Todas las noches nos molestaba a mi familia y a mí un ruido proveniente del patio. No sabíamos qué era, y siempre al amanecer encontrábamos las bolsas de basura agujereadas con los desechos esparcidos en el piso. Siempre era la misma aburrimiento de recoger el tiradero, barrer y limpiar el lugar para que en la noche escucháramos el mismo ruido y en la mañana siguiente encontráramos sucio el lugar. Esa rutina nos tenía fastidiados. Cuando a veces no podíamos dormir por el ruido nos poníamos algodón en los oídos y así por fin lográbamos cerrar los párpados. Era muy incómodo tener algodón en los oídos, pero era la única manera para dormitar. En la noche me encontraba en la sala de mi casa donde realizaba mis quehaceres escolares, de pronto escuché aquel ruido monótono proveniente del patio. Me dirigí muy rápido, abrí la cortina y quedé asombrado de lo que vi: era una gran rata panzona de color gris con manchas blancas que roía las bolsas de basura. Me armé de valor tomando el cuchillo de la cocina, abrí la puerta para enfrentarme al roedor, chilló al verme siseando al mostrar sus afilados incisivos, luego se escabulló escalando por las paredes para llegar al otro patio de la siguiente casa y sucesivamente. A la mañana siguiente mis padres limpiaron nuevamente el patio donde encontraron basura por doquier. Creían que el motivo de semejante tiradero era el gato de la vecina que merodeaba en los patios en busca de comida, pero yo no lo creía porque la vecina siempre alimentaba a su mascota con comida fina, y además el felino era un buen cazador de ratones. A mis padres nunca se les pasó por la mente la palabra “roedor”, hasta que les dije con asombro: “Es una gran rata panzona que se anda comiendo nuestra basura. Ayer la vi, la traté de matar, pero se me escapó”. “¡Aay! ¡Qué horror! ¡Una rata anda por aquí!”. Mamá gritó con fuerza. “¡Cálmate, querida!”. Papá abrazó a mamá para consolarla. “Al rato el gato de la vecina se lo va a comer y todo terminará”. “No creo que lo haga papá, la rata está muy grande y asquerosa, no creo que el gato de la vecina se coma cualquier porquería. Ayer por la noche supuse que la rata sale por la coladera del patio. Para evitar que nos siga haciendo más desorden, ¿por qué no tapamos la coladera con una gran roca?, así la rata no logrará salir”. “¡Buena idea!”, exclamó papá. “No hay que comentarle a tu hermana esto, ella cree que es el gato de la vecina, está mejor que siga creyendo eso. Porque si se entera que anda una rata en el patio, le provocaría asco y miedo”. En la noche le ayudé a mi padre a colocar la roca en la coladera. “Con eso será suficiente, ya verás que la rata no saldrá de la coladera”. Dijo mi padre con gratitud vendo su trabajo finalizado. Yo esperaba que se hiciera realidad lo que mi padre había dicho. Y sí, cuando dormíamos ya no escuchamos aquel ruido, no hubo necesidad de ponernos otra vez los algodones en los oídos. Por fin pudimos disfrutar de un buen sueño. Al parecer no era lo que creíamos, el ruido por fin se había ido pero la mañana siguiente encontramos el mismo tiradero de siempre. Esa rata era astuta. Mis padres y yo le hicimos creer a mi hermana que el gato de la vecina dejó de merodear por los patios. Ella, tranquila, se fue a hacer sus labores; en cuanto a nosotros, estuvimos planeando para detener el problema que nos acechaba. De inmediato tuve la grandiosa idea de poner un domo sobre el patio, mis padres me apoyaron en eso y me ayudaron a colocarlo, tardamos todo el día y parte de la noche en finalizar el trabajo. “Fin a todos nuestros problemas”, dijo papá ante todos mientras veía el trabajo terminado. “Eso espero, aunque no creo que resulté, papá”, refuté lo que él había dicho. “¿Por qué crees eso, hijo?” “Las ratas son uno de los animales más dañinos que existen, siendo las responsables en provocar epidemias a gran escala global, también enfermedad y muerte hacia la humanidad. Las ratas son muy inteligentes, siempre se escabullen de las trampas comunes y hasta han mostrado cierta inmunidad con los venenos. Últimamente en las ciudades grandes como lo son la Ciudad de México, Nueva York, Londres, París, Los Ángeles, Tokyo, existen una raza de roedores conocidos como Ratzadilla, que habita en las alcantarillas. Este tipo de ratas ha evolucionado porque los humanos tiran por las coladeras y alcantarillas basura, desechos tóxicos y radiactivos; estos animales comen tales toxinas radiactiva. Después evolucionan de una manera fantástica, adquiriendo inteligencia y destrezas súper desarrolladas de gran tamaño. Leí en algún sitio que en esas ciudades las Ratzadillas devoraban indigentes que dormían en los callejones. Las ratas son un peligro para el mundo y por culpa de la humanidad han evolucionado de una forma extraordinaria”. “No creo en esas cosas que dices, hijo, mejor ya vámonos a dormir”. Cansados, nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones y yo traté de olvidarme de las ratas. “¡Esto no está funcionando!”. Vociferó papá por la mañana al ver, de nuevo, el tiradero en el patio. Tapamos la coladera, pusimos el domo arriba del patio y seguimos encontrando basura esparcida. Mis padres y yo estuvimos pensando en tomar medidas más drásticas. Escuchamos unos toquidos muy fuertes en la puerta y mamá fue a abrir. “¡No! ¡Miren lo que le acaban de hacer!”. Era la vecina que sostenía entre sus brazos el cuerpo del gato. “¡Me lo mataron y fue esa pinche rata! ¡Yo la vi con mis propios ojos! ¡Era una ratota que salió de su patio y de pronto se lanzó hacia mi gato mordiéndole el cuello!”. El gato mostraba una gran herida en su cuello y su cabeza estaba por desprenderse de su cuerpo mientras la sangre fluía en cantidades poco abundantes. “No se preocupe”, Mamá consoló a la vecina y añadió, “ya encontraremos la manera de deshacernos de la rata”. “Eso espero”. Respondió la vecina y de inmediato se retiró con el cadáver de su mascota, dejando a su paso un ligero rastro de sangre. Mis padres y yo estuvimos planeando una manera más eficaz para deshacernos del roedor. Sugerí que usáramos un veneno potente y que lo aplicáramos en un pedazo de pan lleno de pequeños clavos. A ellos les agradó la idea, fuimos a la ferretería a comprar un poderoso veneno en polvo y unos clavitos, de paso fuimos a la tienda a comprar un apetitoso pan. Estando en casa, mi padre preparó la trampa y la colocó en una esquina del patio, nosotros sólo tuvimos que esperar. A la mañana siguiente no encontramos rastros de pan y tampoco de tiradero, todo el patio estaba limpio y por primera vez nos pusimos muy felices. La felicidad nos invadió a todos en el transcurso de los días y de las semanas hasta que un día descubrimos con horror algo, podría decirse, inexplicable. Mi hermana estaba en el patio tendiendo la ropa. Percibió un hedor a putrefacción que provenía por debajo de la lavadora. Ella sintió arcadas por el olor y gritó pidiéndonos auxilio, nosotros acudimos a su llamado. Nos dijo lo que ocurría, papá y yo levantamos la lavadora y la pusimos a un lado, lo primero que recibimos fue el hedor a carroña que golpeó con tremenda fuerza nuestras fosas nasales. Luego, con horror y asco, vimos lo que había: era la misma rata panzona de color gris con manchas blancas convertida en una Ratzadilla. Su cuerpo estaba en proceso de descomposición, el vientre lo tenía abierto mostrando las vísceras y los clavos incrustados en todo su cuerpo. La rata había hecho con basura y desperdicios de comida un altar en el que estaban colocadas muchas fotos pequeñas de mi hermana. Al parecer tuvo una gran agonía y para tratar de apaciguarla, murió viendo la foto de mi hermana. Ella, al ver eso, vomitó en el altar y horrorizada se fue corriendo a su habitación. Mis padres, estupefactos, fueron a comprar al supermercado productos de limpieza. Yo fui al baño por una cubeta, la llené de agua y al regresar al patio me percaté de lo siguiente: Mi hermana, vestida de negro, estaba de rodillas junto al altar donde había colocado cuatro velitas. Sollozaba mientras sostenía entre sus manos el cadáver de la rata y a la vez lo lamía con deleite, lo frotaba en su rostro, buscando algún signo de vida y diciendo repetidamente: “Amor mío”. ![]() Rafael Aragón Dueñas (Zacatecas, México, 1995) estudiante de la licenciatura en Letras de la UAZ, es aficionado al cine y al cómic. Ha publicado cuentos en las revistas Abrapalabra y Barca de palabras, así como también reflexiones, ensayos, crítica, en medios electrónicos como Efecto Antabús y El guardatextos. Escribe la columna “Narrativa nueva andariega” para El Diario NTR. su cuento “En la ventana” fue publicado por Cartonera La Cecilia en 2014. Pertenece al Taller Literario Alicia y fue becario del Festival INTERFAZ-ISSSTE en su edición 2017 llevado a cabo en la ciudad de Monterrey, N.L.
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