Carla María Durán Ugalde
En las calles, en las universidades, en los campos de batalla ocurren las revoluciones. Nacen de la sed, y es tanta que aun cuando acaban no está saciada. Las revoluciones no implican treguas, las revoluciones son de toda la gente. Sin embargo hay revoluciones en privado, encerradas en paredes, solamente implican dos personas, y ahí en privado, en medio de una tregua, sin salir a gritar a la calle: cambian el mundo. El domingo 9 de junio Martín Santomé llega a una conclusión: necesita rentar un departamento. Es la única manera en la que puede estar con Avellaneda sin perjudicarla ni perjudicarse, sin ser un matrimonio a medias ni una aventura de mal gusto. Renta un departamento para tener el presente que quiere con Avellaneda. Lo renta para resolver sus miedos. Adquiere un espacio que lo libra del matrimonio y del Hogar (con mayúscula). El departamento tiene ese propósito. Es la solución de un problema casi matemático. Nada de ésta adquisición le dio algún indicio de que las paredes del inmueble eran una promesa de felicidad. Avellaneda conoce el departamento un 23 de junio. Aún no es el departamento de él y de ella, no es el lugar dónde viven el amor, es un departamento. Avellaneda se comporta como invitada y no como dueña del espacio. Es hasta después de dos veces de habitar el espacio, de ocupar la cama y ser testigo de sus besos y caricias, de llenar los cuartos de sus voces, que el departamento es suyo. Las paredes ya no los desconocen, son un cobijo tierno. Llega el día de la Dicha. La lluvia los encierra en el departamento. Y no pasa nada. Sólo la lluvia afuera, ellos en su refugio. Se sella el departamento como algo más que cuatro paredes: es el resguardo de sus querencias. Es el momento de mayor felicidad para Martín Santomé. Lo sabe porque en medio de la Dicha siente luto al saber que es un instante que morirá. En el contrato de la renta del departamento nada decía de una tarde húmeda en la que habría una frazada sobre los hombros de Avellaneda para revolucionarle toda la vida en un pedacito de tiempo, para saborear lo que es la felicidad. Nadie le informó a Martín que ahí, con la tormenta afuera, cambió el mundo. Bendetti, M. (2010). La Tregua. México: Punto de Lectura.
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![]() Por Lucía Rábago Canela y Carla María Durán Ugalde Un extraño folletín fue encontrado en el Museo de la Ciudad el día lunes pasado al hacer la limpieza previa al cierre del recinto. En la singular publicación,- la cual recuerda a las revistas turísticas que circulan en el país- se encuentran descritos distintos parajes propios de los cuentos de hadas, así como historias de farándula de personajes de dichos cuentos. El documento en cuestión, titulado Descubriendo Hacía una Vez, ha despertado la curiosidad de la comunidad científica, y a tan sólo unos días de su descubrimiento ya ha sido sometido a un sinnúmero de estudios y pruebas, pues la publicación (que inicialmente fue tomada como una broma o un ejercicio escolar) está impresa sobre un tipo de celulosa nunca antes visto y que, según su composición molecular, ni siquiera debería existir. ¿Es este descubrimiento una prueba de la posible veracidad de los cuentos de hadas? A continuación se aprecia una transcripción del contenido del folletín. Boulevard Felices para Siempre A tan sólo cinco minutos del precioso centro de Hacía una Vez se encuentra el icónico boulevard Felices para Siempre. La gran avenida, inaugurada en tiempos de la dictadura de las hadas, ha sido el hogar de las parejas principales por generaciones. La preciosa vialidad presenta una hilera de cuidadas propiedades cuyos estilos oscilan entre el barroco y el neoclásico, pasando por varios chalés de jardines pintorescos y olor dulce. Un precioso camellón abarrotado de flores de la estación funge como la espina dorsal de la larga hilera de santuarios de descanso, consiguiendo una atmósfera de armoniosa uniformidad entre los palacios dispares. Playa Nereida Si se recorre la carretera 32 en dirección al este a las afueras de Hacía una Vez, después de tan sólo treinta minutos de un majestuoso recorrido tropical se llegará a la Ruta Costera. Ésta está compuesta por un total de 12 paradisíacas playas de arena blanca, aguas cristalinas y cálidos besos de sol. Sin embargo, entre todas las playas que conforman la Ruta Costera, hay una que destaca por encima de todas las demás. Se trata de Playa Nereida, una pequeña bahía encajada entre dos imponentes riscos a la altura del km. 41, cuyas aguas tranquilas son el destino de verano de las migraciones de sirenas que recorren los mares del este. Es posible observar las colonias de sirenas a distancia desde un mirador establecido en la cima de uno de los riscos, aunque en los días subsecuentes a las características tormentas de mayo las sirenas entran a la playa para tomar el sol y descansar. La mayoría de los especímenes presentan un carácter más bien tímido, aunque si se les ofrece algún obsequio es posible establecer comunicación con ellas. El Camino de los Desentonados En Bremen querían tocar los músicos, pero ¿de dónde salieron los músicos? El atrevimiento de ambicionar la música viene de Hacía una Vez. A las afueras de la ciudad se puede recorrer el bello camino rural por el que viajaron los cuatro amigos en dirección a Bremen. Con la imaginación correcta, en cualquier punto de la vía se pudio conocer el burro con el perro, aquellos dos con el gato, los tres con el gallo. Tal es la hermosura del paso que todos los tramos son lo suficientemente honorables para que haya ocurrido el momento crucial en el que uno de los amigos se añade al grupo. El trayecto culmina en la tierna cabaña de madera por la que decidieron renunciar a Bremen. El Pozo del Sapo En la plaza central de Hacía una Vez se encuentra uno de los monumentos más icónicos de la ciudad. Se trata del Pozo del Sapo, un antiquísimo pozo de cantera que, según la leyenda, fue escenario del encuentro de los primeros gobernantes de Hacía una Vez: la princesa María Emilia y el príncipe Vicente, apodado El Sapo. Hoy en día, el mítico pozo está en excelentes condiciones debido al constante trabajo de mantenimiento que se le hace, y es el destino favorito de las parejas de enamorados, pues se dice que “si allí se sella una promesa de amor con un beso, dicho amor será inmune a cualquier hechizo o maldición.” NOS LO CONTÓ UN AVE ENCANTADA Lo Lujoso del Palacio no la Ató Los bailes pululan en Hacía una Vez, y los diminutos pies que calzan una zapatilla de cristal escasean. En las escaleras del palacio del príncipe encantador número 567 quedó el delicado calzado de la dama que lo enamoró en un baile. Las escaleras interminables escaleras de mármol helado entre el peldaño 18 y 19 quedaron abrazando el tacón de la zapatilla. Sentado en la escalera que le guardó una esperanza de encontrarla, el príncipe le pregunta a lo suntuoso del palacio por qué ni con su elegancia de piedra y oro, al ser tan grande e imponente no tuvo la fuerza de retenerla, por qué no pudo detener sus pasos. La Vergüenza Junto a la Choza La hija de uno de los múltiples emperadores que habitan Hacía una Vez ha sido rechazada por el resto de la comunidad aristocrática. La consentida princesa fue arrastrada de las lujosas habitaciones con tapices garigoleados hacia la pestilente choza de un porquerizo. De los perfumes y vestidos con encaje al lodo y los harapos. En pleno patio junto a los cerdos la princesa regaló cien besos al joven encargado de cuidar de las bestias, todo por ambicionar un puchero que tocaba la melodía de su mal. El avergonzado emperador ha enviado a la princesa de vuelta a los lujos de su hogar pero ahora en un palacio de verano hasta que pase el escándalo. Ahora se encuentra lejos de dónde se revuelvan los cerdos pero continúa cantando: “Yo bien pude ser casada…” Andersen, H. C. (1997). El Porquerizo. (G. Raebel, Trad.) León, España: Everest. Grimm, W. a. (1914). The Four Friends. En J. H. Fasset, The Beacon Second reader (págs. 44-53). Boston: Ginn and Company. Perrault, C. (s.f.). La Cenicienta. Recuperado el 8 de Mayo de 2015, de Ciudad Seva: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/perrault/la_cenicienta.htm Por Andrea Domínguez Saucedo
Evelio Rosero es un escritor y periodista colombiano, que en el 2006 escribió la novela titulada “Los ejércitos”. Ésta relata la historia de un profesor de pueblo, que ya anciano sufre el conflicto armado entre el ejército y los guerrilleros; entre cadáveres y desaparecidos, Ismael Pasos busca a su esposa Otilia. Hay un juego entre el personaje narrador y el lector. Es el juego del mirón; el narrador es el típico viejo mirón, que deja que sus ojos anden entre las faldas y blusas de las chicas. La narración convierte al lector en un cómplice, una mirón más que juzga e imagina lo que no ve –la tersura de la piel o la falsedad de la pena-, marcando tres momentos en la novela. Es mirar a Geraldina –donde empieza y donde termina la obra- un punto crucial en la narración, ya que las imágenes que Ismael tiene de ella se contraponen y enfatizan la situación del pueblo. En la primera parte Geraldina toma el sol, despreocupada, desnuda y tranquila en su terraza: “La mujer del brasilero, la esbelta Geraldina, buscaba el calor en su terraza, completamente desnuda, tumbada bocabajo en la roja colcha floreada.”(Rosero, p. 11). Las descripciones siguientes, tanto del pueblo como de los habitantes muestran una aparente tranquilidad, pero, así como Geraldina, bajo ellos un rojo guerra se extiende. En poco menos de 100 páginas, Rosero presenta a los personajes y los sitúa en un contexto donde la violencia sucede mas no es el principal –por lo menos no el aparente principal motivo- incentivo del movimiento en el pueblo. Sin más, el brasilero es llevado por el ejército, junto con sus hijos, en la noche y frente a Geraldina. Ocurre una nueva transformación de la imagen: “es otra Geraldina, y, al igual que Hortensia Galindo, se ha vestido enteramente de negro” (Rosero, p. 77). No sólo es ella otra Geraldina, la transformación alcanza a todos, el pueblo entero se ve afectado; más desapariciones, las muertes y las amenazas. Hasta el mirón deja de mirar para buscar a su esposa. Velozmente el pueblo se va muriendo, como las flores del jardín de Otilia, como los gatos y como los peces del estanque en la casas del profesor Pasos. Otilia no aparece, los desaparecidos no regresan y los que quedaban se están yendo. Nuevamente Geraldina es la representación del pueblo: “Geraldina desnuda, la cabeza sacudiéndose a uno y otro lado, y encima uno de los hombres la abraza, uno de los hombres hurgaba a Geraldina, uno de los hombres la violaba: […] se trataba del cadáver de Geraldina” (Rosero, p.202). Ahí, donde empezó (con el cuerpo desnudo de la mujer) es donde termina. Geraldina es la alegoría del pueblo, tanto del lugar como de la gente que sufre el despojo, la violencia y el olvido, un pueblo muerto y profanado por la violencia y el poder. Pasos es todos, los que desde el otro lado miramos el pueblo caer, desmoronarse entre balas y desaparecidos, somos los mirones que al final sólo esperamos que, sin importar el nombre, igual disparen. Bibliografía: Evelio Rosero. Los ejércitos. España: Editorial Tusquets. 2006 |
carta topográficaEsta sección es un espacio en el cual hablaremos de los paisajes y lugares que han visto acontecer el transitar de la Literatura. Ya sean lugares fantásticos creados por autores o ciudades emblemáticas que han sido el motivo perfecto para dar paso a una historia. No importa si es París, Dublín, Narnia o Comala, aquí habrá siempre un sitio para cualquier lugar. Archives
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