Reina de las Nieves. Una vez que el corazón de Kay comienza a enfriarse su distanciamiento con Gerda es inevitable. El niño que ha interesado a la Reina de las Nieves deja de tener una amiga cerca y su corazón al ir perdiendo calidez se convierte en algo más sencillo de conquistar. Basta con tentar a Kay para que se marche con ella. La tarde en la que él sale a jugar en su trineo la reina pasea en su carruaje, es el más grande y atractivo para amarrar el trineo e ir más rápido. Kay sucumbe ante la tentación de ser halado por el carruaje de la Reina de las Nieves. Se lo lleva hasta el cielo y una vez lejos de la ciudad lo sienta a su lado, lo cubre con sus pieles para que no tenga frío, besa su frente una vez y termina de enfriarle el corazón, lo besa de nuevo y se olvida de todos a quienes deja en casa. Ya no viaja sola por los cielos y las vacías habitaciones de su castillo ahora tendrán un niño para que las habite. Es él quien cambiará su desierta vida. La Reina de las Nieves se roba a Kay porque le ama. Su altanero comentario sobre sentarla en una estufa pudo ser lo que la hiciera voltear la mirada hacia el niño y al observarlo acompañar a Gerda en sus juegos la enamora. La reina no ignora que un corazón cálido como el de Kay no puede vivir dentro de unos aposentos de hielo ni acompañarla mientras lleva vientos helados por el mundo. La resignación se habría apoderado de ella si la suerte no hubiera llevado pedacitos del espejo al interior de Kay. Ya puede ser como la Reina de las Nieves, casi le hace un favor a llevárselo a un entorno donde todo está tan congelado como su corazón. El cariño que siente la Reina de las Nieves por el niño nace de su soledad y esa es la razón por la que es un amor egoísta. La reina cree hacerle un bien al permitirle vivir con ella, él está helado, pertenece a su mundo. Pero al terminar de congelarlo y concederle sus caprichos una vez viviendo en su palacio, lo que logra es atarlo, evita que recuerde cómo era su vida antes y a quienes amaba. No le da la libertad a Kay de elegir si la ama. Kay considera que se encuentra en el lugar más maravilloso del mundo por poseer las atenciones de una reina hermosa, pero es el espejo el que no lo deja ver lo vacío y helado de toco cuanto le rodea. Cuando ve por primera vez a la Reina de las Nieves a través de su ventana le sorprende que aun vestida de copos y con la cara tan blanca, viva, le provoca miedo. Después del beso ya no puede percibir el frío, todo lo que venga de ella es precioso para Kay. Si la Reina de las Nieves se hubiera llevado a Kay por crueldad no habría esperado a poderlo hacer su semejante. Lo habría subido al carruaje por la fuerza, hubiera procurado mantener el calor en cuerpo del pequeño para que sufriera en el frío del castillo, no hubiera sido libre de vagar por las habitaciones, habría estado confinado a un calabozo, no le hubiera prestado sus pieles ni consentido sus deseos. De haber tenido intenciones crueles la reina no habría escatimado en horrores para el pequeño. Pero ella es paciente, tiene ventaja gracias al espejo, espera al momento para convencerlo, llevárselo poco a poco. Una vez con ella es excesiva en sus cariños. Ciertamente un amor egoísta puede ser cruel, sin embargo es por el apasionamiento del amor que se cometen barbaridades. Y un amor desesperado, sembrado en la soledad no conoce leyes. La Reina de las Nieves no ve que Kay le pertenece a Gerda, en el momento en que el corazón del niño se va congelando lo toma como suyo. La reina está cegada para ver que el frío no es su naturaleza, quien ama ya es como ella, lo quiere y siente el derecho de tomarlo. La Reina de las Nieves actúa por un amor desmedido hacia Kay, un apasionamiento nacido por la extenuación que le provoca su soledad. No es un personaje cruel, es un personaje incapaz de ver más allá de su deseo inocente de terminar con su aislamiento. Ella tiene la simple ilusión de contar con alguien de piel, corazón y ojos helados como los suyos. La mujer que gobierna las heladas, quien es dueña del invierno, habita un magnifico palacio de hielo. Pasea los cielos en un fabuloso carruaje blanco dejando caer copos de nieve. Se ocupa en que las personas de todo el mundo sientan frío, de helar sus ventanas, se esmera en hacer inviernos inolvidables para olvidarse que alguna vez hubo un niño encantador con un corazón helado como el de ella quien podría estarla acompañando en esos momentos. Andersen, H. C. (1997). La Reina de las Nieves. (G. Raebel, Trad.) León, España: Everest. Andersen, H. C. (s.f.). Ciudad Seva. Recuperado el 7 de Eenero de 2015, de La Reina de las Nieves: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/reina.htm Andersen, H. C. (s.f.). The Literature Network. Recuperado el 7 de Enero de 2015, de The Snow Queen: http://www.online-literature.com/hans_christian_andersen/972/ |
PersonajesEspacio en donde los productos de la imaginación de los autores reclaman su autonomía y develan ante el lector las claves de su existencia. Archivos
Mayo 2015
Categorías
Todo
|