De niño tomé una cucharada de aceite de oliva para pasar una paleta atorada en mi garganta.6/8/2015 Por Oscar Hernández
¡Que me den un frasco para tragar mis palabras! ballenas varadas en una pequeña playa privada de Oaxaca; colonizadoras y bestiales mareas de arena en un desierto; Abro mis versos, para que entre el mundo, víctima silenciosa de la humanidad. Un artículo de Fox News grita cómo y dónde está el caramelo que predice la profesión de nuestros futuros hijos, mientras más al norte, más ricos; la sal de los padrotes en Taxco, ahora azúcar de los programas anti blancas, zarpa en una pequeña embarcación al Río Bravo y espera terminar en el Océano Atlántico. El tablero de ajedrez está puesto. mas si osare un pueblo unido (actualizando un poco el reloj) seguir entre las fosas de un hormiguero en construcción: cada cual con sus armas; cada cual con estandarte, recaiga el poder por la reina, con sus alas blancas y su vuelo alto. Ésta tarde (la tarde en que escribí estas palabras) el viento camina en sus cinco dimensiones, flota entre la tercera y la cuarta, y nos habla hasta la quinta igual que ayer, igual que mañana, igual que hoy (el día en que leo estas palabras); se auto absorbe en mi cuerpo, sacude sus desechos ¿Acaso no vivimos de sus sobras? y sale por mi garganta, como la tinta ancestral de mi tribu, cualquier tribu, la que no se nombra, la que no existe, la que busca entre reyes y ases copias perdidas de buenas intenciones. ¡Qué me den un frasco para tragar mis palabras! Enormes suspiros que me pesan; destructivas bombas orales. borrasca de un río que abre su corriente y abraza la tierra, después la “zeta” por “ese”: “y abrasa la tierra”. Abro mis versos para que entres en ellos, y te descompongas en gritos … (puntos suspensivos). En una peluquería de barrio pobre, gritan: diversidad; hermandad; humanidad. en las calles el gobierno ayuda a estudiar a un niño por la oscuridad en su hogar; benditas luminarias callejeras. El tablero de ajedrez está puesto, los reyes comprometidos a un fusilamiento con balas de goma, y las ballenas varadas en una pequeña playa privada de Oaxaca, dejando huellas en la arena, una detrás de cada ola.
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