Comprar un perrito siempre es una decisión difícil. Robin quería adoptar uno perdido, pero Cali quería comprarlo en uno de esos lugares elegantes en donde puedes ver a muchos animales junto a una cantidad absurda de cosas para mimarlos. Esta discusión iba más allá de si tendría el perrito los cuidados adecuados o si olería a “perro” todo el departamento. Un amigo de Robin ya le había dicho que jamás sugiriera conseguir una mascota, por más que le encantasen, por todas las complicaciones que podían llevar consigo. Obviamente no pudo contenerse. Cali, que amaba la limpieza como si de un arte se tratase, vio esto como una oportunidad para probar sus habilidades higiénicas. Se inspiró en una criadora de gatos que había visitado una vez con su antigua novia. Todo estaba en su lugar, limpio y sin ningún olor extraño. Pero para que este reto pudiese funcionar; tenía que empezar desde cero; limpios ambos. Por eso quería comprarlo en vez de adoptarlo de la perrera. Pasaron dos horas de discusión y no llegaron a nada. Era la moral contra la convicción. Incluso se retaron a una partida de ping-pong para ver quién podría elegir la forma de conseguir al animal, pero una lesión en el codo de Robin hizo que se detuvieran. Los cuidados de una a la otra llevaron la situación a algo un poco más pasional, hasta que, jadeantes, se quedaron dormidas. Consultarlo con la almohada fue lo que necesitaban. Al día siguiente fueron con un veterinario, y les mostró a una pequeña perrita que había sido abandonada por una presumida y descuidada familia. Antes de irse, el veterinario les dijo: --Les deseo mucha suerte en su noviazgo. —Y al ver como las dos chicas le miraban sin comprender, continuó--. Porque no quisiera que ella... --señalando a perrita, que respiraba agitadamente por la emoción-. saliera lastimada. La acariciaron y consintieron como si de un bebé ajeno se tratara. Pero el departamento que alquilaban era pequeño, y era apenas suficiente para ellas; la perrita creó una nueva discusión al respecto: adentro o afuera. --Puede dormir con nosotras en nuestra camita, o ponerle una al lado de la nuestra. A Cali la idea de Robin. Para llegar a eso, por lo menos habrían de bañarla primero. Ella quería que Pelusita estuviera fuera, en el patio. Ambas propuestas las indignaron, como habría de suponerse. Y como esta vez no podían tener sexo para llegar a una solución porque debían arreglarlo ya, todo se puso tenso. --¡Necesita amor! ¡Por lo menos que se quede en la sala! --¡¿Y si desgarra los sillones?! --¡Por Dios! ¡Ni que fuera un gato! --¡Debimos conseguir un gato! Robin incluso pensó en irse a quedar con una amiga, y Cali, a la casa de sus padres. Mientras mantenían un silencio demasiado incomodo, recuperando fuerzas y preparándose para decir más argumentos cada vez más insultantes, Pelusa jugaba a morder un hueso de goma. Por verla, Robin finalmente dijo: --Si me voy, ¿a dónde se tendrá que ir? Me la quedaré yo. Así tendrías que seguir visitándome para verla. Y creo que me sentiré tan culpable, que la dejaría dormir en el cuarto. Proveniente de la Ciudad de México, Erick Ayala, además de diseñador de videojuegos y jefe editorial del sitio TrueCompiler, es estudiante de la carrera en Estudios Literarios con línea terminal en escritura creativa. Ha trabajado en la creación de guion para videojuegos y en la promoción de eventos universitarios a cargo del Fondo Editorial Universitario (UAQ). Siendo entusiasta de la física y la paleontología, ha trabajado por más de la mitad de su vida en la escritura de ciencia ficción.
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