Por Carla María Durán Ugalde
Lo terrible no es emprender un viaje sin rumbo, lo terrible es la carencia de dirección por no haber recibido una despedida de la mano y de las lágrimas de un ser amado, saliendo del lugar en el que no se es un extranjero. Los muertos se van sin conocer el camino a la otra vida, pero el rito de despedida que reparan los vivos alumbra el camino al descanso eterno. Al pueblo caribeño sin flores y con apenas veinte casitas, llegó Esteban. Su cuerpo pesado flotaba, el ahogado que andaba por los mares sin haber recibido un decoroso adiós. Navega abandonado y sin rumbo. ¿De dónde era Esteban? ¿De quién le faltó la despedida? El ahogado no tiene tierra que le haya llorado. Esteban llega al pueblo de jardines de piedra y es recibido. Los hombres salen a buscar de dónde es el ahogado, quién reclame su cuerpo y le llore. Mientras, no dejan el cadáver desatendido, las mujeres comienzan a prepararlo, se dan a la tarea de arrancar lo que el mar ha sembrado en su piel. “Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con fierros de descamar pescados.” (Márquez, 2012, pág. 44) Lo regresan a la tierra. Limpian su cuerpo y su rostro: es el hombre más grande y hermoso del mundo. Leen su nombre en su cara y notan los problemas de tamaño. Esteban debió de cargar con las dimensiones exageradas de su cuerpo por casitas demasiado frágiles para él. El ahogado más hermoso del mundo no tuvo lugar en tierra porque no cabía en ninguna parte. “Lo vieron condenado en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas manos de buey de mar (…) no se preocupe, señora, así estoy bien, sólo para no pasar por la vergüenza de desbaratar la silla (…) después susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso.” (Márquez, 2012, pág. 47) La compasión por Esteban comienza de las manos femeninas. Lo despojan de todo lo del mar y lo visten para ser un hombre de la tierra. Las mujeres adivinan los dolores que tuvo en vida y los sanan llorándole. Lo acogen como a uno de sus muertos. Cubren la cara de Esteban para que esté cómodo, sin que la luz le estorbe, como si estuviera dormido, preparándose para dejar el mundo. El funeral de Esteban queda a cargo de las damas del pueblo quienes se encargan de darle todo amuleto para su viaje al otro mundo. Y de la ternura femenina nace la capacidad de los hombres de reconocer a Esteban como uno de los suyos. Cuando regresan de preguntar a los pueblos vecinos si se les falta alguien y de recibir negativas, no comprenden el desgaste de las mujeres en el funeral de un desconocido. Pero ellas revelan el rostro de Esteban, al mirarlo ellos también saben que es de los suyos. Ahora el funeral es labor de todo el pueblo. Esteban no tenía pueblo, era el ahogado de ninguna parte. El océano lo había poblado de sal y percebes, se había adueñado de un terrestre porque nadie fuera del agua había querido despedirse de él. El tonto hermoso no era más que otro broche adornando el océano, apenas hombre, por su tamaño se podía confundir con una ballena, con un barco. Pero debajo de todo lo que el mar puso como marca de apropiación, está él. Las mujeres del pueblo no crean a Esteban, lo descubren. Bastaba con quitarle lo que ocultaba su identidad para conocer cómo había vivido. Todo es cierto: es el hombre más grande y hermoso del mundo, sufrió por serlo sin encontrar un lugar en el que cupiera, pero siempre fue amable y hermoso, hizo todas las hazañas que los demás hombres no harían en una vida y fue hermoso, y fue el hermoso Esteban. Una vez que es un hombre y que todos pueden reconocer, una vez que le dan un pueblo natal, un padre y una madre ya no es el ahogado, es su ahogado. Lo regresan al mar, no porque no pertenezca al pueblo sin flores si no porque en la tierra dura no pueden enterrarlo. De cualquier forma, ya no importa que regrese al mar, ya no va desamparado, el mar ya no va a hacerlo suyo, va a reconocerlo como alguien que en vida lo tuvo todo. Márquez, G. G. (2012). La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndira y su Abuela Desalmada. México: Diana.
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PersonajesEspacio en donde los productos de la imaginación de los autores reclaman su autonomía y develan ante el lector las claves de su existencia. Archivos
Mayo 2015
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