Por Mariana Uribe “- Profesor Mambrú, perdone que se lo diga, pero debería peinarse. -Los nidos no se peinan, señor director” Arciniegas. A lo largo de mi vida, he conocido distintas clases de profesores, y aunque, para mi desgracia, no todos eran buenos profesores, todos tenían un rasgo o modo característico que me permite, aún ahora, llevarlos conmigo en la memoria.
De los maestros rudos e inflexibles recuerdo el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho; de alguna maestra dulce aprendí mis primeras letras, y sé que por otra no tan dulce tengo en el corazón el amor por ellas. Recuerdo, también la risa sarcástica de un hombre bajito y calvo que me llamaba “licenciada” porque se creía ingeniero; pero sobre todo, cuando escucho la palabra “maestro” me viene a la mente un “profe” peculiar que conocí hace mucho años por Pamplona. A mí nunca me dio clases, pero sé de buena fuente que cuando los demás maestros no andaban cerca, el profe Mambrú les contaba a sus alumnos historias de princesas, les hacía oler las flores y la hierba fresca que crece en las tierras aledañas a los reinos. Les hablaba de la vida y se dedicaba, únicamente, a hacer reír a todos, con su didáctica inventada, mágica, con un método de estudios basado sólo en cuentos de final feliz. Dicen que Mambrú tenía un ave llamada Ambrosio viviendo en su sabia cabeza. He tenido profesores que usan corbatas graciosas o que intentan dibujar mapas en el pizarrón que parecen más un garabato que un continente, pero ninguno se compara con Mambrú, él se sostiene de “Ambrosio y se va, se va volando a casa”. Ninguno como Mambrú, que no hace planeaciones ni toma en cuenta los programas de la SEP. Arciniegas, Triunfo. El vampiro y otras visitas. “El profe Mambrú”. Fondo de cultura económica, A la orilla del viento: México, 2007.
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por Carla María Durán Ugalde ![]() Un hombre hace una apuesta que implica llegar a tiempo por una suma impresionante de dinero. Es sencillo tener imprevistos en una travesía, perder el equipaje, que el buque se atrase en salir, que haya un tramo de vía en reparación y el tren no pueda continuar, el tiempo corre y se puede estar atorado en un mismo lugar indefinidamente. Si se apuesta viajar y llegar al mismo punto de la partida a tiempo, es casi suponer que no habrá retrasos de ninguna especie. Phileas Fogg se da el lujo de apostar veinte mil libras a que llega el día y la hora que el dispone y pasar por toda clase de contratiempos. Cualquiera en el lugar de Phileas Fogg se habría destrozado los nervios en el viaje en el que recorre el mundo la cantidad de días estima como el mínimo de tiempo en el que se puede dar la vuelta al globo terráqueo. No anda con el tiempo holgado, cuenta un mínimo y le apuesta a eso. Debe de emplear con cuidado sus minutos. “—Un Mínimo bien empleado basta para todo. —¡Pero a fin de aprovecharlo, es indispensable saltar matemáticamente de los ferrocarriles a los vapores, y de éstos a aquellos! —Saltaré matemáticamente.” (Verne, 2009, pág. 21) Fogg tiene la plena confianza de que logrará subir y bajar de cada transporte a la hora indicada, de acuerdo al itinerario. Desde el inicio cree en que sus cálculos están hechos para ser aplicados a la realidad. Todo el viaje está cimentado en la seguridad que tiene el caballero inglés, no se embarca arriesgándose a ciegas, viaja reposando su tranquilidad en los números que ha escrito. Pese a que las estimaciones de Fogg son correctas, ni con una bola de cristal hubiera podido predecir que un inspector de policía lo iba a perseguir todo el camino, que salvaría a una dama de ser quemada, o cuántas veces el clima estaría en su contra. En realidad no se sube a los barcos y a los trenes tan matemáticamente como había previsto, pero Mr. Fogg continúa su trayectoria como si nada estuviera pasando. “No viajaba, sino que estaba describiendo una circunferencia. Era un cuerpo grave recorriendo una órbita alrededor del globo terráqueo según las leyes de la mecánica racional.” (Verne, 2009, pág. 57) Quien se altera con los inesperados infortunios y se queda sin aliento frente a todo problema es Picaporte, él se encarga de reflejar en realidad cuan grave puede ser la situación. Phileas Fogg lleva consigo una libreta y si acaso anota unas dos cosas para saber cuánto tiempo tendrá que ahorrar en la siguiente parada. Sigue escribiendo, por cada variante genera nuevas supuestas constantes para el viaje. Las inhalaciones y exhalaciones de Phileas Fogg no son alteradas, todo está dentro del margen de tiempo que ha calculado. Con tener todo en papel Fogg se convierte en el amo y señor de una paciencia infinita. Le confía veinte mil libras a sus apuntes, y con eso le basta para estar peligrosamente armado de serenidad. Incluso hacia el final del viaje, ya con el tiempo encima Phileas va resolviendo las adversidades paso por paso, sin gritar, pagando lo que haya que pagar. Jamás pronuncia las temibles palabras “no vamos a lograrlo.” Phileas se apura a su propia manera: con sosiego. Hacia el final del viaje, cuando Fix ya lo ha arrestado y Fogg cree haber perdido la apuesta por ser ese el día ochenta y encontrarse encarcelado, tampoco pierde el temple. Por supuesto que golpea a Fix, pero sin prisa y solamente porque se lo merecía. Tal vez incluso conociendo que todavía había tiempo de ganar la apuesta lo hubiera golpeado porque en nada afectaba gastar unos minutos en desquitarse con el inspector. Phileas Fogg aun siendo minucioso como es, con su abandono hacia sus cálculos, se equivoca por un día, tenía un día más. Su tranquilidad que se sostenía en que aquello que estaba en papel fuera correcto, y no lo era. El triunfo de Fogg no está en los cálculos, eran más bien un pretexto para que el éxito llegara. Bastaba con confiar en ellos y acompañarlos de paciencia. Así, el tiempo reconoce al hombre paciente y lo compensa con un día más para que pueda ganar algo más que veinte mil libras, su honor. Verne, J. (2009). La Vuelta al Mundo en 80 Días. (J. R. T., Trad.) México: Epoca. Por Monserrat Acuña
Para Don Juan el sexo es como un ciclón que destruye a su paso el orden social, moral y religioso. Todas las obras en las que aparece interpreta el papel del conejo perseguido por unos perros de caza interpretados por mujeres despechadas, padres ofendidos y maridos cornudos. La carrera finaliza siempre con la muerte de la presa. Sin embargo, Don Juan no es un conejito inocente, él desvela su naturaleza, más allá de sus acciones, en su visión de la mujer: la encuentra como un trofeo, como un objeto el cual tiene cierto encanto antes de ser usado pero lo pierde inmediatamente después de poseerlo. A lo largo de la obra de Tirso de Molina, Don Juan, ese personaje paradigmático que muy probablemente es el más famoso del teatro español, seduce a cuatro mujeres. Mucho puede alegarse acerca de los modos seductores que distinguen a Don Juan: la temeridad que lo engalana, lo picaresco de su personalidad, su condición de libertino y su ideal de vida hedonista. Sin embargo ¿qué es posible apuntar sobre la retórica seductora de Don Juan? Esa retórica de la seducción se distingue no sólo por el cierto valor de belleza que pudiera o no poseer, sino por el juego de sentidos que establece con la palabra. La cual al ser un signo establece una relación espacio temporal con el autor que la utiliza y con la sociedad a la que éste pertenece logrando pues, esos juegos de lenguaje que remiten a usos y costumbres del momento del autor, a saber, el barroco. Así que no será sorpresivo encontrar que la certera palabra de Don Juan esté cargada de convencionalismos sociales y morales que remiten a una sociedad barroca, la cual dota a la palabra con un valor de juramento. De modo que veremos realizar a Don Juan en cada expresión verbal un malabar elocutivo perfectamente realizado. A continuación y de manera breve pretendemos señalar en esos malabares verbales una coreografía de la conquista. Nuestro método es el siguiente: ver sistemáticamente los pasos de su seducción y encontrar en ellos una relación de sentido con los valores que la sociedad barroca ponderaba: la movilidad social, el juego de las apariencias y el contraste entre el bien y el amor, así como entre el amor y el deseo. ¿Qué hará Don Juan con las palabras que logra una respuesta positiva en cuatro mujeres? ¿Qué elementos retóricos hay en ese lenguaje que puedan ser identificables? Don Juan seduce a las cuatro mujeres de la obra de modos diferentes. La primera en ser seducida es Isabel. Don Juan, aprovechándose de las sombras, la engaña en el palacio de Nápoles. Una vez que el rey lleva una vela, el burlador es alumbrado y expulsado de la oscuridad (donde puede llevar a cabo sus desaires). En este primer encuentro Don Juan hace uso del lenguaje seductor al decirle a Isabel “de nuevo os juro/ de cumplir el dulce sí”. En este sentido podemos hablar del valor que le otorgaba a la palabra la sociedad barroca; Isabel se entrega a Don Juan porque éste le hace una promesa y esto es porque ella valora las promesas del farsante como actos verdadero. (De Molina, 2004, pág. 21) Por otro lado, Don Juan se encuentra con Tisbea después de que Catalinón lo salva del mar. Como ella es pescadora, los usos retóricos de Don Juan son orientados hacia el campo semántico de lo acuático. Este fenómeno lo podemos revisar en la siguiente cita: Vivo en vos, si en el mar muero. Ya perdí todo el recelo que me pudiera anegar, pues del infierno del mar salgo a vuestro claro cielo. (De Molina, 2004, pág. 26) Sin embargo y a diferencia de Isabel, Tisbea no valora a la palabra como un juramento; por lo cual, para que Don Juan pueda poseerla éste decide hacer uso de otros de los valores que la sociedad barroca ponderaba: la movilidad social. Tisbea accede a estar con él porque éste le promete convertirse en su esposo: Si vivo, mi bien, en ti, a cualquier cosa me obligo, aunque yo sepa perder en tu servicio la vida, la diera por bien perdida, y te prometo de ser tu esposo.(De Molina, 2004, pág. 30) Sin embargo, en este diálogo seductor, Tisbea guarda, en un inicio, sus reservas: TISBEA: Soy desigual a tu ser. JUAN: Amor es rey que iguala con justa ley la seda con el sayal. TISBEA: Casi te quiero creer, mas sois los hombres traidores. (De Molina, 2004, pág. 40). Finalmente Tisbea cede a los encantos verbales de Don Juan y, como es de esperarse, éste la abandona y para huir roba dos yeguas que ella había cuidado. Una vez más una mujer es burlada por la retórica del sevillano a través de códigos que hablan de convenciones y valores ponderados por cierta época. ¿Qué prometería hoy un Don Juan? Considerando que aún tuviera que prometer algo. La siguiente conquista será diferente. Don Juan, a diferencia de las ocasiones anteriores, no se encuentra con Ana. Éste la conoce por la descripción que su amigo Mota hace ella. Para encontrarse con ella, Don Juan esgrime su astucia. Por situaciones azarosas, recibe un papel de manos de una mujer, el cual lleva el mensaje del encuentro entre Ana y Mota. La situación hace que Don Juan sienta deseos de la burla, como recordando lo que con anterioridad hizo con Isabel. Juan viola el discurso epistolar al instalarlo en la oralidad, demorando una hora el encuentro con Mota; al manipular el discurso, transgrede también la palabra de Ana y además, comete una falta más grave, a saber, la de atentar contra su honra:¿No hay quien mate este traidor/ homicida de mi honor? (De Molina, 2004. Pág.73) Finalmente con Arminta ocurre la burla favorita de Don Juan, pues ella es una mujer casada. “Hermosas manos tenéis / para esposa de un villano” (De Molina, 2004, pág. 86) es lo que le dice Don Juan a Arminta y ella, una vez con la idea del movimiento social, cae ante la seducción del poderoso, del caballero que posee un status que ella jamás tendrá. Don Juan juguetea con la fragilidad de las mujeres que, ante una colectividad opresora, se hallan expuestas a caer en su trampa con mayor facilidad. Don Juan hace uso de su retórica pero no sólo es ésta su mayor aliada; además de ella, él echa mano de las convenciones sociales y morales de su tiempo para conquistar a las mujeres. A la noble le da su palabra, sabiendo que ella no puede dudar de ésta si es pronunciada por alguien de buena estirpe. A Tisbea, la pescadora, le ofrece un esposo y movilidad social. A Ana la engaña manipulando su propio discurso y a Artina le promete el status que un villano jamás le otorgará. La garantía del discurso de seducción de Don Juan se finca en el imaginario social, sexual y moral que rige y moldea la vida de los integrantes de la sociedad de los personajes, Las cuatro mujeres son víctimas de un lenguaje manipulador y engañoso; pero el mismo hecho de que sean víctimas de esto nos habla de un hecho más importante: la sola existencia del burlador en la obra (a pesar del castigo que reciba), a través de su discurso de seducción, pone, sobre la mesa la incapacidad de un libre goce emocional y erótico de las mujeres. Hay una tendencia de las damas al discurso seductor de tipos como el libertino puesto que su lenguaje les da de forma adelantada (a través de una promesa pre-matrimonial) el cariño y la pasión que ellas sólo podrían disfrutar después del matrimonio. Bibliografía: Mandrell, James. "Language and Seduction in El burlador de Sevilla." Bulletin of the Comediantes 40.2 (1988): 165-80. Molina, Tirso de. El burlador de Sevilla. Ed. Alfredo Rodríguez. Madrid: Cátedra, 2004. Tournier, Mochel; El espejo de las ideas. Trad. L. M. Todó. Barcelona: Acantilado, 2001. Por Carla María Durán En un castillo construido por las ventiscas de maravillosa belleza y vacías habitaciones habita la mujer que gobierna el invierno y sus tormentas. La Reina de las Nieves se pasea, magníficamente vestida de hielo y pieles, por los cielos del mundo en su carruaje llevando el frío a todas las ciudades, pueblos y campos. Nadie la acompaña en su viaje. La perpetua soledad es su única compañera.
En otras latitudes más acogedoras, ésas en las que el sol de vez en cuando se asoma y las sonrisas nunca escasean, vive Kay. Él es un niño amable que gusta de las estaciones cálidas del año porque puede salir a jugar con su amiga Gerda. Su abuela le cuenta sobre quien gobierna a los copos de nieve que evitan que juegue bajo el sol, el niño amenaza con sentarla sobre la estufa para que se derrita si entra en la casa. Esa noche la reina lo visita, ha llamado su atención, mientras él ve por la ventana aparece de un copo de nieve y lo llama con un gesto de su mano, Kay se asusta y ella se marcha. El corazón, la piel y los ojos de Kay son opuestos a los de la Reina de las Nieves, ella está helada y pese a ello vive, por el contrario el niño es el símbolo de la vida, es la calidez. La reina no puede llevárselo con ella siendo él tan distinto, sin embargo algo le hace el favor de enfriar el corazón de Kay. Al principio del cuento, Andersen narra la invención de un demonio, un espejo capaz de distorsionar toda hermosura acosas repugnantes. El espejo se cae cuando el demonio intenta subirlo al cielo, queda hecho trizas, algunos fragmentos son tan pequeños como un grano de arena. Estos, al ser llevados por el viento, podían insertarse en el corazón o en los ojos de las personas y hacerlos ver la vida tan horrible como si todo estuviera reflejado en el espejo. Un pedacito del maldito artefacto se mete en el ojo de Kay y otro se entierra en su corazón volviéndolo frío. Ahora el niño ya no es tan diferente de la Reina de las Nieves. Una vez que el corazón de Kay comienza a enfriarse su distanciamiento con Gerda es inevitable. El niño que ha interesado a la Reina de las Nieves deja de tener una amiga cerca y su corazón al ir perdiendo calidez se convierte en algo más sencillo de conquistar. Basta con tentar a Kay para que se marche con ella. La tarde en la que él sale a jugar en su trineo la reina pasea en su carruaje, es el más grande y atractivo para amarrar el trineo e ir más rápido. Kay sucumbe ante la tentación de ser halado por el carruaje de la Reina de las Nieves. Se lo lleva hasta el cielo y una vez lejos de la ciudad lo sienta a su lado, lo cubre con sus pieles para que no tenga frío, besa su frente una vez y termina de enfriarle el corazón, lo besa de nuevo y se olvida de todos a quienes deja en casa. Ya no viaja sola por los cielos y las vacías habitaciones de su castillo ahora tendrán un niño para que las habite. Es él quien cambiará su desierta vida. La Reina de las Nieves se roba a Kay porque le ama. Su altanero comentario sobre sentarla en una estufa pudo ser lo que la hiciera voltear la mirada hacia el niño y al observarlo acompañar a Gerda en sus juegos la enamora. La reina no ignora que un corazón cálido como el de Kay no puede vivir dentro de unos aposentos de hielo ni acompañarla mientras lleva vientos helados por el mundo. La resignación se habría apoderado de ella si la suerte no hubiera llevado pedacitos del espejo al interior de Kay. Ya puede ser como la Reina de las Nieves, casi le hace un favor a llevárselo a un entorno donde todo está tan congelado como su corazón. El cariño que siente la Reina de las Nieves por el niño nace de su soledad y esa es la razón por la que es un amor egoísta. La reina cree hacerle un bien al permitirle vivir con ella, él está helado, pertenece a su mundo. Pero al terminar de congelarlo y concederle sus caprichos una vez viviendo en su palacio, lo que logra es atarlo, evita que recuerde cómo era su vida antes y a quienes amaba. No le da la libertad a Kay de elegir si la ama. Kay considera que se encuentra en el lugar más maravilloso del mundo por poseer las atenciones de una reina hermosa, pero es el espejo el que no lo deja ver lo vacío y helado de toco cuanto le rodea. Cuando ve por primera vez a la Reina de las Nieves a través de su ventana le sorprende que aun vestida de copos y con la cara tan blanca, viva, le provoca miedo. Después del beso ya no puede percibir el frío, todo lo que venga de ella es precioso para Kay. Si la Reina de las Nieves se hubiera llevado a Kay por crueldad no habría esperado a poderlo hacer su semejante. Lo habría subido al carruaje por la fuerza, hubiera procurado mantener el calor en cuerpo del pequeño para que sufriera en el frío del castillo, no hubiera sido libre de vagar por las habitaciones, habría estado confinado a un calabozo, no le hubiera prestado sus pieles ni consentido sus deseos. De haber tenido intenciones crueles la reina no habría escatimado en horrores para el pequeño. Pero ella es paciente, tiene ventaja gracias al espejo, espera al momento para convencerlo, llevárselo poco a poco. Una vez con ella es excesiva en sus cariños. Ciertamente un amor egoísta puede ser cruel, sin embargo es por el apasionamiento del amor que se cometen barbaridades. Y un amor desesperado, sembrado en la soledad no conoce leyes. La Reina de las Nieves no ve que Kay le pertenece a Gerda, en el momento en que el corazón del niño se va congelando lo toma como suyo. La reina está cegada para ver que el frío no es su naturaleza, quien ama ya es como ella, lo quiere y siente el derecho de tomarlo. La Reina de las Nieves actúa por un amor desmedido hacia Kay, un apasionamiento nacido por la extenuación que le provoca su soledad. No es un personaje cruel, es un personaje incapaz de ver más allá de su deseo inocente de terminar con su aislamiento. Ella tiene la simple ilusión de contar con alguien de piel, corazón y ojos helados como los suyos. La mujer que gobierna las heladas, quien es dueña del invierno, habita un magnifico palacio de hielo. Pasea los cielos en un fabuloso carruaje blanco dejando caer copos de nieve. Se ocupa en que las personas de todo el mundo sientan frío, de helar sus ventanas, se esmera en hacer inviernos inolvidables para olvidarse que alguna vez hubo un niño encantador con un corazón helado como el de ella quien podría estarla acompañando en esos momentos. Andersen, H. C. (1997). La Reina de las Nieves. (G. Raebel, Trad.) León, España: Everest. Andersen, H. C. (s.f.). Ciudad Seva. Recuperado el 7 de Eenero de 2015, de La Reina de las Nieves: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/reina.htm Andersen, H. C. (s.f.). The Literature Network. Recuperado el 7 de Enero de 2015, de The Snow Queen: http://www.online-literature.com/hans_christian_andersen/972/ Por Mitzi Sinai García Soberanes Siguiendo tus pasos pensando en tu obra y entonando la leyenda vuelvo a trazar tu perfil, reconozco tu mano tras de todo pero sólo hallé silencio cuando pregunté por ti Fernando Delgadillo, Primera estrella de la tarde Quetzalcóatl, padre de la quita humanidad: los Macehuales, sol signo 4–movimiento, figura civilizadora de la cultura Mesoamericana, maestro y fundador de la ciudad Tollan (Tula). Dios que se sacrifica a sí mismo con el objetivo de crear vida que habitara la tierra que él y su hermano, Tezcatlipoca, prepararon con la muerte de Cipactli.
Tonacatecuhtli entrega a sus cuatro hijos los huesos sagrados con los que se crearía la vida humana; son cuatro los intentos fallidos para la creación del hombre, los dioses decepcionados deciden poner al resguardo de Mictlantecuhtli los huesos preciosos. Sin embargo, Quetzalcóatl, no coincide con la idea de darse por vencido, él quiere realizar un último intento y para lograrlo tendrá que bajar a la “región de los muertos”, Mictlán, y buscar a Mictlantecuhtli para que él se los devuelva. Mictlantecuhtli pone una serie de pruebas que Quetzalcóatl deberá superar para que le sean cedidos los huesos. Quetzalcóatl sacrifica su vida por la última oportunidad de no fallar a la tarea que su padre Tonacatecuhtli le había dejado. A su salida de Mictlán, Mictlantecuhtli se arrepiente y pone una trampa que termina matando a uno de los dioses primigenios. A pesar de su muerte, Quetzalcóatl, resucita, resurge de las cenizas para cumplir la razón de su existencia. No se ha quebrantado su deseo y es quizá más fuerte su determinación. Con el polvo de los huesos sagrados y la sangre de su miembro viril es que logra crear a la quinta humanidad, la que permanecería. “Los merecidos por la penitencia” agradecen el sacrificio que su padre ha hecho por ellos, les ha dado una ciudad “Tollan”, les ha suministrado el sustento del maíz. Prohíbe los sacrificios humanos que hasta entonces se habían realizado; ya no son los hombres quienes han de sacrificarse, son los dioses quienes deben velar en todo momento por los intereses y necesidades de su pueblo. Pero la rivalidad entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl termina desahuciando a esta humanidad. Tezcatlipoca le pone una trampa a su hermano, lo embriaga con pulque y él cede a su condición humana violando todas las normas que él mismo había puesto, no encuentra ninguna excusa que explique su comportamiento, toda una vida de recato fue tirada a la basura en sola noche. Avergonzado y sintiéndose indigno de seguir gobernando, se exilia en una barca que parte hacia el hacia el horizonte y es elevada por las aves más hermosas. Quetzalcóatl se convierte en la estrella más brillante, Venus, que aparece a la caída de sol y anuncia el fin de la noche. Su pueblo se quedó, vive y duerme con la promesa de su regreso tatuada en su memoria, en su piel, en sus huesos. Aunque no ha caminado a nuestro lado como en aquellos tiempos gloriosos en que su ciudad fue la más grande del mundo, sí nos ve crecer a diario, sigue nuestros pasos como nosotros aún no perdemos los suyos y renace, vive y muere cada noche en un ciclo infinito para permanecer siempre cerca de su creación. Es el ojo de la noche, el más brillante, cuidando siempre, desde su partida, los sueños de los caídos que florecerán con él a su lado y esta vez para siempre. BIBLIOGRAFÍA Portilla, M. L. (1961). Los antiguos mexicanos. México D.F: Fondo de Cultura Económica. pp. 14- 40. Portilla, M. L. (1984). Literaturas de Mesoamérica. México D.F: Secretaría de Educación Pública. pp. 14- 74 Torres, Y. G. (1975). El culto a los astros entre los mexicas. México D.F: Secretaría de Educación Pública. pp. 1 - 114. |
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