![]() En una noche de noviembre, en las primeras horas del primer día, un fugitivo andaba con hambre pero orgulloso de su gallardía. Era un panda del zoológico. Escapista ocasional, Y en la noche de los difuntos, por coincidencia quiso pasear. Se sorprendió y emocionó. Muchos admiradores encontró. Viéndolos desde el callejón, Quiso saludar un peatón. Pero alguien por detrás lo detuvo. Y por sugerencia sus gritos contuvo. Era esquelética y blanca, Sin piel y con guadaña. “Te ves bien. Haces ejercicio, Me inquietas, pero es por prejuicio. Estoy feliz por mis admiradores. Son feos, pero simpaticones”. La muerte no entendió a qué se refería, Miró a los que con garras señalaría. Personas de rostros pintados; De negro y muy pálidos. “Lo siento, amigo Panda, No quiero que seas infeliz, Pero esa buena banda, Me venera a mí”. Contrariado, el panda volvió a mirar. Un charco le obsequió su reflejo Y quiso replicar. “Cara blanca y ojos negros”. “Así es, pero como huesos. Cuencas y pómulos níveos. Se visten como yo, aquel que decide los decesos”. “Entonces, ¿Qué haces aquí? ¿Ya es mi tiempo?”. “Tranquilo. No es así, Vine por un novio y un pobre sujeto”. Ignacio Almazar. Escritor discreto y silencioso. Desde su nacimiento, por una confusión de sus padres, Almazar se ha dedicado a escribir sobre animales y frutas. Sus estudios en biología lo han llevado a producir grandes estudios sobre la imagen del limón en la literatura visigoda.
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