Dentro del baño, esas axilas tuvieron que soportar una vez más las filosas navajas arrancando bellos vellos. Esta zona limpia atraería sentimientos visuales, plausibles y olfativos que derrotarían al oído, pero no al gusto. Mirándose al espejo concluyó que la necedad y la vanidad tenían su recompensa. Aunque le dijeron que despreciar cabellos -estuvieran donde estuvieran- podría traer consecuencias, no los escuchó y los ubicó como personas envidiosas <<Quisieran verse como yo>> Y salió dejando el baño lleno de aromas y limpieza. Entalló ropa acorde a su ser y se presentó en aquella reunión en casa de sus vecinos. Desde el principio se sintió ajena a los demás. Esto, le sucedía a menudo. ![]() Vivía en una ciudad sobrepoblada. Con industrias, con calles apestosas, con calles llenas de sucursales bancarias y aparadores, con colonias dolorosamente lujosas y con barrios excesivamente grises. Pero ella se inclinaba al mundo estético. Es más, si fueras diseñador o fotógrafo, no dudarías en ofrecerle algún contrato relacionado con el modelaje. Cosa que sucedió, cosa que sucedía con frecuencia cuando acudía a lugares concentrados. Pero una extraña repulsión a la vida la obligaba a rechazar estas opciones. Lo hacía consciente de que eran buenas ofertas. Era adicta a llevar la contra y aislarse. -Entonces ¿Te interesa?- Escuchó. -¿Dónde serían las fotos? -Aquí en la ciudad, en las calles, de noche. -Ah entonces no. La oscuridad está muy bien, pero ¡qué feo lugar!- Sentenció. -Así tiene que ser, es para promocionar ropa. Terminó rechazando una vez más otra oferta y se marchó a su casa. Sabía perfectamente que un día cedería, pero quería encontrar la locación ideal. Un lugar donde estuviera tranquila, sola, que pareciera documental, donde no tuviera que posar, sin gente. Y durmió. Era su actividad favorita, a la que más horas dedicaba. Se levantó decidida, abrió una caja y escogió al azar una de las tarjetas de presentación que guardaba. Encontró un proyecto que sintió adecuado. La soledad era muy importante. Sería retratada compartiendo protagonismo con un lago azul, con el colorido cayuco sobre el que iría parada y con una hermosa isla puntiaguda. Estaría disfrazada de la cara, con dientes dibujados donde van los dientes, con quijadas dibujadas donde van las quijadas, con huesos dibujados sobrepuestos en los mismos huesos que representarían. Con ropa sofisticada promoviendo el turismo de aquel mítico lago desde otra perspectiva, la de los negocios. Se enlistó para ser entrevistada y saber si la aceptarían en el equipo que viajaría a realizar la sesión. Pero le dijeron ¡No! Preferían encontrar alguien igualmente hermosa con actitud y experiencia de verdad <<A ella, le falta mucho>> Sentenciaron los entrevistadores. Arrastró los pies hasta llegar a su casa. Cuando caminaba, parecía dejar una estela compuesta de siluetas desprendidas con cada paso <<Era el proyecto perfecto para mí>> Se decía <<Soledad, flotando en el lago con veladoras, tranquilidad, muchos colores>> Cerró la puerta. Arrastrando los pies aún llegó hasta su cuarto sin saludar a los demás. Le costó aventarse a su cama porque la pesadez no estaba en las piernas sino alrededor. Y continuó pensando, mirando al techo <<¿Dónde podré encontrar un lugar parecido?>> Las razones por las que evitaba trabajos y gente obedecían a sentimientos repulsivos sin duda. Pero también eran razones intrigantes y contradictorias. Parecía hecha para el glamur y la sofisticación. Parecía que ni ella misma entendía su propio comportamiento. -Janitzio- Escuchó la voz de su compañero de casa. -¿Qué pasa? -Acompáñame, voy a comprar flores amarillas. -¿Para qué? -Para llevárselas a mi abuela. -Está bien, vamos- Aceptó. Caminaron en silencio, cada paso trató de acomodar sus ideas. La excesiva vanidad comenzaba a cobrarle. Su egoísmo la tenía completamente arrinconada contra la soledad. Vivía de rechazar ofertas, ese era su alimento. Le fascinaba la sensación de volver a ser deseada, que constantemente le estuvieran ofreciendo trabajos por su porte, elegancia y belleza. Y entraron, la pesadez continuaba igual y él adoptó ese mismo ritmo al caminar. Saludaron a la abuela, él entregó las flores y comenzó a platicar aventando palabras al piso. Janitzio se alejó caminando, curioseando el inmenso lugar. Sintiéndose cómoda con la tranquilidad y lejanía del ambiente. Cuando su compañero se despidió de su viejita no fue difícil que la encontrara, sólo tuvo que seguir la larga estela translúcida de siluetas desfasadas que ella producía. -Janitzio. ¿Nos vamos? -No. Voy a estar más rato aquí. -¿Segura? -Claro- Contestó pausada y convincente. -Bueno, te cuidas. -Sí, tú también. Este “rato” es muy difícil cuantificarlo. Unos dicen que ya regresó, otros que sigue allá, varios la han olvidado y ella… ella parece haber encontrado la locación que buscaba Diego Sáenz. Soy Alega nacido en Jalisco. Estudié Ingeniería Industrial en Guadalajara. Actualmente trabajo como residente de obra. También estoy involucrado en un proyecto de un rancho de aguacates. He viajado algo hasta el sur. Trabajé en Guatemala en una finca de aguacates, cuidándolos y cosechándolos. En este lugar le tomé cariño a la escritura y comencé a hacer cuentos hasta hoy. Soy de marzo. Me han publicado un cuento en canteramalaquita.com y he ganado dos convocatorias de relato en internet (tintachida.com y sweek.com).
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Gaceta
|