Suicidio cuántico —Ahora mismo existe un universo en el que no se conoce ni el deterioro ni la muerte, y ahí también estás tú, quizá pensando qué harás con tu vida inmortal —le susurré sin que me pudiera escuchar. Él siguió leyendo como si mis palabras fueran ficción; no dejaba de apuntarle a la cabeza—. Quizá dejas de existir en un universo, pero en muchos otros continúas con vida. No quitó la mirada de la hoja en ningún momento, y cuando el disparo retumbó por los aires, destruyéndole el cráneo, la inercia de sus movimientos no le alcanzó para terminar de leer la palabra por complet... Cotidianeidad Julio jalaba tras de sí a su pequeño hijo entre el tumulto matutino del metro. Estación tras estación se convencía de que la ciudad era inhabitable y con el paso del tiempo la gente se iría deshumanizando más y más. Salió del vagón entre empujones de extraños que no volvería a ver en su vida. Intempestivamente dejó de sentir la pequeña manita de su niño. Entró en pánico. Su angustia lo llevó a pensar en lo que tendría que decir al llegar a casa con las manos vacías. Respiró hondo, contó hasta diez, y tras relajarse, pensó en sus opciones. Halló la solución. Estiró el brazo entre la multitud, tomó bruscamente otra manita del mismo tamaño que la de su pequeño, jaló de ella con fuerza y siguió su camino hasta ahogarse entre el bullicio. Consecuencias Ayer le dije que la amaba tan profundamente que temió caer en esa profundidad y no poder salir jamás. Tener que aprender a hacer fuego con piedras (esperando que no estuviesen húmedas). Recorrer a solas un terreno no explorado, recurrir a la caza de la fauna que allí habita. Encontrar castillos sin dueño, a oscuras, y habitarlos fantasmagóricamente. Buscar recursos y distinguir las vallas venenosas de las comestibles. Domesticar a algo parecido a un can, darle un nombre tierno. Volver a ser instinto, quizá volver a ser bestial. Refugiarse de los peligros nocturnos en las copas de los árboles. Trazar historias de las historias en las cuevas, abrazados —ella y su can— por el fuego. Hallar en su voz algo cercano a lo humano. Dejar pasado y presente, porque el tiempo ya no existe y sólo quedan los días sin noches. Señalar al sol y pensar que eso es Dios. Encarnar la humanidad paso a paso y con la piel más viva que nunca. Saber que la existencia plena es ser un sistema nervioso que habita una realidad, y nada más. Ayer le dije que la amaba tan profundamente. Hoy huyó hacía otra profundidad.
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