—¿Has visto a mamá?—Pregunta el hijo, rompiendo el silencio entre los dos. Cuestionamientos estúpidos, del tiempo, del dolor. Imágenes fatídicas, en la abundancia de su olor. El camino de la sangre y el calor. Los restos calcinados, la última imagen de su cuerpo abierto en láminas fosforescentes. —No—Logra contestar el padre con sus ojos inyectados en sangre. ¿Lágrimas? Ya no existen, el cuerpo se enferma, la mente cae por un precipicio, los recuerdos se sacuden e intentan sujetarse, ¿Lo peor?, nunca llegan a un fin, solo caen sigilosamente en el vacío. —¿La extrañas?— Hijo se dirige a padre volteándolo a ver. La respuesta es obvia, es un severo Sí y un rotundo No, no importa que camino tomemos, uno de los dos tiene que irse. Uno o ambos ya lo hicieron, eligieron el exilio del amor y la vida. Se salió de las manos, aspectos pedantes que uno no tiene la capacidad de elegir. Los brazos estaban separados, el hueso salía radiante, los grumos de carnes y músculos pedían perdón ¿A qué?, No lo sabemos, pero se postraban insolentes en el humor rojizo que corría sin parar, como si poseyera vida propia, misma al padre, al hijo y a la madre hecha pedazos. Anuncios. Padre se levanta afligido, se dirige hacia la cocina, da un paso, ella camina a su lado, da otro paso, ella desaparece de la existencia; ella va y vuelve, juega con el tiempo, juega con la eternidad. —¿Amor?— Voltea, no hay nadie. Amor, amor, amor, amor. Inconsciencia pura, lúgubre al deseo perdido, jovial al sentimiento, sencillo a los pasos, a los besos y sobre todo, a la incalculable locura que comienza a reinar. —Yo extraño a mamá— De vuelta al sillón, inocencia que palpita en el sendero del corazón, mamá, mamá, mamá, mamá, las palabras se arrastran simultáneamente, se mutilan y nuevamente, piden perdón. ¿A qué?, No lo sabemos. La televisión colorea la realidad, tiñe los hechos y bifurca la miseria omisa, terrorismo, nacimiento de cachorros, prostitutas y prostitutos sentados en el poder; el amor no existe en la televisión, la paz no existe en el reino humano, solo el perdón. —¿Me puedes servir jugo?— Niño, Padre, influencia fraterna, da un paso, ella camina a un lado de él, toma su mano y la lleva a los labios, da un paso, sus labios están helados, da otro paso; pufff…. Sus labios, su cuerpo y el alma son polvo. —¿Amor?— Voltea, atrás de la televisión hay una silueta, parpadea, el jugo toca el suelo, ¿El perdón?, No hay nada, ella estaba helada. Amor, amor, amor, amor. El niño se toma el jugo, dice: Sabe a perdón. Padre lo ve, inocencia que palpita en el sendero de las alas, ojos acuosos y llenos de incertidumbre, dice: Ve a dormir. El calor de un beso y abrazo, suficiente para encontrar la soledad. Televisión encendida, oscuridad, cambia las noticias por canales para adultos, baja el volumen, sus labios estaban helados. Recrea las imágenes, ella arriba, caliente y hervida de pasión; ella de lado, cálida piel y besos pegados. Ella abajo, sus senos corren hacia sus costillas, pierde la respiración, llega al punto orgásmico, llega helada. ¿Helada?, No puede tocarse, guarda su miembro, cambia a eventos deportivos. Va a dormir, el exilio de los medios de comunicación; da un paso, ella llora a un lado de él, da otro paso, él proporciona un golpe, otro paso, ambos lloran. Tirado en cama, ojos cerrados, ¿Lagrimas?...Ya no existen. Solo existe el perdón. Su cabeza da vueltas, piensa y piensa, recuerda y emite alaridos, brillan, como luciérnagas y explotan. —¿Amor?—Se zambulle en el cuerpo del sueño. Amor, amor, A.M.O.R, amor… ![]() Son pocas las personas que dedican su tiempo a la profundidad de la oscuridad. Aquel tipo de oscuridad en el cual tienes que utilizar la imaginación para poder ver que hay en ella. Padre e hijo dedican el inconsciente a la oscuridad, Padre, como todas las noches adoradas, vuelve a ver los ojos angelicales de Carolina, profundos y oscuros como dos pozos desbordantes de alquitrán. Vuelve a verla sonreír, de oreja a oreja los labios se abren al mismo tiempo mientras que sus pupilas se dilatan por la luz intermitente de la inconsciencia, Carolina camina hacia él, desnudándose los ojos y la piel, se sienta en las piernas de padre mientras sus dientes se van cayendo uno a uno, dejando tras de sí una hermosa sonrisa que define lo pútrido y lo horripilante que es la vida. Padre despierta, las gotas de sudor perladas de su frente caen al suelo y se quiebran, se pone de pie y comienza a llorar, tiene una erección, ¿El amor?, ¿Qué es eso?, Ella. Hijo nada sobre la oscuridad, se zambulle en los recuerdos de su infancia, recuerdos involuntarios que llegan a su cabeza con imágenes provocadoras. Observa cómo es amamantado por Carolina, su madre. Los rasgos hermosos de su rostro y una sonrisa completa, Hijo succiona ávidamente de los pezones morenos, agrietados por el uso de la maternidad. Hijo comienza a llorar, madre intenta introducirle la piedrita de carbón en la boca pero no puede, Hijo comienza a crecer en los brazos de la madre, todos los años de vida comenzaron a transcurrir en un segundo, la pubertad, la adolescencia, la adultez y la vejez, finalmente, Hijo es más grande que Carolina en edad, su cuerpo termina siendo casi del mismo tamaño que el de un recién nacido, con la piel arrugada y los ojos llenos de cataratas, poco pelo enmarañado y de color blanco, llora, por las piedritas de carbón que Carolina tiene en sus pechos, ella lleva su boca al lugar indicado pero Hijo muerde con fuerza, la piedrita de carbón se rompe, pero no sale leche, sino un líquido verde que brama a borbotones, cantidades sorprendentes y viscosas salían del orificio. Todo lo recibe Hijo, con ojos cerrados, como cera derretida que se plasma sobre sus cejas y sobre los orificios de la nariz. Finalmente los senos de Carolina terminan como globos desinflados, mientras que todo lo que está alrededor de ellos es verde y mocoso, madre dice: La cena ha terminado, y coloca un beso sobre su frente arrugada y placida. Padre escuchó pasos en la cocina, mientras caminaba por la casa oscura comenzó a escuchar ruidos a través de las paredes, se sintió confuso, ¿Lágrimas?, ¿Existe esa posibilidad?, ya no existen, solo es la esencia de los recuerdos, un aspecto en el cual Padre vive pensando en su amor, prende el foco de la cocina y avistó una grande sombra que se esparció por la sala, Padre la persiguió pero la sombra se combinó con la noche y los muebles. Nuevamente se dirigió hacia la cocina y tomó un vaso con agua helada. Los ruidos a través de las paredes comenzaron a sonar con mayor intensidad, ¿Serán los huesos?, pensó el hombre mientras comenzaba a temblar. No, pensó, no están atrás de estos muros, sin embargo las paredes no paraban de crujir, ¿Amor?, el suicidio del tiempo, ¿Cielo?, musita padre mientras da unos pequeños golpes a la pared, sonó hueca. El otro lado de la pared le devolvió los mismos golpes. Se prendió la luz del pasillo, Padre volvió a ver una grande silueta pero el producto de la luz le mostró la figura de Hijo. Estaba dormido. Los muros comenzaron a crujir, todos, incluso donde no se encontraban los huesos, Hijo caminó hacia la puerta del sótano y comenzó a bajar, ¿Cielo?, enfurecido, un eclipse total del amor, o del odio. Padre lo sigue a sus espaldas, la losa superior sigue crujiendo al igual que las paredes huecas, se enciende una luz titilante que refleja el cristal de la voz. Hijo abre el frigorífico y un vapor helado comienza a bailar mientras unas delgadas manos comienzan a salir de la pared. —Es el perdón— Dice Hijo mientras las finas manos de Carolina destrozaban la piel y la carne. —¿Amor?—Se escucha en toda la casa mientras esta se cae en pedazos, las tuberías se rompieron a la mitad dejando caer grandes chorros verdes y las paredes colapsaron llenas de huesos y órganos humanos.—¿Lágrimas? ![]() Emiliano Salazar Terán (Guadalajara, Jalisco, México, 1998), cuatro años después de su nacimiento, habría de ser adoptado por la ciudad del sol, Hermosillo, el lugar donde creció y donde fue criado bajo el calor abrumante. Llegó al mundo de la literatura a los 10 años de edad bajo el ordenamiento de sus padres. Su primer y única publicación fue a los 17 años, una pequeña antología de cuentos llamada “Visiones” junto a Daniela Molina, desde esa misma edad hasta la actualidad se ha desangrado frente a las personas en los Floricantos de la Universidad de Sonora, con su rara narrativa e imperfecta poesía. Actualmente trabaja en su primera novela, lucha día a día con ella hasta encontrar la perfección, o una delgada línea entre la perfección y la carne.
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