por Mitzi García Soberanes ![]() Que camine como buscando algún lugar, desesperada y sedienta bajo el sol de las 5 de la tarde quemando su espalda desnuda, sentirá un breve frio recorrerle el escote y tendrá que caminar o buscarse una distracción de 3 horas más para llegar a su encuentro en el Café Salamanca. Olaf sigue preguntando a los comensales si gustan iniciar con una taza de café, trae consigo la jarra llena hasta el tope, pocos son los que se niegan, y los que lo hacen son los nuevos. Olaf espera por el cliente de las costumbres, Liberato, el que se sienta en el mismo lugar, a la misma hora, el que pide los mismos bísquet y se tarda el mismo tiempo en terminar el crucigrama. Es el día en que le pagará todas las propinas acumuladas. Todo ocurre como debe ocurrir en las cafeterías, están los clientes frecuentes, los reconocidos, los simpáticos, los tristones, los que se van bebiendo en los vicios. Pocas veces intercambian palabras entre ellos, salvo algunos disculpe, con permiso o provecho. Saben que la condición que los tiene ahí no es la adecuada para intentar buscarse entre ellos; a la cafetería no llegan a consumir, al menos no al Café Salamanca, ahí llegan a refugiarse; es el escondite perfecto de los maniacos, los amantes, los perdidos, es sitio en el que se discuten conversaciones imaginarias que nunca se llevarán a cabo. Se cierran ciclos y se abren nuevos, están, por ejemplo Irene, la pintora que va sola y sin Nabor, está el gordo Joe, el paciente del doctor Yslas que se suicidará después de no tomar el analgésico. En el café Salamanca están los solitarios que se acompañan y comparten las horas de tiempo que dedican a reparase, cada uno está sumergido en su pensamiento y aunque ni se miren o se dirijan la palabra está ahí, necesitándose para saber que no son los únicos, que en realidad el mundo está lleno de los solitarios, aunque pocos son lo que se toleran en ese estado, en el que los ecos son mucho más fuertes. La comida y el calor que les da el café son una pequeña cortesía, un detalle lastimero que les muestra la lástima que otros sienten por ellos. Las luces anaranjadas que cubren el lugar se apagaran esperando por el día siguiente en que se encuentren los solos desesperados, con la cabeza baja para dejar que la rutina los tome por el cuello. Bibliografía: Carranza, J. I. (2003). Cerrado las veinticuatro horas. Gudalajara, Jalisco: Arlequín.
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carta topográficaEsta sección es un espacio en el cual hablaremos de los paisajes y lugares que han visto acontecer el transitar de la Literatura. Ya sean lugares fantásticos creados por autores o ciudades emblemáticas que han sido el motivo perfecto para dar paso a una historia. No importa si es París, Dublín, Narnia o Comala, aquí habrá siempre un sitio para cualquier lugar. Archives
Mayo 2015
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