Narcocultura: la nueva educación en México Desde que se aprobó la nueva Reforma Educativa, el Gobierno de la República junto con la Secretaría de Educación Pública no ha dejado de ocuparse en la elaboración de un nuevo plan de trabajo que logre la inclusión de los productos culturales del narcotráfico (corridos, literatura, narcoseries, etc.) en la enseñanza dentro de las aulas de nuestro país. Algunos medios han criticado esta iniciativa, seguramente no se han dado cuenta de que uno de los principales objetivos de esta “Reforma” es la ‘Inclusión y equidad’, que consiste en promover la diversidad cultural y lingüística, principalmente. ¿Por qué los medios de comunicación se empeñan en relegar algo a lo que ellos mismos le han hecho promoción? ¿Acaso la “nota roja” no incita a copiar comportamientos violentos, a reproducir modus operandi de carácter delictivo, mediante la morbosidad que causa a través de los hechos sangrientos? Hasta los Huracanes del Norte saben acerca de la decante fiabilidad con la que cuentan estos comunicados, y lo han expuesto mediante sus letras: “La nota roja informó / de varios muertos y heridos / pero jamás mencionó / de los que se habían perdido / entre las nubes del cielo / por la noche protegidos.” El personal encargado de realizar este arduo trabajo de inclusión, se ha dado a la tarea de revisar las Diez nuevas competencias para enseñar, de Philippe Perrenoud, y han encontrado que los profesores deben plantear situaciones que se ajusten al nivel y las posibilidades de los alumnos; hoy en día, gracias a las Tabletas y Computadoras MX, es posible portar cientos de canciones, juegos, videos, etc. Dichos aparatos fueron entregados con la finalidad de monitorear qué tipo de música y aplicaciones consumen los estudiantes de nivel primaria de nuestro país y de esta forma poder hacer el planteamiento requerido para mejorar su aprendizaje. El estudio arrojó los siguientes resultados: a) Las apps con mayor número de descargas fueron ‘El escape del Chapo 2’, ‘Chapito’ y ‘El Chapo, escapar cárcel’, con, al menos, el 79% de los alumnos. b) Los resultados de algunos buscadores de videos proyectaron que el 86% reprodujo ‘ZanGuinaRios deL Eme uno’, ‘El pasiente’ y ‘Ájila blank’. Es a partir de los datos obtenidos que el Gobierno optó por impulsar esta propuesta. En un comunicado de prensa mencionaron que están preparados para cualquier inconveniente que se pueda presentar, ya que uno de los periodistas que se encontraba en la sala protestó en contra del proyecto, agregando que se podía salir de las manos y los alumnos, en lugar de reivindicar su camino, podrían caer en la tentación de sumergirse en ese mundo de “perdición”; el Secretario de educación defendió su postura, diciendo que el narcotráfico y sus implicaciones resultaba tentativo por la prohibición que se le ha dado, sin embargo, ya forma parte de nuestra cultura. Evidentemente, coincido con su respuesta; el nombre los narcotraficantes pesa más que el de los presidentes, sólo las películas de Luis Estrada están dedicadas a estas figuras, no con el fin que los políticos quisieran, pero deberían conformarse. En cambio títulos como El Señor de los Cielos, Pablo Escobar, entre otros son los que representan algunas famosas series que también consumen los estudiantes. Quizá, gracias a estas producciones es posible entender el origen de esta planteamiento por parte de las autoridades de México; luego de que series como El Chapo hayan sacado a la luz los tratados de ‘paz’ entre la política y las organizaciones delictivas ¿qué otra alternativa les podría quedar? B es el resultado de A. Un conocido refrán dice: “si no puedes con el enemigo, únetele”, los gobernantes añadieron “… y aprovecha lo más que puedas de ellos”. Fátima Vanessa Carrillo Mendoza (1998, Uruapan, Michoacán). Actualmente estudia la licenciatura en Letras Hispanoamericanas en la Universidad de Colima y cursa el Diplomado para la Profesionalización de Mediadores de Lectura, por parte del Programa Nacional de Salas de Lectura. Ejerció la labor de Instructora Cultural en el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE). Participó en el Congreso Interuniversitario de Estudios Literarios y Lingüísticos (Yucatán), y en el Congreso Nacional de Literatura, Historia y Cultura (Colima). Ha publicado cuentos, homenajes y reportajes en los periódicos Ecos de la costa y El Comentario. Asimismo, recibió la mención de finalista en el 3er. Concurso Nacional de Fotografía: Sentimientos de México, Expresión de Orgullo con la fotografía “Tuxpan multicultural”. Sus líneas de investigación literaria son la literatura cortazariana y la narrativa del narcotráfico.
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MONDRAGÓN Bomba H bajo un cielo de parpadeo psíquico, en la cabalgata de la ruina cada vez más latido y baño orgiástico, como un país que alimenta el ombligo de una sombra: meteorito: higuera labrada mientras el relámpago ilumina las colmenas videntes. La locura no existe. DECAN LUDE Frontera de los tiempos: la sed del hombre se muestra ante el beso sumergido en el desastre: la mala sangre corre en las corneas del fruto vivo, en el alma-neón que injerta sinfonías de encierro. DESCRIPCIÓN DE UN ESTADO FÍSICO El vientre esparcido en la realidad, testimonio de un pájaro muerto sobre el claustro luminoso donde la ciudad se pierde y caen pétalos sobre la cáscara como signos escritos metidos en un avión que es la piel del nombre, de la lengua anterior a la vida, la misma lengua que llega a la costra para luego matarse en todas las direcciones. Guillermo Hidalgo (CDMX, 1996) Estudia La Licenciatura en Lenguas Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Participó en el Noveno Curso de Creación Literaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana. Su obra poética está conformada por Cementerio Club (Herring Publishers, 2017) y Pabellón / E (Casa Editorial Abismos, 2018).
Sandino I A Sandino le gustaban las drogas, no había nada que le gustara más, decía que podía controlarse, nadie le creía, sin embargo, era un tipo tranquilo. A los doce probó por primera vez un cigarrillo de mariguana, como era normal, sus pulmones trataron de liberarse del humo rápidamente, tosió desesperado las primeras fumadas. Así no se hace, mira, debes jalarlo con la garganta y solito se irá. ¿Ves? Después lo sueltas por la boca o la nariz. Ya sé, no es mi primera vez, es solo que estoy nervioso. Simón, como tú digas. Al llegar a casa Sandino se acercó a la cocina. Ya vine ma’. ¿Dónde andabas? Con Carlos, en su casa, me invitó saliendo de la escuela, puedes preguntarle a su mamá. Carlitos, ese niño no se me hace de confianza, ¿ya le viste la facha? Esos pantalones parecen de su hermano, le arrastran mucho y se los anda pise y pise, ¿y su papá? Nunca está en la casa, por eso Aminta siempre anda hasta las manitas, claro, le hace falta un hombre que la ponga en cintura. Ya sabes que no me gusta que vayas a su casa, Sandino. Solo fui porque tenemos un trabajo en equipo ma’, no pasa nada, además no me cae muy bien, su hermano es muy raro. Ándale, lávate las manos que ya vamos a cenar, despierta a tu papá. Sí ma’. Pobre Sandino, lo hubieras visto, güey, el joto no dejaba de llorar por su jefa. Ese bato es así, jamás le cortaron el cordón. Ojalá con eso aprenda y ya no siga con sus chingaderas. Supe que se quiere ir al otro lado, por un pedo que tuvo su hermano, el que jala allá. Quién sabe, pero seguro no vuelve a pararse por aquí. Pinche bato, cómo se le ocurre. A los quince ya no le servía la mariguana, se las arreglaba para tener dinero suficiente siempre, hasta se daba el lujo de invitarle a los demás. El éxtasis les llegó por sorpresa, la encontraron en la mochila del hermano de Carlitos. ¿Qué será? Ni idea, hay que preguntarle. No seas güey, nos la va a quitar, mejor hay que usarla y vemos qué pasa. Le entro, pero aquí no, vamos a llevárnosla y mañana la probamos. Solamente había cuatro, decidieron tomar una cada quien y guardar el resto, por si acaso. El punto de reunión, la casa de Sandino, su cuarto siempre cerrado con seguro parecía ser el mejor lugar. Qué onda ma’, ya vinimos, estaremos arriba jugando. El rostro de la señora Estela se frunció, apretó los labios en desaprobación pero siguió lavando los trastes sin siquiera voltear, solamente asintió con la cabeza. Vente, aquí cada quien está en su pedo. Con permiso, señora. Pásale, pásale. Hay que esperar que se vayan, irán a la hacienda de Don Enrique, dice mi mamá que quiere ofrecerle un nuevo trabajo a mi papá o algo así. Ya investigué cómo se usa, solo hay que esperar. Don Esteban, su padre, era uno de esos nuevos ricos, trabajaba cerca del presidente municipal, de hecho, casi no trabajaba, todo lo hacía su chalán, Petros, su hijo mayor. No sé, Esteban, ese muchacho no me gusta nada, no quiero que Sandino se meta en problemas por su culpa. Tranquila, mujer, tienen quince años, qué problemas pueden tener, además, el muchacho es inteligente, no sé por qué desconfías de él. Hay algo que no me termina de gustar, y su hermano es, ya sabes, rarito, no me gusta. Cálmate, solo viene a divertirse, mejor que estén en la casa a que anden en la calle molestando al pueblo. Alístate, ya mero es hora, mija. Al fin la casa estaba sola, Sandino bajó a la cocina por un par de cervezas de Don Esteban, dos Kloster heladas, una en cada bolsa del pantalón y subió de regreso al cuarto. ¿Empiezas o empiezo? No, tú primero. Ya dijiste, pero no te vayas a sordear, después vas tú. Carlos colocó la diminuta dosis en su lengua y le dio dos tragos a su cerveza. Vas, no se siente nada, pa’ mí que ni son drogas. A ver, me toca. Sandino partió a la mitad la pastilla, primero la colocó en su lengua y salivó, la tragó. Después, colocó la otra mitad e hizo lo mismo, solo que esta vez se ayudó con la cerveza, bebió más de la mitad. No se siente nada, nos quedan dos, pa’ dentro de una vez, total, qué puede pasar. No pasó mucho, al menos en los primeros minutos. No obstante, ambos cerraban los ojos y movían la cabeza como siguiendo el ritmo de una canción. Se quitaron las playeras y se veían burlonamente. La droga empezó a cobrar efecto y, sin saber por qué, la boca de Sandino resbalaba por el pecho de Carlos, él bajaba sus pantalones y sudaba fuertemente. No pasó nada, solamente se besaron y reían desesperados. Sandino apagó la luz, no la soportaba. Carlos, invadido por la euforia, saltaba por todo el cuarto mientras el sudor de su cabeza escurría. Sandino empezó a molestarse y lo corrió de la casa. Carlos no opuso resistencia, solamente se fue corriendo, tropezando con su propia estupidez mientras volteaba y le mentaba su madre a Sandino. Me besaste, pinche jota, gritaba. La luz del cuarto se encendió, la visión de Sandino se confundía con el foco apuntándole directamente. En cuanto observó una silueta cruzarse por su disminuida visión, soltó un puñetazo a lo que pensó era un rostro. Gotas de sangre en los nudillos, lágrimas mezcladas con sangre en la cara ajena. Sandino alcanzó la sombra y la jaló del cabello. Tú no te metas. Este es mi cuarto, lárgate al carajo. Se volvió a recostar y cerró los ojos. Una cobija para cubrirlo, una caricia en su cabello, una cruz dibujada en el aire y un beso en la mejilla, se cerró la puerta. II No lo hagas Petros, ¿qué futuro puedes tener allá? Ni siquiera hablas inglés. Yesaidú, momi. Ay, amá, no creo que sea tan difícil aprender. Tú cállate Sandino, tu hermano apenas y mastica el español. No me ayude jefecita. Yo sé que me irá muy bien, tengo el trabajo seguro. ¿Y con qué papeles? De eso ni se preocupe, ya tengo quién me cruce, nos va a salir re barato. Nos va a salir, dice. ¿Quieres que lo paguemos nosotros? No lo vea así, mírelo como una inversión a largo plazo, ustedes me emprestan ahorita y yo se los voy pagando con el tiempo, así ustedes recuperan lo perdido. ¿Y nosotros qué ganamos? Esa es la mejor parte, ganan la felicidad de su hijo mayor, su orgullo, su Petros. Me cae que usté está lucido. Usté diga que lles, de lo demás ya yo me encargo. Ta bueno, déjeme pensarlo. Ya no ha venido a tu casa Carlitos, ¿ya no son amigos? Sandino titubeaba al intentar explicar su ausencia. Sí, solo que está castigado porque ha reprobado muchas materias. Le dije que yo podía ayudarle a estudiar, pero no quiso. Mijo, deberías buscarte nuevos amigos, ahí tienes a Felipe, su familia está muy bien acomodada y se ve que son gente re fina. Sí, mamá, mañana intentaré platicar con él, ya lo verás, no te preocupes. Oye, ma’, ¿por qué nunca me enseñaste a hacer trenzas? Preguntó Sandino mientras agachaba la mirada. Su madre solamente siguió haciendo lo suyo y pareció no escuchar. Sandino estaba a punto de cumplir dieciocho años. Su amistad con Carlos jamás volvió a ser la misma, simplemente dejaron de hablarse, solo se veían en la escuela. Los padres de Sandino estaban tranquilos, sobre todo la señora Estela. Sandino jamás supo por qué Carlos lo evitaba, hasta que decidió confrontarlo a la salida del colegio. ¿Cómo te atreves a preguntar, pinche cínico? ¿Qué ya no te acuerdas, marica? Si no te detengo, me coges, pendejo. ¿De qué estás hablando? Si tú fuiste quien me besó, Carlos. Yo ni siquiera sabía que eras puto. Yo no soy puto. Pues yo tampoco, pero me besaste como la jota que eres. Así que jálale, no me gusta que me vean al lado de un marica como tú. El speed llegó a sus manos a cambio de una bicicleta. Le habían contado que los efectos eran mejores que los del mdma, solo que era un poco más cara. Lo valía, él solo quería divertirse, además, sabía controlarse, siempre lo decía. Incluso cuando se encontraba tirado en su cuarto, sudando frío y temblando. O cuando la saliva le inundaba la cara y pedía más. Lloraba, jalaba su camisa y pedía más. Tú no eres puto, Sandino, se decía. El puto es él, a ti te gustan las mujeres. ¿Qué hay de Sandrita? Ella te gustaba, hasta la trajiste a tu casa, la besaste como un animal, te encantaba su perfume, ¿te acuerdas? te encantaba su vestido, te encantaban sus zapatos. No te la quisiste coger porque ella no estaba lista, eso no te hace menos hombre. En verdad te encantaban sus zapatos, aunque nunca se lo dijiste. A la señora Estela le preocupaba la delgadez de Sandino, de hecho, era a la única que le importaba. ¿Qué no lo ves, Esteban? Está muy flaco, deberíamos pedir ayuda. Deja de chingarlo, mujer. Primero le quitas a sus amigos, ¿ahora quieres llevarlo con un loquero? Es que tú no lo has visto, se pone muy agresivo. Y cómo no se va a poner agresivo si no dejas de darle lata, tú déjalo, ya se le pasará. Estuvo bien canijo, güey, pobre Sandino. ¿Neta? Sí, dicen que hasta tuvieron que dar una lana para que no saliera nada en los periódicos. Ya me imaginaba algo así, esas cosas no se olvidan tan rápido. Pobre bato, con razón se va. Ya sé, dicen que lo vieron muy cambiado, ojalá haya aprendido la lección. Así son los jotos, bien nos decía Carlos. III Sandino ya ni siquiera se escondía para hacerlo, así hubiera tenido un buen día, lo hacía. Él lo llamaba jugar al gato, cuatro líneas blancas directo a la nariz y la sonrisa aparecía como resultado del juego. Pero mírate nomás cómo estás, Sandinito. ¿Qué fue lo que hice mal? Tú no tienes la culpa, ma’. Le decía. ¿Por qué nunca me enseñaste a hacer trenzas como las que usas? Mira en lo que has terminado, ¿en qué te fallamos? ¿Es por lo de Carlos? Al escuchar el nombre expulsado de aquella boca materna, Sandino tomó las trenzas de la señora Estela con fuerza y le estrelló la cabeza con el marco de la puerta. Los berridos se adueñaron de la habitación. Los porqués sin respuesta retumbaban en las paredes y Sandino la azotaba una y otra y otra vez. Se quedaba sin llanto, las venas de su cuello y manos sobresalían de la piel y sus fuerzas se iban extinguiendo, así como la fe de la señora Estela al no poder ayudar a un hijo después de que todo se ha hecho polvo, o al saber que es el polvo el que ha acabado con él esta vez. Un rostro deshecho, inidentificable, vergonzoso y patético adornaba la alfombra del cuarto de Sandino, quien al terminar prendió un cigarrillo y alcanzó el control remoto, encendió la radio y se puso a tararear una canción. Tres horas de sueño, el abrir de ojos que se encuentra con la obra que el artista por fin concluyó, la sonrisa que sugiere un logro concebido, tomar las trenzas de Estela, cortarlas, soltar uno a uno los cabellos, premio de consolación para un Sandino despreocupado y maltrecho. Se dirigió a la habitación de sus padres, husmeó por los cajones mientras sus manos tropezaban con trapos viejos, ropa afelpada para el frío, sábanas deslavadas y el tesoro que hurtó de a poco con los años. Por fin era todo suyo: las pantaletas cuyos holanes no alcanzaban a apretar la desvanecida cintura de Sandino, sujetadores de diversos colores que se probaba a escondidas desde pequeño, los labiales siempre rojos que durante años usó la señora Estela. Tú no eres puto, Sandino, te gustan las mujeres, te gusta su cabello, sus aretes, sus vestidos, sus zapatos, sobre todo sus zapatos. Tomó el vestido dorado con el que la señora Estela había recibido a Don Enrique y a su esposa en la cena que ofrecieron para agradecerles el nuevo trabajo de Don Esteban. Se lo puso, calzó unos tacones bajos en los que apenas cabían sus huesudos pies y se miró al espejo mientras lloraba de rabia, de desesperación, de vergüenza. Tú no eres puto, pero ella se lo merecía, ahora todo esto es tuyo y no hay nadie que te lo pueda quitar, ahora nada más te va a faltar, si acaso hay una cosa, ahora solo te falta aprender a hacer trenzas, Sandino. Adonai Uresti es estudiante del 8vo semestre de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido becario del festival interfaz- ISSTE los signos en rotación 2017. Organiza el Primer Congreso Nacional de Creadores Literarios (CONACREL), próximo a desarrollarse en la ciudad de San Luis Potosí en junio de 2018. Organizó y participó en el Primer Foro Nacional de Lingüística y literatura (FONALL) en San Luis Potosí en agosto de 2017. Participa como colaborador en la revista multidisciplinaria internacional Liberoamérica (Actualmente) Participó como colaborador en la segunda edición del Fanzine Caína Participa como colaborador en la Revista Morbífica (Actualmente).
De un ladrido a otro Cuando nací el mundo ya era gris. O por lo menos nunca ha sido tan claro como ustedes lo ven. Para mí el sol y la luna son sólo dos pelotas enamoradas que deben vivir lejos una de la otra. Una sale cuando es hora de despertar y la otra cuando es hora de dormir, más allá de eso no sé de qué color son ni cuántos años tienen. Si me preguntan no hay muchas cosas en este mundo que valgan la pena. Pero hay alguien que me mantiene con la cola bailando y el hocico abierto. Viene de una tierra extraña, una tierra en la que los colchones son a prueba de pulgas, una tierra con pasto en lugar de concreto, una tierra donde las croquetas y el agua saben a miel. Una tierra a la que jamás podré llegar. La primera vez que la vi fue entre los pasillos de la sección cuatro y cinco. Venía a solas, como si aquello le perteneciera. Un festival de aullidos caía sobre su grisácea melena mientras que mis garras escarbaban sin parar entre los barrotes para verla más de cerca, para preguntarle si ella conocía de cerca el sol o si era una de las tantas mentiras de los monos. Sin previo aviso apareció frente a mi jaula. -Mi nombre es 1 pero allá arriba suelen decirme buena chica. Jamás había conocido a un 1. Ellos viven tan alejados de nosotros que si los viéramos en la calle podríamos confundirlos con un mono. Entre comidas solemos burlarnos de ellos imaginando que comen con tenedor y cuchara. Pero aquí no podía reír, ni si quiera hablar, algún gato diabólico y lampiño se había comido mi lengua. Hasta que me armé de valor, sacudí mis piernas traseras, apreté la cola, afilé los colmillos y respondí: - Mi nombre es 05101995 pero allá arriba suelen decirme buen chico. – callamos durante un rato y esperamos. Al principio sólo podía hablarle por las rejas. Los monos venían igual de parlanchines que siempre y me arrastraban a un cuarto resplandeciente cubierto de plástico. Algunos hacían anotaciones y otros grababan. Minutos después ella aparecía sin ninguna atadura y rodeaba lentamente mi humilde jaula. -¿Cuántos años tienes? – dijo -Mmmm, creo que dos o tres. -No creo que sea posible – comenzó a reírse. – Tienes por lo menos unos quince años. -¡¿Quince?!, algo te deben haber hecho esos monos allá arriba, y yo que creía que en la sección cuatro estábamos los locos. -No es para tanto, envejecemos más rápido que los monos, un año de vida nuestro equivale a quince suyos. -Ay, Dios, quince años encerrado en una jaula y probando la misma croqueta sabor croqueta. -Al parecer no entiendes – volvió a reír. – Sólo tienes un año de vida no quince ni veinte. -Es lo que te acabo decir. - Ya tendremos tiempo para que aprendas. Y vaya que tuvimos tiempo. Nunca he sido muy bueno con los números pero solía ir a verla una vez a la semana al mismo cuarto. Ella se pasaba las horas intentando explicarme algo relacionado con experimentos en nuestros cuerpos y yo me pasaba las horas intentando conquistarla. -Ayer uno de los monos mencionó que en nuestra próxima visita podrías salir de tu jaula. - ¿Y a ti te gustaría que lo hiciera? - No lo sé, tal vez así podría descubrir que tienes alguna garrapata escondida que te impide aprender rápido. -A lo mejor la que tiene garrapatas eres tú y por eso hablas igual de aburrido que los monos. -Ya te dije que nosotros no hablamos. -Sí, ya sé. Nosotros pensamos. -Y ese es un secreto que ellos no deben saber. Hay una regla general para pertenecer al club de los cuatro patas. Nunca confesarle a un mono que puedes chismear con tus amigos. Es una ley que te enseñan los más viejos en cuanto llegas a tu jaula y que si no respetas eres degradado al nivel de un gato. Hay veces que tenemos que aullar para disimular ya que entre nosotros podemos contarnos chistes y anécdotas sin abrir el hocico. 1 creía que nuestro encuentro era uno de los juegos de los monos. Que intentaban tendernos una trampa para descubrirnos y por eso hacían tantas anotaciones y dibujos en sus tablillas. La verdad es que a mí me tenían sin cuidado sus teorías conspirativas y prefería que hablásemos de cómo 5784 llegó calvo el otro día a la sección o cómo 8948 despareció un día sin heredarle su tazón a nadie. -Abran la reja – dijo uno de los monos. - Tomen posiciones, nunca hemos hecho algo parecido, es posible un altercado entre los dos animales – dijo otro de los monos que llevaba la melena más larga de lo normal y uno podía notar que sus pechos eran más grandes y redondos a diferencia de sus compañeros. Los barrotes desaparecieron y nuestros cuerpos se tensaron. Nunca había estado tan cerca de ella ni de mis amigos, una jaula suele separarnos a todo momento como si los monos tuvieran miedo de que nuestras narices chocaran. Avancé con cuidado, respiré profundo y salí. Cuando nuestros hocicos se encontraron dejamos de respirar. El ladrido, la palabra y la voz habían sido sustituidos por dos pares de ojos que lo sabían todo. Y por un momento, por un breve momento no hubo más gris. Ella era dorada y yo era blanco, nuestras patas se rascaban una a la otra y nuestras colas suplicaban porque nos quedáramos juntos. Después sólo vino el ruido y de nuevo el gris. Dejó de ladrar. El mono que disparó fue abatido por los otros y rápidamente recogieron su cuerpo. Inmóvil y petrificado fui llevado de regreso a mi sección, durante semanas intentaron reanimarme pero mis patas dejaron de responder y mis ojos decidieron no volver a parpadear jamás. A veces puedo escucharla a lo lejos. Como un susurro se acerca a mi oreja y me cuenta lo que ha hecho. Platicamos toda la noche sobre croquetas y buenos peluches para morder, le confieso que sigo viendo todo en gris y ella me responde que no me pierdo de mucho. Pero que si tuviera que elegir un tono favorito sería el mío. Y siempre que lo dice me imagino que soy del color de la luna. Carlos Ocegueda (Tijuana, 1995) amante de la ciencia ficción y las malas películas de terror, estudia la licenciatura en Lengua y Literatura de Hispanoamérica por la Universidad Autónoma de Baja California. Fue becario durante dos años consecutivos en el programa Talentos artísticos de Baja California. Ha participado en congresos estudiantiles con trabajos de investigación literaria y actualmente participa como redactor en la revista electrónica Morbífica. De grande no sabe qué quiere ser.
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