Resumen Ricardo Chávez Castañeda propone una serie de cuatro novelas unidas por una misma temática: la pérdida. Esta tetralogía se centra en quitar algo importante a los personajes, para después, por medio de una situación límite, descubrir espacios plagados del vacío después de la pérdida. El fin de la pornografía (2005) trata la castración como la pérdida, no sólo del miembro viril del personaje, sino también la inmersión a una nueva realidad en los entornos descritos, llevándolo a sumergirse en nuevos espacios creados para captar su dolor. En el presente ensayo se rescatan estos espacios que se representan para plasmar la situación social del personaje como producto de su nueva realidad. Palabras clave: pérdida, espacio representado, descripción, contrato de inteligibilidad. En la década de 1990 en México, se da a conocer una agrupación de escritores jóvenes (nacidos en los sesentas) con propuestas innovadoras en la narrativa que abordarían estéticas de escritura asociadas a los modelos universales. Este grupo se denominó Generación del Crack, lanzando un manifiesto que, en sus presupuestos redactados a cinco plumas*, hablaban de las características de estas novelas. El manifiesto se dio a conocer en 1996, teniendo un importante eco en la crítica de ese entonces. En 2016 (aún Ignacio Padilla en vida) dieron a conocer el Post-manifiesto en el cual vuelven a refrescar sus ideales primigenios**. Ricardo Chávez Castañeda aparece ligado a este grupo de acuerdo con la crítica, aunque él personalmente se define en la periferia e incluso en solitario, mas es importante señalar este contexto ya que es ahí donde se han trabajado algunas temáticas importantes. Hablar de situaciones límite para Ricardo Chávez ha sido una constante. En las cuatro novelas que componen la tetralogía de los fines, Ricardo Chávez explora las reacciones de los personajes al perder algo primordial para su existencia. Desde el 2005, aparece su primera novela de esta propuesta narrativa, precisamente El fin de la pornografía. Le siguen en 2011 Sin aliento (El fin de la guerra), y La última epidemia de risa (El fin de la tragedia). Finalmente, justo hace algunos días, se ha publicado Mataniños, matapadres (2017), última novela de la tetralogía (la cual se refiere a El fin de la narrativa), que viene a completar esta propuesta. De acuerdo con este contexto se propone una revisión en dos niveles. Primeramente, la identificación de los espacios clave que Ricardo Chávez crea en el mundo narrativo de El fin de la pornografía. Estos espacios ubicados en un tiempo específico que el narrador omnisciente describe por medio del personaje principal que se encuentra castrado y es ubicado en una nueva realidad que debe afrontar con su pérdida. En segundo plano, una vez identificados estos espacios, se propone una interpretación que subyace de una lectura de acuerdo con la temática social identificada en el texto, es decir, de la pérdida hacia la situación social que conlleva la nueva condición del personaje, que finalmente lo coloca en una postura de excluido. Se propone entonces que la poética de la pérdida se identifica en los espacios representados como imágenes del mundo excluyente. De acuerdo con Luz Aurora Pimentel en El espacio en la ficción (2001), un texto narrativo conlleva de forma ineludible una descripción del espacio que puebla el mundo ficcional (pág. 7). Para lograr dar a conocer detalles tanto del espacio como de la narración, la forma discursiva que privilegia las imágenes que se crea el lector es la descripción. Sin embargo, la descripción no se queda sólo en un plano de mencionar atributos o características de un objeto o lugar, sino que:
La descripción como modo discursivo de significación o representación del espacio, se centra en el universo diegético*** que sirve de marco a la narración. Es importante rescatar que la descripción, al crear una imagen del espacio representado, produce una ilusión de realidad, puede ser de dos formas: de concordancia (como “reflejo fiel” de la realidad) o discordancia (textos “antirrealistas”). Entonces, el lector juega un papel importante al aceptar (o no) el contrato de inteligibilidad que el mundo narrado establece en la obra con el mundo real del lector. Aquí interactúan una serie de elementos discursivos que apuntan a formular una interpretación de otro nivel de la obra. La inteligibilidad que se establece entre el texto y el lector depende de si el texto contiene “espacios reconocibles con un alto grado de referencialidad”, o si, por el contrario, se trata de “textos subversivos, que proponen modelos de actividad humana discordantes, [que] tienden a distorsionar el espacio mismo sobre el cual se proyectan” (pág. 10). Pimentel señala que “el contrato de inteligibilidad que cualquier texto narrativo propone conlleva, necesariamente, una orientación ideológica específica, una propuesta de valores que se adecuan o se oponen a los del lector” (pág. 10). En la narración se plasma un universo diegético que adentra al lector a imaginar o visualizar momentos, personajes y espacios. Para unir estos tres elementos en una narración encontramos ya sea una, o varias temáticas inmersas que funcionan como hilo conductor de una historia. En este caso, El fin de la pornografía contiene diversas temáticas que bien confluyen al final en una sola: la pérdida. El personaje principal vive una situación límite al estar castrado, no sólo por el hecho de inhibición sexual, sino por la contraparte de no ser o estar completo, sin esa condición de “completitud” no puede pertenecer más ni a su tiempo ni al espacio social que lo rodea. El fin de la pornografía se divide en “El orden de la tragedia” y “El lugar de la tragedia”, como dos capítulos. Sin embrago, en el primer capítulo se narran dos etapas que el personaje vive de la pérdida: Desvergado y Moridero. La primera etapa de la pérdida dibuja a un personaje aterrado ante su nueva situación: está castrado, su miembro viril se ha desprendido de su cuerpo y no hay forma de revertirlo. El transcurrir de los días sucede en un mismo espacio: la casa donde el personaje se ha encerrado para vivir su tragedia. La casa se encuentra cerrada y en silencio, incluso día a día conforme el personaje sufre su pérdida, la casa va adquiriendo un estado de descompostura: suciedad, humedad, desorden, vidrios rotos, muebles destrozados. En la segunda etapa, Moridero, el personaje entra en un nuevo espacio que sucede en su interior. El Moridero es descrito como el lugar de las pérdidas, es a donde van a parar los residuos humanos; se vuelve un espacio oscuro totalmente, húmedo, desgastado, sucio, y es descrito como una casa, con sus respectivas y diferentes habitaciones. Se han identificado entonces dos espacios, los dos interiores, uno es la casa como espacio físico, y el otro es el inconsciente del personaje, un espacio ubicado en un segundo plano: la mente del personaje. La casa funciona aquí como un modelo-reflejo, es decir, funciona como algo reconocible debido a su referencialidad con la realidad del lector, es pues, de concordancia. De acuerdo con Bachelard la casa funciona como espacio íntimo y como instrumento de análisis para el alma humana: “No solamente nuestros recuerdos, sino también nuestros olvidos, están "alojados". Nuestro inconsciente esta "alojado". Nuestra alma es una morada. Y al acordarnos de las "casas", de los "cuartos", aprendemos a "morar" en nosotros mismos” (2000: pág. 23). Ahora bien, el Moridero funciona como espacio en el inconsciente del personaje castrado. Aquí se observa un claro ejemplo de discordancia, ya que se propone un ambiente subversivo donde se tiende a distorsionar el espacio mismo sobre el cual se proyectan las acciones del personaje. El único anclaje con el mundo “real” es que el Moridero viene a semejarse con la casa, lo cual implica cierta referencialidad con un espacio real pero sólo en el plano de la imagen. El Moridero tiene mayor relevancia que la casa, ya que da cuenta de la transformación del personaje en su situación límite. En un principio, la casa se va transformando junto con la decadencia del personaje; finalmente, en el Moridero el personaje principal, así como otros personajes que jamás son revelados sino sólo por murmullos y gritos de dolor, se consuman todos los sufrimientos. De acuerdo con la propuesta de los espacios representados por medio de la descripción de espacios diegéticos, es como se identifica un universo plagado de la poética de la pérdida. Ya se identificaron primero, la casa como el espacio íntimo del personaje donde se da cuenta de su situación de castrado y día a día entra en decadencia, tanto existencial como física, al punto de ponerle fin a su existencia. El hecho de no soportar que los objetos (sillas, libreros, lomos de libros) porten cierta idea fálica de estar erectos, lleva al personaje a un estado de desesperación, es decir, romper todo lo que asimile un falo, ya que no puede concebirse él mismo sin su miembro viril. La pérdida en el espacio de la casa funciona como el detonante de una nueva identidad que lo coloca en un estado de exclusión: “mi estómago reacciona antes que Yo que no soy Yo” (Chávez, 2005, pág. 11). El personaje es consciente de que ha perdido algo más que su miembro viril: ha perdido la razón de estar, de pertenecer, ha perdido la oportunidad de crear su propia descendencia. Una vez sumergido el lector en el espacio de la casa, encontrará algunas conexiones con el Moridero ya que ambos espacios comparten la forma de la casa. Sin embargo, este sentido de intimidad, se ve reforzado en el Moridero, ya que sucede en la psique del personaje, haciendo que todo parezca un largo sueño, del que no puede liberar su sentido de pérdida ante la castración.
*Ricardo Chávez Castañeda, Pedro Ángel Palou, Ignacio Padilla, Eloy Urroz y Jorge Volpi. **Texto leído por primera vez en el Congreso de la Modern Language Association, en Austin, Texas, el 7 de enero de 2016. ***Pimentel utiliza el término diégesis y diegético desde Gérard Genette: “la diégesis es el universo espacio-temporal designado por el relato”; “diegético”, por lo tanto, designa “aquello que se relaciona o pertenece a la historia” (pág. 8). Bibliografía: Bachelard, G. (2000). La poética del espacio. Argentina: FCE. Chávez Castañeda, R. (2005). El fin de la pornografía. México: Sudamericana. _____________ (s.f.). Las posibilidades de la ficción. (E. Méndez, Entrevistador). Pimentel, L. A. (2001). El espacio en la ficción. Ficciones espaciales. La representación del espacio en los textos narrativos. México: Siglo XXI/UNAM. Anahí González, egresada de la Maestría en Estudios Literarios Mexicanos de Facultad de Letras y Comunicación. Actualmente, su trabajo académico se orienta en la línea de investigación de Literatura mexicana del siglo XXI, específicamente en temas sociales, con su tesis “El imaginario simbólico de la pérdida en El fin de la pornografía de Ricardo Chávez Castañeda”, en la cual trabaja actualmente. Para más contenido de Anahí, visita: https://cero.home.blog/
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