Por Carla María Durán Ugalde El país de más allá de las olas, dónde el mar es tan azul que convierte las piedras en zafiros, las mujeres más delicadas tienen cuerpos que albergan flores, hay un hermoso tono verde en la faz de los muertos y los gestos de los borrachos entre las bebidas calientes son dignos de admiración; suena tan maravilloso que de buscarlo por las calles nos tomaría la tristeza de la mano al resultarnos tan mundana nuestra realidad. Sin embargo, hay ojos con miradas que hacen de las nubes de tormenta un cielo de plata. El beso que sucede entre el pigmento y el papel de arroz de Wang- Fô regala paisajes gloriosos. El viejo pintor gusta de situarse cerca de las chozas de los campesinos, en los arrabales de las ciudades, observar los insectos y que su modelo para pintar una princesa su discípulo Ling. Un hombre inusual que anda por la vida sin mayor interés que el de tener la imagen de las cosas. Wang- Fô es pobre, a él no le importa, no desea más que pintar lo que ve. Vaga por el reino y con sus ojos le encuentra la cara a la luna del verano, va conociendo las montañas y los verdaderos colores de todo cuánto lo rodea. Con la edad Wang-Fô es un experto en encontrar un arbusto que es comprable con una mujer. La mirada del pintor siempre va en busca de lo más estético de lo cotidiano. El anciano cuenta con una habilidad tan superior para saber lo sublime de su alrededor que cuando conoce a Ling logra arrebatarle su miedo por los insectos y las tormentas tan sólo con mostrarle cómo está mirando. Ling queda convencido de que la pintura de su maestro le ha dado un alma nueva que transforma su realidad de manera inesperada hacia la consideración de la belleza como una constante. Aun cuando lo único a lo que se dedica Wang-Fô es a ser un nómada, el pintor ofende al Emperador con su obra. No lo acusa de ser un mal artista, lo acusa de haberle mentido: en el cuadro está plasmada la realidad, entonces ¿por qué el emperador no ve el mar tan impactante como en la pintura de Wang-Fô?, ¿por qué lo asquean las mujeres si deberían ser las mismas frágiles criaturas que retrató el anciano? De acuerdo al Emperador, Wang-Fô, no pintó el reino de Han como es, creó otro reino a partir de modelos reales. Las obras del anciano son tan distantes de la realidad para el monarca que está desilusionado de no reinar esas tierras de hermosos arrozales. Wang Fô es encontrado culpable de ese engaño. Además es acusado de provocar en el aristócrata el deseo de poseer ese hermoso reino y eso es imposible. Quien es amo y señor de todo aquello que ansía y no podrá tener es Wang-Fô. Por ambos crímenes será condenado. “Y para encerrarte en el único calabozo de donde no vas a poder salir, he decidido que te quemen los ojos, ya que tus ojos, Wang- Fô, son las dos puertas mágicas que abren tu reino. Y puesto que tus manos son los dos caminos, divididos en diez bifurcaciones, que te llevan al corazón de tu imperio, he dispuesto que te corten las manos.” (Yourcenar, 2013, pág. 26). El Emperador quiere terminar con todas las entradas a las maravillas que contempla Wang-Fô. Que sea imposible para el pintor crear otro increíble y falso paisaje, que se quede atrapada en su mente esa belleza imaginaria. Esas pinturas han arruinado toda ilusión y dicha que pudo haber tenido con la realidad. Sin embargo desea que la última luz de los ojos de Wang-Fô sea destinada a terminar una pintura de su juventud. “Todo en él atestiguaba una frescura de alma a la que ya Wang-Fô no podía aspirar, pero le faltaba algo (…) pues en la época en la que había pintado Wang, todavía no había contemplado lo bastante las montañas, ni las rocas que bañan en el mar sus flancos desnudos, ni tampoco se había empapado lo suficiente de la tristeza del crepúsculo.” (Yourcenar, 2013, pág. 29). Cuando comenzó con esa obra, Wang-Fô, aún no comprendía por completo lo divino del paisaje que pretendía reproducir en el papel. Era muy joven, en aquel entonces no había perfeccionado su capacidad de extraer lo delicadamente hermoso de la realidad. El genio del pintor está en el tiempo que se ha tomado para conocer el mundo que lo rodea. El Emperador, por su parte, no conoce el reino de Han antes que las pinturas de Wang. Pasó su infancia encerrado, los paisajes del artista fueron sus ventanas. Creyó que las pinturas de Wang eran una réplica exacta de lo que se iba a encontrar frente a sus ojos. Por ello se siente engañado, no conocía el mundo para reconocer que en las obras del anciano se revelaba un secreto precioso de lo cotidiano. La sensación de engaño del Emperador viene de un error en el orden en el que ha mirado las cosas. Ling es el resultado positivo de la maravilla que es ver cómo Wang-Fô pinta el mundo desde su mejor ángulo. El discípulo ya conocía la realidad, tal y como es, sin el brillo y el encanto que mantienen las pinturas de su maestro. Wang-Fô solamente le enseña qué es lo que está viendo en la realidad. Nunca propone que se imagine algo, todo es pintar paisajes reales, gente real, pero vistos desde una perspectiva que se deja encantar por ellos. El país de más allá de las olas no es otro que el reflejo de los destellos de belleza del nuestro. Todo lo que se queda en el lienzo cuando Wang-Fô pinta no es otra realidad, ni un lugar nuevo, es lo que la maravilla de sus ojos le permite apreciar. Después de conocer la verdad de los paisajes, de adivinar en dónde ocultan una delicadeza exquisita, el pintor a lo único a lo que se dedica es a dejarlos hecho color eterno. Quien puede reconocer en las pinturas de Wang- Fô al mundo visto con los ojos que viven para sorprenderse por la belleza, son personas hechas para escaparse en cualquier momento por entre las aguas verde azules de un mar de pintura fresca no hacía un lugar nuevo, sino hacia la mirada que cambia el mundo. Yourcenar, M. (2013). Cuentos Orientales. (E. Calatayud, Trad.) México: Punto de Lectura.
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Por Héctor García
La libertad aparece por caminos siempre misteriosos e inesperados que pueden llevar a un destino incierto. Hacia el fin de la guerra, los rumores de la victoria americana parecieran no cambiar la situación: los militares comienzan a dudar de su suerte; dentro de los campos de concentración, los espacios se reducen y la vida pareciera ceder a la limitación de los espacios. Las noches transcurren en un insomnio colectivo que es alimentado por la duda. Por fin, los prisioneros son conducidos hasta el tren que dará fin a su cautiverio En la estrechez de un vagón, con el aire limitado, el olor de la mierda, la angustia, desesperación y sudor pesando en el ambiente; la amargura manifestándose en el silencio. La bifurcación de las vías representa la aparición del destino, la dualidad y la decisión. El regreso a casa o un viaje a los campos de exterminio. El tren continúa hacia la dirección de los caminos que la libertad apunta; los prisioneros lo entienden: el vagón se ha convertido en su última casa, el hogar verdadero que conocerá el temor de la muerte en el alma y que recogerá los suspiros que alienta la resignación. por Monserrat Acuña ![]() Europa es algo más que una zona territorial. Es algo más que una península de Asia que se empeña en ser un continente. Sobre todo si nos referimos a las letras; la historia del pensamiento letrado está ligada a ese espacio continental. La mayoría de los filósofos que han configurado nuestra manera de ver el mundo nacieron ahí, fueron allá o hablaron desde aquel lugar. Por ejemplo, Borges, descendiente de un inglés que llegó a la pampa, pasó sus primeros años de juventud en el viejo continente. Él en Qué son los clásicos juega sus cartas: lo que conocemos como clásicos está directamente relacionado con la configuración de una idea de nación, el canon está definido por un grupo de lectores encerrados en una biblioteca. En Lisboa todos hablan de Camões y Pessoa; no obstante, en Alemania pareciera más importante haber leído el Fausto que la Tabaquería. Ovejero añade un punto a la discusión actual: la globalización, la migración y otros factores han hecho que los escritores no pertenezcan a un lugar en la tierra; además de que la clara pérdida de la fe en las instituciones que caracteriza a la posmodernidad ha generado que los escritores no crean si quiera en la noción de nacionalidad. Por lo tanto, la pregunta no puede centrarse en ¿qué es Europa? En su lugar es necesario preguntarse por la pertinencia de hablar de Europa como un lugar unificado más allá de los tratados políticos ¿dónde comienza Europa? ¿Cuáles son los límites de Europa? Y ¿qué pasa con las letras que en un momento fueron fundadoras de naciones? Décadas antes el pensador judío francés George Steiner se aventuró a contestar estas preguntas; proponiendo que es posible definir Europa a través de cinco elementos. El primero de ellos es que Europa comienza donde se encuentra un lugar acogedor donde recitar poesía, Europa está compuesto por cafés. Desde los cafés de Lisboa donde Pessoa escribía a los cafés de Viena donde todos sabían en qué mesa se sentaba Freud; el café es una oficina a modo, donde por una copa de vino o una taza de café el escritor tiene un lugar cálido en donde puede guarecerse del frío y trabajar durante todo el día. El segundo elemento está relacionado con la idea de Europa como un lugar transitable por el pie humano: entre un poblado y otro hay la distancia que un hombre puede recorrer. El tercer elemento se relaciona también con las calles pero concibiendo a éstas como un resguardo para la memoria. En Europa las calles principales llevan el nombre de las grandes figuras de la historia del pensamiento. Francia es un país que no sólo condecora a mariscales y héroes de batalla, sino que pone el nombre de reputados profesores y poetas a sus avenidas. Un paseo por el barrio latino es un paseo por la Historia de la Literatura Clásica. Europa es un lugar con memoria. El cuarto elemento la configura como el lugar que posee dos cunas: Atenas y Jerusalén. Racionalidad y Fe, elementos que componen el talante de ése personaje que el propio Derrida llamó el judío griego. Además, Europa es por ello la continuidad de lo que Husserl denominó “el milagro griego”, que consistía en la interminable tarea de la búsqueda de la Verdad. El quinto rasgo es más lúgubre. Este se refiere a la consciencia de finitud que sólo Europa puede experimentar: es una civilización que habrá de caer. Es la cultura que se mantiene mientras piensa su final. La propia teleología del proyecto europeo no puede prescindir de la idea de extinción. Europa es un lugar que es y no es, que se recibe y se construye y que por ello está ligado al ejercicio del pensamiento que se permite volver sobre sí mismo. Termino este comentario con muchas más preguntas de las que advertía al comienzo, ¿qué será de los escritores europeos contemporáneos, es decir, aquellos que aparecen en los albores del siglo XXI? ¿Cuál es la Europa de nuestro tiempo? Los movimientos humanos, los medios electrónicos que permiten que el escritor se autopublique, la desaparición de las fronteras, la irrupción del islam en el territorio europeo como un eco del siglo once, quizá; los Mcdonalds ocupando locales que antes albergaban librerías en el Boulevard Saint Michel en el centro de París. ¿Qué lugar tendrá el lector en esta nueva Europa, considerando que existe algo así como Europa? Bibliografía sugerida:
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carta topográficaEsta sección es un espacio en el cual hablaremos de los paisajes y lugares que han visto acontecer el transitar de la Literatura. Ya sean lugares fantásticos creados por autores o ciudades emblemáticas que han sido el motivo perfecto para dar paso a una historia. No importa si es París, Dublín, Narnia o Comala, aquí habrá siempre un sitio para cualquier lugar. Archives
Mayo 2015
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