Me desconecto de mis pies y viajo en una pecera. Contemplo la ráfaga de imágenes que me regala la ventana. Al mismo tiempo, mis divagaciones son interrumpidas por el alto volumen de la orquesta norteña y su violenta aceleración. El piloto venció a la luz, burló el tiempo, retó el sonido y superó el rayo. Burlando el semáforo y despistando a los policías de tránsito. Compitiendo con otros camioneros a llanta y acelerador por más pasajeros y retando el reloj. Jugando la vida de los viajeros.
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Los muchachos gato se sienten tristes si alguien se va Para Jacobo, él sabe por qué Después de sujetar el revólver
con ambas manos y atentar contra mi cuello sabré: la vida no espera por mañana Las hormigas seguirán su curso sin pensar que la sangre se enfría y no hay tela que conserve lo caliente veinte años más Nos quedamos en una gasofa´ de la Plutarco, no porque se descompusiera la camioneta ni nos faltara gas, sino porque la vista era muy buena. Luisa sentada en el copiloto se desabotonó el short que le apretaba, luego desparramó todos sus músculos sobre el asiento; atrás Arte, mi mejor amigo, destapó “clandestinamente” una lata de tkt roja del 2e que traíamos, todos lo notamos pero nadie quiso mencionarlo ya que faltaba poco para que todos hiciéramos lo mismo. En eso momento Aiantze estrechaba su espalda contra el techo de la cabina, su urgencia de cambiarle al radio superaba los límites de lo decente, al menos lo considerado decente para nosotros, ese cuarteto de lumpens desorientados que compartíamos nuestros fines de semana a bordo de la camioneta, navegando por esa ciudad corroída y mierdera que se demacraba a la par de nosotros.
I
Hay condena por darle al hombre lo divino. Quitan hígados y quitan voz, encadenan. Robaron la palabra a los de la lengua de fuego —lo promet(e)o no fueron los únicos-- |
Gaceta
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